Para Rouco Varela, la causa de la crisis radica en la "autodivinización" del hombre

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«El drama de nuestro tiempo, la pérdida de la conciencia de pecado»

RD, Domingo, 7 de diciembre 2008

El hombre quiere ser como Dios. Esta es, según el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, la causa y la raíz de todo los males. Tanto de la "crisis económica y financiera" como del mayor "drama de nuestro tiempo: la pérdida de la conciencia de pecado". Lo dijo el purpurado madrileño, en una homilía de tonos pesimistas, en la vigilia de la Inmaculada Concepción, celebrada esta noche en la catedral de La Almudena de Madrid.

Según el cardenal, el drama de la "pérdida de la conciencia del pecado" corre el peligro de "agravarse hoy, no sin unos ciertos visos de tragedia, por la apasición socual y cultural de formas de negación de Dios manifestadas y activadas con una radicalidad intelectual y una militancia insospechadas hasta hace poco tiempo y sin muchos precedentes históricos".

Tanto es así que "el rechazo habitual de la posibilidad de calificar y valorar éticamente la conducta humana según la Ley de Dios ha llegado ya al punto de la negación tajante de la validez objetiva de cualquie rnorma moral que pretenda vincular al hombre no sólo pública sino privadamente".

Esta "osada pretensión del hombre actual" de "pretender sor como un Dios, naturalmente un Dios despótico, un No-Dios, lo contratio del Dios verdadero" es también, según Rouco, la causa de la crisis, "cuyas consecuencias angustiosas del paro y de la pobreza son cada vez más visibles".

Una crisis que hunde sus raíces en el hecho de que "el hombre, esclavo del engañoso espejismo de que los precedimientos técnicos, económicos, sociológicos y políticos lo pueden todo, pasa incluso de los principios más elementales de la ley moral y de la ética".

Ante esta dramática situación, el arzobispo de Madrid pide a los creyentes que den testimonio y sean "reflejo auténtico del amor que Dios nos tiene y que nos mabifiesta conmovedoramente al tomar nuestra carne y habitar entre nosotros".

Hacen falta, a su juicio, "personas que den luz, reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía". Al estilo de María, que siempre dijo "sí". Sólo así, los creyentes podrán ser "luz y llama de la verdadera esperanza".