Dejar de centrar la economía en la productividad y colocar a la persona en su centro. Ése es, en esencia, el mensaje papal, que entienden a la perfección en países como Corea o China
(José M. Vidal).- El ‘efecto Francisco’ prende en Corea y, desde allí, se expande por toda Asia. El carisma personal del Papa y su doctrina de la misericordia y de la consolación comienzan a abrir un boquete en el, hasta ahora, impermeable telón de bambú asiático. Jorge Mario Bergoglio concluye su visita apostólica a Corea del Sur y vuelve a casa, tras haber afianzado su autoridad moral global, y, sobre todo, después de haber dejado abierta la puerta para la penetración en profundidad del catolicismo en Asia.
En Corea bautizaron al Papa con el poético nombre de «la estrella que guía el mundo». Y, desde Corea, toda Asia se rinde a sus «encantos». Fundamentalmente, tres: su sencillez de pastor vestido de blanco, su actitud de humilde altavoz de un mensaje de justicia social y de esperanza, y su incidencia en la misericordia y la consolación en un continente herido física y espiritualmente.
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