Pedimos al Papa que rece con nosotros, y que nombre a la asociación de Bangassou en el Angelus, para que la ONU se decida a intervenir
(Jesús Bastante).- Nunca pierde la paz, ni la sonrisa. Aunque a veces tenga que ver cómo un joven ‘anti-balaka‘ (milicianos anti-islámicos) le llamara traidor y le pusiera un fusil en la cabeza. Aunque haya tenido que salir de Bangassou porque «las cosas se habían puesto callientes, y los cascos azules me dijeron que era mejor que me diera una vuelta». El cordobés Juanjo Aguirre, obispo de Bangassou, sigue adelante, denunciando la situación de violencia en Centroáfrica, de consecuencias impredecibles.
Tanto Juanjo como Jesús, su obispo auxiliar, pasaron este fin de semana por Madrid, de vuelta de Roma, donde «hemos visitado algunos dicasterios y organismos» de ayuda a la misión. No han podido ver al Papa, «pero sí hemos conseguido enviarle una carta que le será entregada en mano», y en la que los religiosos españoles relatan a Francisco la situación que se vive en Bangassou, con la esperanza de que «hable de Bangassou en el Angelus y nos ponga en el mapa».
Y, ¿cuál es esa situación? «El 13 de mayo se cumplirá un año desde que 1.500 musulmanes se alojan en nuestro seminario menor. Es el único campo de refugiados musulmanes en Bangassou». La acogida, en mitad de una persecución islamófoba, no cuenta con el apoyo de nadie «Hemos intentado hablar con la ONU, con los estados vecinos, con el presidente de la República…. Todos movían la cabeza y no hacían nada».
La situación «es muy tensa». «El seminario es una ruina. Han cogido mesas, pupitres, todo, para hacer fuego. Hemos propuesto llevar el campo a otro lado, donde puedan tener agua y construir una mezquita, pero nada«, asegura el obispo de Bangassou, quien denuncia que «hay una orden directa» del presidente para que nada se mueva.
Mientras tanto, la diócesis está arrasada. «Es como si hubiera pasado Atila. La casa de los espiritanos, saqueada, como las de los cooperantes y alrededores». Por las noches, un centenar de jóvenes radicales salen del campo, «con la complicidad de los casos azules -encargados de la vigilancia-, y ya nos han destrozado la catedral. A mi vicario no lo mataron porque el último machetazo no llegó a la aorta…». También se han producido violaciones y saqueos, aunque «nada se denuncia. Los casos azules miran para otro lado, si no hacen otra cosa».
«Estamos explicándole al Papa lo que está pasando para que lo conozca. En otros sitios, los obispos se encuentran con miles de desplazados no musulmanes. Somos los únicos que tenemos desplazados musulmanes», explica, acosados por «jóvenes anti-balaka, no musulmanes, que quieren atacar el campo».
Las instituciones, con la ONU y el Gobierno a la cabeza, se marcharon. Apenas les dan agua y alimentos, «que tenemos que recoger y repartir nosotros. Y lo hacemos con gusto, porque no queremos que sufran, y porque sabemos que los radicales son muy poquitos«, añade Juanjo Aguirre.
La situación, a corto plazo, «no tiene solución». «Apelamos al diálogo, porque hay un sentimiento anti-islámico brutal, los anti-balaka quieren la revancha«, sostiene. A largo plazo, es aún peor: «Estamos viendo llegar a líderes del movimento wahabita. Los que han hecho crecer a Boko Haram y al Isis, están entrando en el corazón de África. Los que han abandonado Racca están llegando a Centroáfrica». Vienen de Darfur y quieren entrar en Congo, «que es donde tienen todos los minerales». Porque «esto no es una lucha religiosa, sino de hacerse con el cobre, el manganeso y el coltán».
«Pedimos al Papa -apunta Aguirre- que rece con nosotros, y que nombre a la asociación de Bangassou en el Angelus, para que la ONU se decida a intervenir, a hacerles un campamento en sitio más tranquilo». Porque ahora «las letrinas están llenas, riesgo de una epidemia de cólera. La ONU no quiere hacer nada, el presidente tampoco«.
Aguirre vuelve a Bangassou el 18 de marzo. «Tuve que salir de ahí por amenazas», pero ha de regresar porque, pese a todo, la vida sigue, y la esperanza, también. «Estamos intentando empezar las escuelas: ya hemos encontrado a 2.000 alumnos, musulmanes y no musulmanes. Eso va a desanimar a los padres para que se dejen de pegar y convivan. Voy a intentar ir allí en Semana Santa».
Porque, pese al sufrimiento, lo más importante es «normalizar la vida para tantos niños. Pobres, huérfanos, desnutridos, los viejitos… no los podemos abandonar», constata el obispo de Bangasou. «Queremos hacer un centro con psicólogos que puedan escuchar a los ex-niños soldados, con sangre en las manos, a las mujeres violadas, a personas con sh0ck postraumática. A ver si Caritas y AIN nos ayudan…».
De momento, este domingo, la Fundación Bangassou celebra su comida solidaria anual. Para más información, pincha aquí: