Sé que soy incómodo, pero también el Papa Francisco lo es. Yo sé a quién pertenezco, cuál es mi partido, que es el de la Iglesia, y con quién debo estar
(Jesús Bastante).- «El padre Ángel es una de esas personas que encuentra planetas con vida en cualquier parte«. Seguramente, sea la frase que mejor define al presidente de Mensajeros de la Paz, que este mediodía presentó en la iglesia de San Antón «Padre Ángel, la humildad y la rebeldía» (Planeta). La autora del libro, y de la frase, es Lucía López Alonso, que ha construido un bellísimo y evocador conjunto de historias de vida, y de vidas, en torno a los más pobres de entre los pobres, los preferidos de San Antón.
Un libro «positivo y optimista», según apuntó la editora, Ángeles Aguilera, quien destacó que el ejemplar «es un libro de emoción y desde el corazón», que muestra el lado humano de un personaje muy conocido, «y que cree que un mundo mejor es posible».
«Es una obra colectiva», resaltó la responsable de la editorial, y a fe que lo demuestra cada una de las páginas de este libro, cada uno de los relatos que esconden historias de amor, de lucha y de esperanza. «Es una crónica de personas a las que la sociedad ha decidido poner al margen, y que corren el riesgo de ser abandonados». Fausto, Almudena, Leonardo, Candela… tantos y tantos rostros a los que Lucía logra poner voz, sueños, vida.
Lucía López Alonso subrayó que la obra «no cuenta solo la historia del padre Ángel, sino la de personas con las que él toma contacto, y a las que logra devolver la ilusión». Personas sin hogar que un buen día, hace casi dos años, empezaron a asomarse a esta iglesia abierta 24 horas, y que «nos fueron abriendo sus vidas». «Todos -apuntó la autora- han encontrado en el padre, en su mirada, cercanía y cariño, y en esta Iglesia, razones para volver a ilusionarse, y esa acogida que necesitaban».
Lucía recalcó las dos claves que dan lustre al libro: la humildad y la rebeldía, y defendió «la relación del padre Ángel con la pobreza», una relación que no está basada «en una caridad vertical, sino que él trata a todo el mundo igual». Como igual, pero diferente, es la pobreza de los que sufren en Benin, India, Perú o el barrio de Chueca. «Nadie tiene la culpa de haber nacido pobre».
En cuanto a su relación con los poderosos, Lucía destacó cómo «el padre se acerca a los políticos, porque las injusticias sociales suelen ser hijas de malas práctica políticas. Del mismo modo se acerca a los grandes empresarios, porque pretende arreglar ese problema que es la pobreza y del que algunos de los privilegiados somos responsables». Y ante ello, dan igual las críticas o la incomprensión. Esa es la rebeldía, la «denuncia constructiva» de la que habla el libro. Porque, como bien apuntó la autora, «la protesta también construye».
¿Puede un libro optimista y esperanzado hablar de hambre, pobreza, guerra o enfermedad? Lucía y el padre Ángel lo hacen posible, por la tercera clave de lectura: «el amor, que está presente en todos los personajes del libro y, sobre todo, en la figura del padre Ángel», un hombre que «se enamora de cada trabajo que hace, de cada persona que acude a él». Algo que se observa en San Antón. «Somos una familia, nos queremos todos, convivimos, si falta alguno al desayuno, enseguida nos preguntamos. Por eso esta iglesia también huele a café».
El gran protagonista de la presentación se mostró visiblemente emocionado, hasta el punto de que casi no pudo articular palabras. «En esta iglesia he gozado mucho», musitó, con la voz llorosa. «He gozado desde el primer día, y he llorado, y he visto todo lo que puede pasar. Hoy es otro de esos días buenos», acertó a decir, para recalcar que «éste no es un libro del padre ángel. Cuando lo leáis y lo compréis (todos los beneficios van para Mensajeros de la Paz), veréis que sí habla de mí en ocasiones, pero habla de las personas que han estado en Mensajeros de la Paz, hablan de Josué, de Fausto, de personas y niños rotos…».
Junto al altar de la presentación, el belén de 2015, con el «niño Jesús Aylan», en nombre de tantos niños muertos, de tantos cristos rotos. «A veces nos quedamos sin respiración al ver que hay muchos hombres y mujeres que vienen a este templo, y a veces no respiran. Huelen bien o mal, pero vienen aquí a tener un sitio donde poder estar y que nadie les moleste. Ese es el Cristo de esta Iglesia».
«Me arrepiento de no haber sido prudente, pero a la vez me alegro, porque si lo hubiéramos sido no hubiéramos abierto esta iglesia», confesó el sacerdote, quien defendió la sana rebeldía, también, contra el poder político. «Los que están en el poder se creen los dueños de la gente, y no es así, son servidores, como mucho administradores», apuntó, anunciando que «también voy a ir a ver a Donald Trump».
«Sé que soy incómodo, pero también el Papa Francisco lo es. Yo sé a quién pertenezco, cuál es mi partido, que es el de la Iglesia, y con quién debo estar», reveló el sacerdote, quien destacó que «el Papa es una bendición de Dios», aunque no quiso compararse con él. «Yo no soy ni rojo ni blanco, todos los colores tienen espacio». Como todos los hombres y mujeres, a todas horas, como esta iglesia 24 horas de San Antón en la que Dios, hoy, estaba más presente que nunca.
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