Cuento de Paqui Valenzuela

La cotilla de Belén

Sacado de: "Cuentos de Navidad", Paqui Valenzuela García y Nicolás Puente

La cotilla de Belén
Nacimiento

¡Cuánta luz! Ya lo veo. Es la de esa estrella encima del establo ¡Ya podía estar en mi casa! ¡Anda! Mira la niña. Pero si no vale pa' na'. Pequeñita, delgaducha. Con esa ropa tan vieja. Yo pensé que iba a ser de otra manera, no sé. Más mujer

(Paqui Valenzuela).- ¡Qué escándalo en la calle! Los vecinos comentando por todos los rincones; ¡Ha nacido el niño! ¡Que ya nació el niño! Bueno, a mí me nacieron cuatro y uno, pobre, se me murió. No vi a nadie alegrarse ni llorar… Voy a ver cómo será ese. Además, me ha dicho la hermana de la esposa de mi primo que la madre ya iba embarazada a la boda. Anda, seguro que es una buena lagarta ¡Vete tú a saber cómo es!

Y el marido, tan conformista, tan resignado, tiene que ser tonto de remate o algo malo tiene que tener ¿Quién se va a casar con una mujer preñada de otro? Y él -según dicen-, tan guapo, con negocio propio, de buena familia… Anda, vaya tribu de degenerados ¡Allá ellos! La verdad, a mí las vidas de otros no me interesan.

Voy a acercarme al establo. Seguro que habrá alguna vecina por allí y podremos hablar. Lo malo es que estoy dejando las cabras sin ordeñar, el queso sin hacer, el pan para la cena sin hornear ¡Bah!, después me doy prisa que para eso tengo unas manos que son un tesoro y acabo antes de ir a dormir.

¡Este camino de cabras me va a matar! Tengo los pies destrozados. A veces pienso: ¡Soy terrible, como me gustan los corrillos! Mi marido me lo dice, pero bueno, yo estoy siempre que me necesita, me casé, fui mujer con él, solo para él, no como otras… Esa parturienta, por ejemplo. A ver cuando él se acuerde de que otro hombre tomó su cuerpo primero… Mi Daniel está contento.
 A esta le hacía falta un buen escarmiento y ¡para casa de su padre! Ja, ja. ¡Ay, ¡Dios, perdóname! Soy terrible. Ja, ja.

No crean que les llevo mucho, un poco de queso y algo de pan. ¡Hombre, tampoco hay para más! Además, seguro que tiene ya bastante. ¡Andan todas locas por traer lo mejor de sus casas! ¡Anda ya! Ni que fuera el salvador del mundo.
 Ya estoy llegando. ¡Ufff, qué cansada estoy! Cuánta gente. ¿Esto qué es? Ni que fuera el día de mercado.

¡Anda! Si esta mi primo y su familia. ¡Mira! Y mi vecina, la que me decía que la parturienta tenía cara de engatusar a los hombres. Y hasta parecen que son felices, si serán ignorantes. No tenemos casi para comer, trabajando de sol a sol, nuestros niños con callos en las manos y ahora parecen que se han comido la felicidad. Menuda panda de borregos.

Voy a acercarme. ¡Eh! A ver, déjame pasar. ¿Qué pasa? ¿No habéis tenido bastante? ¿Qué regalan? ¿Abrigos para el invierno?

¡Cuánta luz! Ya lo veo. Es la de esa estrella encima del establo ¡Ya podía estar en mi casa! ¡Anda! Mira la niña. Pero si no vale pa’ na’. Pequeñita, delgaducha. Con esa ropa tan vieja. Yo pensé que iba a ser de otra manera, no sé. Más mujer.

¿Y él? Pues sí que se le ve enamorado. ¡Cómo mira a la niña! Se le sale la vida por los ojos. ¡Vaya dos! Yo creo que se quieren. ¡Qué rabia que el niño no sea de él! No sé, por lo menos será un buen padre. Se le ve el orgullo bien clarito en la cara.

Voy a acercarme un poco más, a ver si puedo ver al pequeño. ¡Cuánta gente! ¡Qué pesados! ¡Ay, qué bonito! Si tiene la luz de todos los niños en sus ojos. ¡Y qué manitas! Parece que dan ganas de seguirlas a donde nos quieran llevar. Pues sí que es bonito, sí. Mira qué labios ¡Esa boca tiene mucho que decir! ¡Ay! Y yo solo le he traído pan y queso. Es que soy…

Mala hora, un cobertor pequeño le hubiera venido bien y una jarrita de leche para la criatura. ¡Y lo tengo! No me di cuenta. Salí tan deprisa para ver a esta hermosura, que ni lo pensé. Voy a ver si puedo darle un beso. ¡Qué bonito es! ¡Cuánta luz tiene!
¡Ay, niñito mío! Te pido un favor: Mándale un ángel a mi hijito, era como tú cuando murió y se fue tan solito. Tan pequeñín. Manda y que me lo cuiden. Que le diga que yo no lo olvido y que cuando Dios decida que me reúna con él iré a acunarlo y le cantaré todas las nanas que quedaron en el aire.

Un besito, Niño Dios, volveré mañana y te traeré más cositas. Ahora, vuelvo a casa, tengo la faena a medio acabar. Pero, mañana, te prometo que estoy aquí. ¡Uy, qué mofletitos! Cuida de papá y mamá. Te quieren mucho. Se les ve en la cara. ¡Hasta mañana, Niño Bendito!

Sacado de: «Cuentos de Navidad», Paqui Valenzuela García y Nicolás Puente, ed. PeripeciasLibros.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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