Un libro recomendable de por sí, como respuesta religiosa, y también política, a gran parte de los problemas que hoy definen al Occidente, cristiano por historia y cultura
(Antonio Aradillas).- Martín Lutero es prevalente actualidad en la Iglesia universal, también en la católica. En esta, y gracias sean dadas a Dios, es actualidad reparadora, después de tantas sesiones «dogmáticas» de improperio, condenas y anatemas mutuos, que escandalizan a la historia. Lutero, Reformador por antonomasia, se apropió tal ministerio con honestidad y amor a la única Iglesia de Cristo y del evangelio.
En este año se conmemora el 500 aniversario del acontecimiento crucial de la publicación de sus 95 tesis, que ha marcado la vida de la Iglesia Occidental a lo largo de siglos. El informe «Del conflicto a la comunión», elaborado por la Comisión Luterana y católico-romana, ha trabajado con insistencia, sensatez y respeto, habiendo llegado ejemplarmente a un entendimiento compartido, por primera vez, acerca de la conmemoración de la Reforma.
El libro Lutero y la Teología Católica, con el subtítulo de Tender puentes entre formas de pensamiento diferentes -editado por Ciudad Nueva (CN), con la firma de varios autores, es claro ejemplo de lo que, por fin, se comienza a hacer con seriedad religiosa a favor de la unidad, tan necesaria como anhelada, entre las Iglesias, en la misión redentora de hacer -es decir, re-hacer-, la Iglesia conforme a pautas estricta y santamente evangélicas.
Se trata de «una recopilación de artículos de teólogos católicos y de las Iglesias de la Reforma, que nos introducen de forma dinámica e inteligente en la situación actual del diálogo ecuménico luterano- católico. Se afrontan cuestiones de fondo, donde no se soslayan los meandros del río que todavía nos separa, pero al mismo tiempo se visualizan los puentes tendidos que nos abren a la esperanza de la reconciliación, y a una comunión cada vez más plena».
En el texto oficial conjunto «Del conflicto a la comunión» (29), a los católicos les honra y dignifica reconocer que son «capaces de prestar sus oídos a los desafíos de Lutero, para la Iglesia de hoy, reconociendo a este como ‘un testigo del evangelio'».
En el libro de mi referencia, arropado en la acreditada colección «Teología en diálogo», destacan, entre otros, capítulos y referencias de tanta actualidad e importancia eclesial como «De hereje a teólogo de la Iglesia»; «Descubrir a Lutero bajo una luz nueva»; «Actualidad del enfoque de Lutero»;»Caminos hacia un entendimiento ecuménico con la teología de Lutero»; «Tomarse en serio su catolicidad»; «Un estilo ecuménico especial»; «Empezar desde el otro»: «A la luz de María»; «A la luz del amor recíproco» y «Una experiencia singular: la reciprocidad entre obispos de diferentes Iglesias».
Un libro recomendable de por sí, como respuesta religiosa, y también política, a gran parte de los problemas que hoy definen al Occidente, cristiano por historia y cultura. La teología de «tender puentes entre formas de pensamiento diferentes» , y al margen de los ríos caudalosos y enardecidos de los «pontífices romanos» con sus cánones y ritos, es -deberá ser,- espíritu y norma representativamente evangélicos.
¿Quién podrá negar que Martín Lutero fué una persona profundamente religiosa, que luchó con honestidad y dedicación a favor del mensaje del evangelio? ¿Quién podrá negar que, pese a haber luchado contra la Iglesia católica romana, y la Sede Apostólica, preservó una preciosa porción de la fe católica tradicional? ¿Acaso no es verdad que el Concilio Vaticano II respondió a las exigencias que, entre otros, fueron expresadas por Martín Lutero?
Del Reformador son estos pensamientos, creadores de convivencia salvadora y de comunión:
«Es a través de la palabra como Dios actúa en nosotros; mediante la palabra Dios nos vivifica, nos engendra, alimenta y educa; si florece la palabra, todo prospera en la Iglesia: porque así como es la palabra, así es el pueblo, así es Dios, la liturgia, la fe, la conciencia, las obras y rodas las cosas; el cristiano no vive en sí mismo, sino en Cristo y en su prójimo: en Cristo, mediante la fe, y en el prójimo, por la caridad; Dios nos cuida con corazón paterno y amor abundante. Se nos da Él mismo; la tristeza procede de Satanás. Todo lo que suene a tristeza y a muerte, es diabólico. Dios no entristece. No asusta ni mata».
Es cierto que Lutero no se ahorró palabras, y «palabros», para ofender a los católicos, obispos y Papas, danzándoles impiadosamente dardos y versículos envenenados, aunque más que a sus convicciones, ideas y creencias, a sus comportamientos y conductas no pocas de ellas, paganas y anticristianas. Es cierto también que el comportamiento romano que tuvieron con él fue, de igual modo, antihumano y anticristiano, salvándose de los desgarradores garfios de la «Santa Inquisición» gracias a la ayuda y protección de su amigo Federico el Sabio, Príncipe Elector de Sajonia.
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