Eran niños de la calle, estaban desesperados y, de pronto, alguien les dio un kalashnikov; dispararon y se sintieron dioses
(Jesús Bastante).- Juan José Aguirre es obispo de Bangassou, en Centroáfrica. El cineasta Javier Santamaría ha rodado gracias a su inspiración el documental El corazón de África, que saldrá a la luz a finales de año. Porque Juan José es un ejemplo de que «con la paz se llega a todo», como el Papa Francisco, que tras reclamar diálogo en otras partes del mundo pronto va a acercarse a los riesgos de ese continente al que, como al pez del proverbio, nunca se le ven las lágrimas cuando llora.
Javier, eres el director de una película documental que saldrá para Navidad: un docudrama llamado El corazón de África.
(Javier Santamaría) Eso es. Cuenta la historia cotidiana de Juan José, la lucha en el corazón de África, los problemas que tiene el monseñor en Bangassou.
Sería muy bueno que el Papa Francisco la pudiera ver antes del estreno, porque a finales de noviembre viaja a esa realidad del corazón de África, uno de los lugares más complicados del planeta, como sabéis mejor que nadie.
(J.J. Aguirre) Tendremos seguramente la alegría y la suerte de poder verlo, viene dos días. Esperamos mucho de su visita, de sus palabras, y la espera es muy bonita. Esperamos mucho de su presencia y hablo en plural porque no lo hacemos sólo los católicos, sino los protestantes, musulmanes… todos aquellos que estamos en África viviendo una experiencia de calvario muy grande desde que hace tres años saltó por los aires completamente todo el panorama político. Por eso pensamos que el Papa puede revelarse extremamente importante y darnos pistas para poner orden.
¿Qué se va a encontrar el Papa cuando visite ese corazón de África?
(J.J. Aguirre) Un país dividido. Todo el norte lo tienen los musulmanes Seleka, que controlan avasallando. En el este, encontrará a los Anti-Balakas, violentos y radicales contra los musulmanes, a pesar de que hay que tener en cuenta que en Centroáfrica existen miles y miles de musulmanes moderados que tienen que sufrir esa situación. La tercera zona es donde yo estoy: en Bangassou musulmanes y no musulmanes conviven en paz desde hace años. Hace falta ponerse de acuerdo para caminar en paz, si no iremos más bajo de la bancarrota en la que ya estamos.
Hace poco todos los obispos de Centroáfrica pudieron estar con el Papa. Coincidió con tu problema de salud, pero después pudiste hablar con él. ¿Cómo estás de salud?
(J. J. Aguirre) Los médicos dicen que progreso adecuadamente. Tengo nueve muelles en el corazón. Me han dicho que aquí en España, con tres o cuatro muelles, ya recibes la jubilación anticipada, pero yo no siento que tenga esa necesidad, así que dentro de dos semanas me vuelvo a mi vida en Centroáfrica, con mi gente. Contar sus lágrimas, estar con mi pueblo, para mí es significativo, así que espero que Dios reparta suerte y me dé salud.
Hubo un momento en el que sí pensaste no en jubilarte, sino en pedir cierta ayuda…
(J. J. Aguirre) Un obispo auxiliar, sí, porque me ayudaría descargar parte de mi responsabilidad. En él, si Dios quiere, un día la descargaría toda poniéndome al margen… Dios nos va diciendo por dónde tenemos que ir.
¿Qué te encontraste cuando fuiste a Roma? ¿Cómo fue tu encuentro con Francisco?
Fue un encuentro muy agradable: él es una persona tremendamente cariñosa. Es alguien frente a quien te sientes a gusto, no hay barreras sino espíritu. No hace que te cohibas sino que te relajes. De hecho, no pude llamarle «Santidad»; le dije «Padre Jorge». Te viene espontáneo. Luego ya te das cuenta de que estás delante del Santo Padre… Terminó diciendo, como siempre, que rezase por él, que lo necesita. Fue una experiencia muy bonita y edificante.
Este Papa, en comparación a Juan Pablo II, viaja poco, pero los viajes son muy intensos, eso sí. ¿Cómo se consigue que el Papa sepa lo que ocurre en la República Centroafricana, que ni es el país más grande del mundo ni el más conocido mediáticamente? Gracias a películas como la que tendremos este invierno podremos acercarnos más a su realidad. ¿Cómo se gestiona, después, que el Papa vaya a conocer ese país pequeño en circunstancias peligrosas?
(J.J. Aguirre) Es algo que depende de la Nunciatura, que es la que hace las gestiones importantes. El Papa ha hablado de nuestro calvario enorme: llevamos tres años en esta situación, casi como su Pontificado. Oímos varias veces esas referencias a nosotros en los ángelus dominicales del Papa y entonces nos dimos cuenta de que no le éramos tan desconocidos como país. Le pedimos directamente que viniera y se ha decidido, porque no le falta coraje. Tampoco tiene pelos en la lengua, así que dirá lo que tenga que decir y vendrá a donde tenga que venir con la seguridad de que el Señor le va a proteger, aunque yo pienso que se va a meter en un avispero.
Esa fuerza que tiene también está en los textos del arzobispo de Bangui, el imán de la mezquita y el pastor protestante que completa un tándem que predica la paz. Con la guerra no se consigue nada.
Como ese abrazo ecuménico en Jerusalén…
(J.J, Aguirre) Exactamente. Ese abrazo del Papa lo repetimos en Centroáfrica a menudo. Yo tengo un muy amigo en Bangassou que es comerciante libanés y musulmán. El imán de la mezquita de Bangassou también es muy amigo mío y acaba de enviarme un saludo diciéndome que están rezando en la mezquita para que yo vuelva. Hay una comunión muy grande y reflejarla también ha sido la intención de la película: dar una idea de la realidad también desde esta perspectiva.
Javier, ¿cómo se te ocurre ir a Centroáfrica? ¿Cómo conoces a Juan José y por qué te quedas más tiempo del que pensabas?
(Javier Santamaría) Son cosas que ocurren en la vida casi por casualidad. Un amigo de Córdoba, director de cine también, me habló de monseñor cuando yo venía de rodar en un resort fantástico de Sydney. De repente el contraste me impresionó y quise conocer a esa persona. Mi equipo de rodaje, el que me había acompañado en Sydney, me dijo que no iba a meterse en Centroáfrica, entre la selva y la guerrilla, así que me fui solo. Tenía claro que no quería dejar la historia. Encontré a monseñor y fue una experiencia alucinante: su excelente obra, su trabajo. Y ahí paré: rodé la película pero no sabía qué hacer con ella. No sé si hice esas cintas para encontrarme a mí mismo…
Al final, empezamos a hacer un informe semanal. Superamos al fútbol y Rouco nos mandó una carta dándonos la bendición. Entre la televisión y el cardenal había un gran espacio de interés, así que con la Universidad Cardenal Oria de Valencia produjimos una pequeña historia de valores: la guerrilla, unos hermanos, Juanjo y la Fundación Bangassou. Se trata de explicar una de las cosas que ocurren en África. Una pequeña parte de toda la batalla que tiene monseñor allí.
Juanjo, ¿cuál es la clave para acabar con la masacre? Niños soldado, niñas secuestradas… ¿Cómo hacer resplandecer toda la belleza del corazón de África y sus personas frente a esta miserable violencia?
(J.J. Aguirre) Me haces la pregunta del millón. Yo no tengo la clave, ojalá la supiera… Lo cierto es que estamos mejor que como estábamos hace tres años: vamos viendo frutos a través de la fe. Me acuerdo de cuando Bangassou estaba pisoteada por una parte de ese grupo islámico radical de una forma violentísima (violaciones, torturas, decapitaciones…). Entonces nos juntamos todos: llamamos incluso a los pastores protestantes de la secta. Los sacerdotes de la Iglesia católica empezamos a hablar. Éramos un centenar. Teníamos que planificar cosas juntos para sentirnos fuertes. Uniendo nuestras voluntades podríamos hacer frente al que nos está agrediendo. Fue muy bonito porque hicimos retiros juntos, nos fuimos aportando conferencias mutuamente… Venían a la catedral porque es el sitio más grande y allí rezábamos juntos. A través del consenso, abrimos pistas nuevas.
Bueno, puede que esa unión lo sea. Sentarse en una mesa y quitar barreras, crear acercamiento. El problema es que hay personas, grupos, líderes capaces de llevar detrás a millones de personas que son obcecados en buscar la guerra. Ellos se ganan la vida negando la paz.
En Centroáfrica hay cantidad de países donde la juventud ha sido condenada desde la adolescencia a tener un futuro incierto. Están caminando sobre cristales rotos en un camino sin salida. Eran niños de la calle, estaban desesperados y, de pronto, alguien les dio un kalashnikov. Lo toman y se sienten dioses y, cuando tiran la primera ráfaga, se sienten dueños de la vida y de la muerte. A esos chicos les han cambiado la vida. En negativo, pero se la han cambiado. Antes no eran nada y, con el kalashnikov, pueden entrar en una casa, violar si quieren, sin miedo. Es muy difícil deshacer toda esa maquinaria de muerte. En Centroáfrica hay cientos de miles de chicos violentos. Tienen sus armas en las manos, que reciben de fuera, porque Centroáfrica no las fabrica. Cientos de miles de kalashnikov que incluso pueden comprarse en el mercado de Bangui por diez dólares o euros. Deshacer todo ese daño es dificilísimo: tienen como única razón la violencia porque su futuro es tremendamente negro. Les da igual morir o matar con tal de no pensar en un mañana incierto. ¿Cuál es la clave?
África es el continente del futuro: será el más poblado excepto China y, con la siguiente generación, será donde haya más católicos. Pero, curiosamente, ese futuro de la sociedad que es la infancia está allí amenazada…
(J.J. Aguirre) Exacto. Yo he leído que hacia el 2.100 será el continente con más población. Ahora India tiene más que China, por las restricciones chinas. Y el continente africano sigue haciendo un boom de población. También de cristianismo: tanto catolicismo como protestantismo tienen mucha fuerza, aunque los musulmanes están intentando entrar por muchos sitios. Repito que los musulmanes radicales violentan también a tantos musulmanes moderados que son muy buena gente e intentan vivir en paz con todo el mundo. A ellos los musulmanes radicales los llaman herejes.
Viviendo allí en el terreno, ¿qué paralelismos observas entre Boko-Haram, Seleka, el Estado Islámico…? ¿Qué paralelismo enlaza Nigera y Siria?
(J.J. Aguirre) Si un imán hace una lectura crítica de Corán nunca va a interpretar la palabra yihad como esta destrucción, sino como una lucha interior para cambiar para mejor. No es una lucha contra todo aquel que no piense como tú. Eso ya es yihadismo, una desgracia inventada por los líderes de un ejército. Ya el terrorismo de AlQaeda ha desaparecido o está desapareciendo, pero…
Es brutal decir que, en comparación, parecen moderados.
(J.J. Aguirre) La brutalidad es intentar hacer un califato que echará de ahí a todo aquel que no piense como ellos. Instalarse en un «Estado» trágico. Es tremendamente horrible lo que se está viviendo en Siria. Los periódicos de estos días sólo traen muertes. ¡Cuántas veces hemos visto en África niños muertos que nos han partido el corazón! Yo los he tenido en mis brazos.
…Ante el silencio cómplice de una sociedad supuestamente civilizada.
(J.J. Aguirre) Hemos visto la fotografía de un niño en la playa que, clarito de piel y vestido de occidental, casi podría ser nuestro hijo. Pero yo he tenido a muchos niños en mis manos que han muerto sacrificados por los islamistas radicales: no los he visto en una fotografía. He tenido que bendecirlos cuando estaban muertos, llenándome las manos de masa cerebral. Los he tenido que enterrar.
Tan muertos están los unos como los otros y ambas muertes son despreciables, pero a veces me da la sensación de que sólo nos escandalizamos cuando se trata de una muerte que podría ser la nuestra porque mediáticamente está más cerca.
Lamentablemente es así. Otra pregunta del millón, Juanjo: ¿qué estamos haciendo mal? ¿Qué deberíamos hacer no tanto para frenar al Isis sino para no dejar que se sigan produciendo esas imágenes? Ante un aluvión de personas que no vienen a Europa a robarnos el trabajo sino que huyen para salvar las vidas de sus familias, reforzamos nuestras alambradas con más pinchos y policías…
(J.J. Aguirre) El Papa Francisco nos ha hablado ya de humanidad: fue el primero en denunciar que el Mediterráneo se está convirtiendo en un cementerio. Esas dos mil quinientas muertes son más que una vergüenza. Vosotros publicásteis un artículo que escribí, llamado Esclavos. Produjo muchas reacciones en contra. La polémica acontece cuando existe una resistencia a tomar la lección. Acoger a personas que están luchando por sobrevivir es solamente humano. En la película El corazón de África las personas también se enfrentan a situaciones de angustia y muerte, pero están allí, bloqueadas en Centroáfrica. La respuesta de «que se queden allí» y arreglen su problema es egoísta. No: ahora el problema lo tenemos aquí. La punta del iceberg ha llegado a Europa con los millones de orientales que están escapando. Los centroafricanos se quedan en los países limítrofes: las cifras de refugiados en Líbano son impresionantes. En estos tres años han huido seiscientas mil personas, para irse al Chad o a Camerún. Los pobres nunca podrán pagarse un viaje a Europa: travesía del desierto y patera sólo se las pueden pagar las africanas que han tenido que hacer de esclavas sexuales de los traficantes, durante meses en las costas de Libia.
Estamos confrontados a una problemática enorme: ¿seremos capaces de acoger, abrir el corazón? El Evangelio nos dice que sí. Aquel que viene tiene que ser acogido sin condiciones. ¿De verdad no podemos integrar a estas personas? ¿Cuántos pueblos vacíos tenemos sólo en Castilla? ¿Y en toda Europa? En el norte de Roma, por ejemplo, hay un pueblo de diez mil habitantes en el que ya tres mil son africanos. Recuerdo que, hablando con el alcalde, me decía el esfuerzo corporativo que estaban haciendo por integrarlos: que tengan trabajo, casa y vida digna. Atiliano ya no tenía colegio y mandaban a los niños fuera. Ahora son más y ya pueden tener escuela. Cantidad de actividades, desde su llegada, hacen que el pueblo esté renaciendo. ¿Cuántos pueblos hay en Aragón o Castilla que desearían resurgir? Si están llamando a familias andaluzas para ir a repoblar, ¿por qué no podrían hacerlo familias sirias? Si hubiera una voluntad política para hacerlo, sería perfecto. ¿Es utópico lo que estoy diciendo o es algo que se puede intentar? La indiferencia mata.
Hablar con vosotros es un auténtico placer, aunque las cuestiones sean dolorosas. Forman parte de la propia vida y, como pobladores de este planeta, son nuestra responsabilidad. Este mundo no nos ha sido dado sólo para disfrutarlo, sino para construirlo, como dice el Papa Francisco en Laudato Si. Comprometámonos a luchar por unas mejores condiciones de habitabilidad. En la web de El corazón de África puede verse un adelanto de la película: www.elcorazondeafrica.com. Es sencillo de encontrar y seguro que no será una película de palomitas, pero al verla creceremos: es una película para entender viendo, para hacernos partícipes. Un primer paso para intentar cambiar las cosas es ponerse en el lugar del otro, que al fin y al cabo es comulgar. Comunicar también se parece, tiene ese objetivo.
(J.J. Aguirre) Muchas gracias, Jesús, por dejarnos ser la voz del pueblo de Centroáfrica porque ningún centroafricano podrá venir aquí a contar el calvario que están viviendo. Me prestan la voz y se lo agradezco a Religión Digital en su nombre.
Es un honor siempre. Hablaremos pronto mucho sobre el paso de Francisco por tu país. Esperamos poder seguir hablando de él después de su visita. Que las noticias no olviden vuestra esperanza. Javier, gracias y enhorabuena por la película. Ha sido un placer.
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