"La Biblia me había dado nueva vida"

La Biblia de la historia de María

"Cada vez que la tomo, siento la misma emoción que cuando engendré a mi primer hijo"

La Biblia de la historia de María
Biblia vieja

La envío a Estella, para que la coloquen en un lugar de honor en vuestro museo bíblico y como testimonio de lo que el pueblo africano siente por la Palabra de Dios

La Editorial Verbo Divino de Estella (Navarra) recibía en las Navidades de 1996 un paquete de aspecto lamentable, atado con cuerdas y roto por todas partes. Se trataba de un ejemplar de la Biblia en Kinyaruanda (la lengua de Rwanda), editada en Estella el año 1990. La enviaba un misionero desde un campo de refugiados en Tanzania junto con una carta que explicaba la singular historia de esta Biblia y la de María, una mujer ruandesa de 40 años, dueña de la misma.

Cuenta el misionero que conoció a María, en una reunión bíblica, y cuando él pidió que todos los participantes levantaran en alto la Biblia, le llamó poderosamente la atención la Biblia rota y deformada de María.

He aquí el testimonio de María y de su experiencia vital de refugiada, acompañada siempre de su Biblia:

«Yo había participado en un seminario bíblico -comenta María-. Por esta razón, durante la Eucaristía, mi párroco me hizo entrega de la Biblia. Cuando la puso en mis manos, delante del altar, percibí la misma sensación que cuando apoyaron sobre mi regazo a mi primer hijo. Al recibirla, con agradecimiento y emoción, sentí que era la Biblia la que me engendraba a mí. La Biblia me había dado nueva vida. Cada vez que la tomo, siento la misma emoción que cuando engendré a mi primer hijo. Reconociendo que es la Palabra la que ahora me sigue engendrando a mí. En la primera página de la Biblia encontraréis escrito por mí el nombre de mi hijo mayor, Uwamahoro, que significa «El de la paz», esa con la que seguimos soñando tanto los ruandeses.»

Esto sucedía en el año 1991. Siempre con la Biblia Ntagadifu a cuestas, María vivió tres años como refugiada: dos en Burundi y un tercero en Keza, Tanzania.

«Cuando tuvimos que salir de Rwanda, metí la Biblia en una cacerola, por si llovía. Siempre la porté sobre mi cabeza… Junto con mi marido y mis siete hijos, cada noche leíamos la Palabra… Bueno, de noche no, sino a la puesta del sol, ya que no podíamos comprar petróleo para encender nuestras lámparas…»

Pero, repentinamente, María y toda su familia se vio forzada a abandonar Burundi. Tanzania sería el nuevo destino.
«La marcha fue muy rápida y trágica -recuerda María-. No tuve tiempo para coger la cacerola en la que protegía la Biblia de la lluvia. Los soldados nos asaltaron a tiros. La familia se dispersó. Tomé a mi bebé y envolví la Biblia con un trozo de manta. Mi hijo a la espalda y mi Biblia sobre la cabeza. Gracias a Dios, toda la familia nos reencontramos junto al río…»

Fue entonces, al tratar de cruzar el río, cuando un mal movimiento le hizo a María perder el equilibrio. La Biblia cayó al agua…

«Como Moisés en su cesta de mimbre, -añade María- la Biblia flotaba junto a mí. La agarré enseguida. Llegados a la otra orilla, lo primero que hice fue extenderla al sol para que se secase. Las tapas estaban rotas. Mi marido supo coserlas con un hilo que nosotros mismos hicimos. La imagen de Cristo en la última página permanecía con los ojos muy abiertos, resucitado… Esta es la historia de mi Biblia de cada día. Gracias a los que me la regalaron…»

Así fue cómo este magnífico ejemplar de la Biblia en Kinyaruanda, llegó a manos del misionero mallorquín Miguel. Como él mismo dice: «Me hubiera gustado guardarla para mí, pero la envío a Estella, para que la coloquen en un lugar de honor en vuestro museo bíblico y como testimonio de lo que el pueblo africano siente por la Palabra de Dios.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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