Su viaje, sin embargo, se vio interrumpido cuando llamó a sus superiores para pedirles permiso de continuar hasta Nueva York
El voto de obediencia salvó a un jesuita de morir en el naufragio del «Titanic», al ordenarle su superior que descendiera del barco antes de que éste naufragara en aguas del Atlántico Norte hace ahora un siglo.
Se trata de Frank Browne (1880-1960), religioso irlandés que, según publicó ayer el diario vespertino vaticano «L’Osservatore Romano», se embarcó el 10 de abril de 1912 en el viaje inaugural del «Titanic» con un boleto que le regaló su tío el obispo Robert Browne, válido hasta la escala irlandesa de Queenstown.
En los primeros días de viaje, el jesuita, amante de la fotografía, tomó numerosas imágenes del barco, de los pasajeros, de la tripulación, del capitán del crucero, Edward Smith, y algunas personas famosas que viajaban en la nave. Su viaje, sin embargo, se vio interrumpido cuando llamó a sus superiores para pedirles permiso de continuar hasta Nueva York, ya que una pareja de estadounidenses con la que había hecho buena amistad estaba dispuesta a regalarle el pasaje hasta la ciudad.
Sus superiores le ordenaron que descendiera del barco nada más llegar a Queenstown, orden que obedeció. El 14 de abril de 1912, pocas horas después de que zarpara el barco de Queenstown, se produjo la tragedia, en la que murieron 1,517 personas al hundirse la nave tras chocar con un iceberg.
Las fotografías del jesuita fueron el último testimonio gráfico del «Titanic». Algunas se usaron en la película de James Cameron, entre ellas la de un niño que juega con un aro en uno de los puentes del transatlántico.
(Rd/Efe)