El director de la revista 21 presenta '¿Qué pinta Dios hoy?' (San Pablo)

Fernando Cordero: «Lo importante es que la Iglesia establezca un puente con la cultura actual»

"Ahora estamos en una Iglesia-comunión en la que el laicado tiene un rol fundamental"

Fernando Cordero: "Lo importante es que la Iglesia establezca un puente con la cultura actual"
El director de la revista 21, Fernando Cordero, sscc RD

Muchas veces parece que las instituciones religiosas son como un dinosaurio en el que ha cambiado el ecosistema y, entonces, o echan mano de los laicos o ya no pueden subsistir

(Jesús Bastante).- Fernando Cordero es director de la revista 21 y autor del nuevo libro Qué pinta Dios hoy. Imágenes y metáforas para comunicar la fe (San Pablo). Desde ambos proyectos explica que lo importante es que «el producto ‘religioso’ sea algo que guste y que se pueda comparar con otro tipo de prensa social, cultural o de otro ámbito», ya que «si eres auténtico cala, y en la Iglesia se están haciendo esfuerzos en ese sentido de una manera muy natural».

Hoy nos acompaña Fernando Cordero, religioso de los Sagrados Corazones y compañero.

Exacto, y compañero periodista.

Eres director de la revista 21. Estáis próximos a cumplir el centenario.

Sí, el centenario se va cumplir precisamente ahora, en el mes de mayo. Un mes muy especial para la revista por llegar a este número 100.

Cien años es difícil para cualquier publicación, y para una revista cristiana en España, más todavía; hay pocos ejemplos de esta repercusión.

Sí. Es un hito importante para este tipo de periodismo. El hecho de haber podido estar presentes durante tantas décadas, y los cambios que esto conlleva; ser testigos de los cambios en la Iglesia y en el mundo. Y también de los cambios actuales.

Esta revista nace en 1918, en plena Primera Guerra Mundial. Han pasado dos guerras mundiales, una guerra civil…

Fue una intuición que tuvo el padre Calasanz Baradat, que era un hombre con mucha inquietud por transmitir la devoción del Corazón de Jesús, y que se apoyó en este medio que, poco a poco, fue cambiando mucho. Y siempre ha tenido una vocación de estar muy conectado a la realidad; espiritualidad pero también noticias de lo que pasaba en el mundo y en nuestras misiones aquí, en España. Una combinación de espiritualidad y compromiso social.

Esto, a veces, es complicado. Y más en los tiempos que corren, donde lo que suena a Iglesia parece que tiene que estar en un sitio distinto del de la sociedad. Y, sin embargo, tenemos un hueco, confesional y aconfesionalmente hablando, para contar.

Yo creo que sí, que lo que decía Benedicto XVI del atrio de los gentiles es, también, algo muy necesario y que se puede dar. Muchas veces nos dicen que nuestra revista no parece una revista religiosa, pero sí que tiene contenido religioso, también social y pastoral.

Creo que lo importante es que se establezca un puente con la cultura actual, que es uno de los grandes desafíos que tenemos como Iglesia.

No parece una revista religiosa pero, ¿qué imagen tenemos de lo religioso? Puede que sea esto lo que nos hacer ver las cosas como religiosas o no.

Claro. El tipo de edición, de contenido y de diseño, es muy moderno, muy bien hecho y muy atrayente. Pienso que el producto «religioso» tiene que ser un producto que guste y que se pueda comparar con otro tipo de prensa social, cultural o de otro ámbito.

Tu libro va un poco también de eso. Publicas con la editorial San Pablo, en la colección Mambre, un libro que se llama «Qué pinta Dios hoy. Imágenes y metáforas para comunicar la fe». ¿Por qué este libro? ¿Qué pinta Dios realmente? ¿De dónde surge esta idea?

Primero, de una inquietud pastoral porque cuando he estado en parroquias en Andalucía, o ahora que estoy en el Col·egi Padre Damián en Barcelona, creo que es fundamental de cara a la conexión con los chavales, con los alumnos y con las familias, que intentemos expresar la fe con imágenes y con metáforas. Y si hay una imagen de por medio, la dinámica de la eucaristía, de la homilías, es distinta; se atrae mucho más la atención. Conectas con elementos que son muy familiares para ellos. Los chavales encajan muy bien este tipo de lenguaje, aunque el lenguaje no lo sea todo, porque también tiene que haber una comunidad cristiana detrás, un compromiso.

Hoy echar mano de las metáforas, de las imágenes, de los medios de comunicación; de tantos campos semánticos como tenemos, es muy interesante para transmitir la fe con alegría. Y también con la invitación que nos hace el papa Francisco porque, en «Evangelii Gaudium» él dice muchísimas veces esto de utilizar imágenes y metáforas. Cuando lo leí pensé: «mira, no estoy tan descaminado».

El libro es, en realidad, la vida cristiana puesta con imágenes y metáforas.

La portada es del genial Fano. Supongo que tendréis una buena relación, siendo los dos del sur.

Pues sí, la verdad es que tenemos una amistad muy grande, después de años trabajando juntos en muchos proyectos, y siempre, además, con mucha conexión. De hecho, el libro se va a presentar en Málaga en el mes de abril y estaremos en al parroquia de Fano. También visitaré el colegio donde él trabaja, que es en los Asperones, un colegio de gitanos donde él realiza una labor muy interesante. Fano es el dibujo y el compromiso a la par. Y una vivencia eclesial con mucha creatividad, que yo no sé de dónde saca tiempo este hombre.

Hablábamos de comunicar, de las imágenes, de las metáforas; del lenguaje. El Evangelio y la labor de los cristianos de evangelizar no es otra que la de comunicar la buena noticia, la de llevar ese mensaje.

¿Cómo llevamos el lenguaje hoy? ¿Lo sabemos hacer bien? ¿Los cristianos tenemos muchos déficits? ¿Hay algún tipo de pautas, de claves para aprender a comunicar mejor ese mensaje en el mundo de hoy? Lo pone muy bien Fano en la portada; el consumo, lo visual, lo audiovisual, las redes sociales que, por otro lado, también nos individualizan demasiado…

Yo creo que se hacen grandes esfuerzos, por parte de las parroquias y de las comunidades cristianas, por intentar no solo adaptar sino por hacer una traducción del lenguaje de la fe al día de hoy.

También es cierto, -y todos somos conscientes- de que hay algunas homilías, algunas maneras de transmitir poco atrayentes… Me parece que el Papa, cuando habla de la alegría del Evangelio, habla de una actitud, de una manera de comunicar y de vivir, de una manera de contagiar. El verbo contagiar me gusta mucho por lo que decía el padre Damián de Molokai: «vivir creyéndote lo que estás viviendo». Y, al mismo tiempo, decía: «me siento el misionero más feliz del mundo».¿Cómo puedes estar tan feliz estando enfermo de lepra?

Creo que hay intentos muy buenos de intentar transmitir el mensaje con los medios de hoy. Y hay muchísimas personas haciéndolo: cantautores, dibujantes, periodistas, youtubers; un montón de gente que está haciendo una labor muy interesante.

Tengo la percepción de que ayuda mucho el vivir la fe en red; que intentemos ayudarnos unos a otros. Está Vida Nueva, vosotros, San Pablo, PPC… Y muchísimas editoriales, como Edelvives. Hay un interés por trabajar y por estar juntos. Por ejemplo, en Cataluña está Cataluña Cristiana. O la diócesis de Málaga… Siento que todos intentamos colaborar y nos apoyamos; en España hay una variedad enorme de profesionales que son grandiosos.

Es una oportunidad que tiene una parte muy buena, que es la de poder trabajar en red, por fin. Y otra que es un desafío, porque esa oportunidad genera también prejuicios y temores infundados. Nosotros, a veces, tenemos esa sensación de creer que otros piensan que están compitiendo contigo. Como si la red, en este caso internet, no fuera algo absolutamente libre, donde puedes entrar en todos los portales -porque esto no es un kiosco donde tienes que pagar-; puedes entrar en todos y podemos ser perfectamente compatibles. Es una sensación de competitividad mal entendida, que tenemos que aprender a superar.

Creo que sí, que nos queda pero que estamos en una buena línea. Yo vivo en Barcelona, vengo mucho a Madrid y veo que hay un esfuerzo de las diferentes entidades, también de la Conferencia Episcopal, de ese intentarnos ayudar y apoyarnos unos a otros. Y realmente los productos son diferentes y hay un público muy variado también. Pero en ocasiones necesitamos apoyarnos y ayudarnos.

A mí me interpela mucho José Beltrán, el director de Vida Nueva, porque creo que él también tiene esta idea muy arraigada. De hecho, también colaboro en Vida Nueva además de estar en «21». Y abierto también a estar con vosotros y a poder estar con otros; ojalá tuviéramos más tiempo y pudiéramos dedicarnos más. Pienso que comunicamos si hay comunión, y que la imagen de la red es fundamental.

Nos remite a Jesús; los discípulos casi todos eran pescadores: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres».

Y en esa red cabemos todos. Y, como dice Fano, -que lo dice muchísimo-, es «el milagro de internet», donde unos dibujos pueden llegar a cualquier parte del mundo, o una noticia; tenemos unas ventajas para la fe enormes.

Cierto que esa implantación, sin internet sería completamente imposible; es impresionante la repercusión que puedes tener desde aquí en cualquier lugar del mundo. Internet es, en cierto modo, ese paradigma de la globalización de la comunicación. Y también en la Iglesia que, seguramente sea la única institución realmente global del mundo. Per se, debería ser el mecanismo natural para seguir llevando el Evangelio en el mundo de hoy.

Pues a mí, la verdad, es que me encanta, porque tiene una potencialidad enorme. Y fíjate que al principio, hace unos años, solo podíamos poner noticias o una foto, y ahora está la posibilidad de los vídeos. Hay una interactividad que cada vez nos sorprende más, también sin gastar demasiado; con poco presupuesto se pueden hacer cosas muy bien hechas como, por ejemplo, toda la experiencia de la televisión diocesana en Málaga. España ha tenido experiencias pioneras muy grandes. Y muchas veces me sorprende cómo los suscriptores, desde cualquier punto de España, a través de la redes sociales, interactúan entre sí. Es decir, que ya no es el medio el que ofrece las opiniones, sino que también lo hacen pequeñas comunidades virtuales.

Y, sin embargo, con todas las oportunidades que tenemos y todas las cosas que se están haciendo, ¿por qué la imagen de la institución sigue siendo la que es? En España no es la mejor. Es verdad que el papa Francisco sí que tiene una imagen muy positiva. Pero la institución la tiene por los suelos, al menos en nuestro país.

Ya. Pero también está habiendo una evolución en todo lo que dice el Papa de los pastores con olor a oveja. Mira: nosotros, por ejemplo, la semana pasada tuvimos la visita del obispo auxiliar de Barcelona, Antoni Vadell, y estuvo toda la mañana con los chavales, que le hicieron preguntas de todo tipo. Pienso que hay un cambio de paradigma en la cercanía, en el estilo. Que hay un cambio a la hora de la proximidad; de creerse esa proximidad. Y también, a la hora de comunicar. Por ejemplo, el cardenal Omella también es muy narrativo; en sus cartas cuenta siempre muchas historias. Y en sus homilías. Es muy atrayente a la hora de comunicar. Pienso que él es muy auténtico, igual que el Papa. Si eres auténtico cala, y en la Iglesia se están haciendo esfuerzos en ese sentido de una manera muy natural.

De verdad que me sorprendió el otro día Antoni Vadell con su cercanía hacia los chavales y su disponibilidad. De manera que es un momento en que te sientes arropado también por los pastores.

¿Crees que es un camino de no retorno, eso de pastores con olor a oveja, que sepan de lo que están hablando y que están conectados con el mundo, para que cuando llegan los chavales, -que no tienen por qué tener una vida eclesial muy profunda y que tienen problemas muy mundanos- poder ofrecer respuestas y poder escuchar? ¿Crees que esto ha venido para quedarse en el episcopado?

Hombre, yo no soy un analista muy autorizado, pero creo que sí, tengo esperanza en que esto no es una cuestión de estética, sino que es una convicción profunda. Una convicción que viene desde el Vaticano II y el papa Juan XXIII, de la manera que tuvo de comunicar él también. O del papa Pablo VI. En fin, tenemos una serie de papas, además santos, que han sabido comunicar.

Esta era de Francisco es una era muy importante, de cara a los obispos y de cara al pueblo de Dios, de una Iglesia sinodal, de caminar todos juntos. Esto lo repite el Papa muchísimo, pero pienso que además es verdad.

Da la sensación de lo repite mucho porque quiere que nos lo creamos y nos comprometamos. Porque si, al final, conseguimos que sea el Papa el que nos obligue a ser sinodales, estamos haciendo un huevo con dos yemas; esto tiene que salir también desde abajo. La corresponsabilidad tiene que venir porque los laicos y el resto de la Iglesia asumamos este compromiso.

Y de esa misión compartida, de la que tanto se habla y que también aparece en el libro. Muchas veces parece que las instituciones religiosas son como un dinosaurio en el que ha cambiado el ecosistema y, entonces, o echan mano de los laicos o ya no pueden subsistir. Yo creo que ahora estamos en una Iglesia-comunión en la que todos tenemos un papel, todos tenemos que apoyarnos y, desde luego, el laicado tiene un rol fundamental.

Y no tanto por necesidad de supervivencia cuanto por convencimiento.

Yo creo que es, también, la eclesiología del Vaticano II. Es lo que nos pide hoy la Iglesia y está tan inspirado en el Evangelio. Otra cosa sería un poco extraña, ¿no?

Hablas de imágenes y metáforas para comunicar la fe: ¿te puedes quedar con alguna? A la hora de hacer el libro ¿hay alguna que te haya llamado especialmente la atención? ¿O que haya puesto un germen en ti o en la gente que trabaja contigo?

Pues yo creo que todas -de alguna manera están seleccionadas- me han impactado. Y también muchas son de otros autores, de otros periodistas, de otros pastoralistas; de esa idea de red.

A mí me ha gustado mucho la de los padres drones, ya que estoy en un colegio. Esto de los padres drones viene de un artículo de una carta al director en «La Vanguardia». Exponían que hoy día hay padres que quieren saber dónde se sienta su hijo pequeño y a cuántos metros tiene que estar del compañero que no le hace gracia; de los padres que continuamente están vigilando al profesor, de todos los whatsapp que llegan a mandar.

Estos padres drones que vigilan tanto, también deben entender la importancia que tiene que cuidemos a los profesores, de que nos fiemos de ellos. Porque, yo creo que hoy en día la escuela se está renovando también, a través de la innovación y de las nuevas metodologías, con un impulso muy grande. Que es bueno que las familias confíen en la escuela.

Sí porque, el de los docentes es, probablemente, uno de los colectivos más importantes y menos cuidados, cuando resulta que estás dejando a tus hijos durante mucho tiempo con ellos. Forman una parte fundamental de la formación de los futuros hombres y mujeres de este país y están muy desprotegidos.

Dicen nuestros mayores que antes no se cuestionaba a nuestros maestros. Hoy, la cosa ha cambiado mucho. También es verdad que el trato con los alumnos es un trato muy cercano. Yo, que estoy mucho con adolescentes, me lo paso muy bien porque son muy divertidos. Pero tienes que entrar un poco en su mundo y ver cómo ellos piensan, cómo reaccionan; sus cosas.

¿Se puede seguir siendo maestro en el mundo de hoy, entendiendo por maestro alguien que es un ejemplo también para el alumno, alguien en quien confían y cuya opinión tienen en cuenta?

Creo que la importancia del maestro no es solo la de alguien que puede transmitir una serie de conocimientos, sino en que es alguien que transmite una manera de ser, de saber ser: ahora, que necesitamos tantas tecnologías para poder hacer, ser capaces de ser. Esa es una de las grandes transmisiones que puede hacer un educador. Muchas veces pienso si mis alumnos me recordarán por mis clases de religión o de filosofía, me recordarán más por el trato, por lo que nos hemos reído juntos o por cosas que han ido sucediendo.

O por todo un poco, porque pasas muchas horas con ellos.

Y el estar en el patio con los profes… Es muy rico.

Yo estoy ahora en una situación como la catalana. Creo que el que mis alumnos se sientan queridos, o lo profesores, por alguien que no es de allí pero que al mismo tiempo se siente muy acogido es también, un poco, una parábola de la función que tenemos que tener en esta sociedad de tender puentes, y no crear tantos muros. He intentado aprender catalán y literatura catalana; estas cosas que a mí me encantan. Me siento muy integrado en ese entorno y en ese «estar en red».

Una pregunta que tiene que ver con tu título: ¿Pinta algo Dios hoy? Y de hacerlo, ¿qué?

La verdad es que el título es de la mujer de Fano, que estuvieron en mi pueblo, en Algodonales, en Cádiz. Y María, que es la primera en armar lío, dijo: «yo creo que ese libro se tiene que llamar ¿qué pinta Dios hoy?». Y lo anoté en una servilleta, porque me pareció una idea buenísima.

Es una pregunta retórica. Yo creo que sí, que Dios tiene mucho que pintar hoy; tiene que pintar mucho en la sociedad, en la vida de la gente.

Hace unos días entrevistaba para «21» a Antonio Pampliega. Por su libro «En la oscuridad» y toda la experiencia del secuestro en Siria, se emocionaba. Y decía: «¿por qué no puedo hablar yo de Dios con toda naturalidad?»

Contó que él tuvo dos pilares en su secuestro: Dios y su familia. Después, le pregunté si había seguido cuidando esa relación con Dios, y la verdad es que sigue cuidándola. Pero le extrañaba mucho que la gente se extrañe de que él pueda hablar de Dios. Y lo dice un periodista de la talla humana y profesional que tiene Antonio.

Entonces, sí, creo que Dios tiene mucho que pintar en tantas situaciones. Y no solo en las difíciles, sino también en las cotidianas; sentir su compañía. Y la sentimos, porque a veces nos metemos en unos berenjenales de proyectos, de historias…

Me suelen preguntar de dónde saco tiempo para todos esos berenjenales. Este libro, la verdad que tenía un poco de pereza por sacarlo; ha sido un pequeño esfuerzo y ahora estoy muy contento.

Además es un libro que yo puedo utilizar en las escuelas, con padres, y en la comunidad, para entender esas pequeñas metáforas que son las que nos llevan al mensaje. El propio Jesús no paró de utilizarlas.

En su prólogo Fernando Mosteiro, que es el del blog «Odres Nuevos», -otro que está en red- dice que el libro, más que un libro es una herramienta. Y a mí lo que me gustaría es que el libro fuera una manera de situarte en la realidad. Y que cada uno fuera capaz de sacar sus propias metáforas: en cada lugar hay elementos muy propicios para actualizar esas metáforas y esas imágenes.

Estamos en una cultura, la española, que es una maravilla por los grandes recursos que tenemos culturalmente. Y hablando de cultura, no se puede olvidar nuestras raíces cristianas; no se pueden obviar.

Está en el lenguaje del día a día.

El libro es un esfuerzo por acercar. En algunas cosas habrá salido mejor y en otras no tanto. Pero yo creo que trata de inspirar, para que cada uno pueda poner sus propias metáforas y sus propias imágenes.

Y además está magníficamente ilustrado por Fano.

Fernando Cordero, «¿Qué pinta Dios hoy?. Imágenes y metáforas para comunicar la fe» de San Pablo.

Muchas gracias y muy buena suerte con el libro, en «21» y en el centenario, al que nos gustaría acompañaros: no todos los días se cumplen cien años.

Yo creo que sí, que estaréis. Y con toda esta gran familia en red de los medios de comunicación de Iglesia y de no Iglesia. Con todos con los que podamos celebrar este centenario de, como decimos: cien años moviendo corazones.

Sigamos moviéndonos. Muchas gracias Fernando.

A vosotros.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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