¿Cómo pueden la Iglesia y sus instituciones haber sido tan críticas de las personas destrozadas que se las confió, y haberlas tratado con tanta dureza?
(Cameron Doody).- Diarmuid Martin tiene fama de ser uno de los obispos irlandeses que más claros hablan. El arzobispo de Dublín tampoco ha decepcionado esta Semana Santa, entonando el Viernes Santo un sentido mea culpa por la Iglesia que lidera. «Hay gente que rechaza a Jesús por culpa de nosotros, creyentes en él», afirmó en el recorrido del Vía Crucis en el Parque Phoenix.
Y es que el prelado dio en el clavo las razones por las que hay cada vez menos dublineses que acuden a misa. Una tendencia que Martin trabaja duramente para contrarrestar desde que llegó a la archidiócesis en 2004.
«Los escándalos dentro de la Iglesia, amargura y división, ritual vacío, una falsa cultura clerical de superioridad, críticas hacia gente a la que Jesús hubiera acogido: todo esto ha contribuido a ensombrecer las posibilidades de muchos de reconocer el verdadero Jesús», clamó el prelado este pasado viernes. Denuncia en la que, como recordó, tiene el pleno respaldo del actual pontífice. «El Papa Francisco advierte constantemente contra el peligro de una Iglesia que solo mira hacia dentro, protectora de la institución, arrogante en vez de misericordiosa», afirmó.
¿Y en qué consiste, según Martin, esta arrogancia eclesial que ha sido la responsable de que tantos y tantas hayan dado la espalda a la Iglesia? En resumidas cuentas, una actitud demasiado crítica y moralizante -en vez de una acogedora y hospitalaria- y un comportamiento demasiado áspero y no incluyente.
«¿Cómo pueden la Iglesia y sus instituciones haber sido… tan críticas de las personas destrozadas que se las confió, y haberlas tratado con tanta dureza?», se preguntó Martin. «¿Cómo podemos haber usado la doctrina y la manera misericordiosa de tratar con los pecadores para justificar la exclusión?» El prelado enseguida rezó por toda una letanía de personas que, a su juicio, han sido blanco de la indiferencia de la Iglesia pero que merecen un tratamiento mejor, por haber sido la Iglesia quien se equivocó con ellas: «las madres solteras que querían quedarse con un bebé que amaban, la gente LGBT, los huérfanos…».
«Jesús fue exigente con lo que esperaba de sus seguidores, pero nunca fue un moralista estrecho de miras que quería que la gente pensara que era mejor que ellos», recalcó Martin, por último, en el Viernes Santo.
Carga contra el catolicismo vivido como una «fe de prohibiciones»
El arzobispo de Dublín retomó este honesto examen de conciencia de los pecados de la Iglesia en su homilía de la Vigilia Pascual. Sermón que dedicó a cargar contra un catolicismo que se vive como una «fe de prohibiciones» o una «religión de miedo», en contraposición al mensaje de «vida nueva» que trae Jesucristo.
Aludiendo a las experiencias que demasiadas personas han tenido, históricamente, de la Iglesia, Martin habló de cómo durante demasiados años el cristianismo se giraba en torno a negativas y restricciones, en vez de a la «liberación» señalada por la tumba vacía.
«Ciertas teologías hablaban de liberar a la gente del pecado pero desarrollaron un concepto de pecado y pecador que hizo imposible que un penitente se sintiera verdaderamente liberado», se lamentó el arzobispo. «Había tantas reglas que a muchos les dejaron con un sentido de escrupulosidad que les dejó atrapados y oprimidos por la culpa y las dudas», continuó.
Todo esta angustia y perturbación desencadenaron, observó Martin, en una «religión de miedo», y hasta tal punto en el que «aún cuando intentábamos vivir una buena vida, no nos dejaba ninguna sensación de libertad».
«Podíamos encontrar a gente que observaba todas las normas y aún eran los pecadores más graves debido a la manera en la que vivía», recordó el arzobispo. «Podíamos encontrar a pobres pecadores que fallaron una y otra vez, pero su lucha fue la de ser personas que aman, y se dieron cuenta de que la mano del Señor siempre estaba allí para levantarlos, de modo que pudieran ponerse de pie de nuevo y mantener la cabeza alta».
Y he aquí, según Martin, el secreto del mensaje de la Resurrección. Es el «amor especial» de Dios, que llega en Jesucristo hasta todos los pecadores. «Como cristianos somos llamados a vivir la renovación de la vida», recordó el prelado: «una vida que se basa en la integridad y la verdad, en la honestidad y el amor». Integridad, verdad, honestidad, amor: todas cualidades que los fieles dublineses apreciaron estas Pascuas en las palabras de su pastor.