Un libro de Julio Puente López

«Cataluña, entre la sensatez y el delirio»

"¿Por qué la sociedad catalana ha llegado a la situación de fractura sociopolítica actual"

"Cataluña, entre la sensatez y el delirio"
Manifestación independentistas

Ser buen catalán era identificarse con ese modelo monolingüe. Pero en realidad lo que se pretendía era no compartir el poder, era una forma de repartir prebendas entre los afines y asegurarse el control del dinero y del poder

(Redacción).- La obra «Cataluña entre la sensatez y el delirio. Prensa y opinión» intenta exponer y explicar por qué la sociedad catalana ha llegado a la situación de fractura sociopolítica actual. A modo de ensayo, trata de dar una explicación al auge del sentimiento separatista en estos últimos años. Se presta atención, sobre todo, a lo que los diarios han ido diciendo en los artículos de opinión de periodistas, escritores e intelectuales. El autor se pregunta si la prensa nos alertó sobre las consecuencias de las políticas de la Generalitat. La respuesta es fundamentalmente afirmativa.

Al hilo de la reflexión que los distintos escritores hacen en esos artículos de prensa se intenta hacer ver cómo unas determinadas políticas lingüísticas nos han llevado a la situación en que nos encontramos a principios de 2018. No ha sido la única causa que explica la situación en que nos encontramos; hay otros elementos que habría que considerar. Pero esas políticas han sido el factor decisivo para predisponer y configurar el ánimo y la mente de muchos ciudadanos catalanes.

Estas políticas, respaldadas, por otra parte, por los pactos para lograr apoyos parlamentarios que los distintos Gobiernos del Estado han ido firmando con los partidos nacionalistas, explican en último término y a la larga el auge de la causa del independentismo en Cataluña. Estas políticas que han tenido a la lengua catalana como centro de gravedad del sistema educativo, así como de la Administración autonómica, de los medios de comunicación públicos y de la prensa subvencionada, han ignorada a una gran parte de la ciudadanía de Cataluña que comparte con el resto de España la cultura y le lengua común del Estado español.

Son políticas que al autor le parecen contrarias al artículo 3. 1 de la Constitución española, ya que de hecho la lengua oficial del Estado, el español o castellano, deja de emplearse como lengua vehicular en la enseñanza y como lengua oficial habitual, junto con el catalán, de la Administración en Cataluña, en el Parlamento catalán y en los medios públicos de comunicación de Cataluña.

La razón para estas políticas lingüísticas injustas fue siempre una interpretación sesgada y abusiva del artículo 3. 2 y del artículo 3. 3 de nuestra Constitución. Nuestra Constitución habla de «respeto y protección» de las distintas «modalidades lingüísticas de España». Pero se supone que manteniendo el artículo 3. 1 anterior, que establece que la lengua oficial del Estado es el castellano.

Lo grave de esta situación no es solamente que no se está permitiendo el ejercicio de ese derecho a los castellanohablantes y no se está observando la norma constitucional que establece el español como lengua oficial del Estado. Igualmente grave resulta que con ello se transmite a todos el claro mensaje de que lo español no sirve para representar lo catalán. Se niega la Cataluña real.

¿Por qué se hacía esto? Porque había un proyecto de construcción nacional cuyo objetivo último era la secesión. Se quería separar a Cataluña del resto de España. La lengua catalana era la piedra angular de ese edifico nacionalista. Se quería una escuela exclusivamente en catalán para conseguir también una sociedad monolingüe.

Ser buen catalán era identificarse con ese modelo monolingüe. Pero en realidad lo que se pretendía era no compartir el poder, era una forma de repartir prebendas entre los afines y asegurarse el control del dinero y del poder en una sociedad que los secesionistas consideran una posesión exclusiva de ciertas familias de la tradicional burguesía catalanohablante.

¿Y cómo se ha podido actuar impunemente contra los intereses de la nación española, de la sociedad en su conjunto, también de la misma sociedad catalana en toda su diversidad? Porque siempre se argumentó que había que hacer una discriminación positiva a favor del catalán, ya que había sido perseguido durante la dictadura de Franco. No se quería separar a los alumnos en razón de su lengua materna. Ello favorecía la cohesión social, la paz social. Fue un cebo atractivo que escondía el anzuelo que ha quedado al descubierto este último otoño.

Lo que ha habido es claramente una conculcación de los derechos de una gran parte de la población. Unos gobiernos profundamente injustos han discriminado e ignorado a la población castellanohablante. Y mientras, se ha señalado un enemigo exterior, un chivo expiatorio. Se ha aprovechado todo para culpar a España: las sentencias del Tribunal Constitucional respecto al nuevo Estatut, que, por cierto, apenas nadie reclamaba, o las políticas económicas del Gobierno central. España, dijeron, les robaba.

Cuando se fue haciendo patente, por las denuncias de la prensa y de los tribunales, que las políticas nacionalistas eran injustas y discriminatorias, que los gobiernos nacionalistas se estaban olvidando de la mitad de la población catalana y cuando algunos de los dirigentes nacionalistas empezaron a ser investigados por corrupción, pensaron los políticos afectados que había llegado el momento de jugarse el todo por el todo e incitar a la población adoctrinada durante décadas a salir a la calle para exigir el llamado derecho a decidir sobre su futuro en un referéndum. La demagogia y el populismo encontraron unas mentes dóciles en aquellos que durante décadas habían sido adoctrinados en el credo del nacionalismo excluyente. Así se llegó a los acontecimientos que todos hemos conocido en el otoño de 2017.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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