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«La libertad religiosa es una de las esencias de la democracia» (propuestas operativas)

RD, Miércoles, 20 de mayo 2009

Confeccionar unas conclusiones operativas, casi instantáneas, de unas jornadas de este tipo conlleva una cierta dificultad. En primer lugar, porque trabajas sin red, sin nada preparado de antemano. Y, en segundo término, porque llevar a buen término esta tarea está íntimamente ligado con lo que otros digan. En el caso de estas jornadas, debo decir que, con la participación demostrada, el trabajo que ahora me toca debiera ser relativamente fácil.

Hay que agradecer a José Manuel Vidal y José Manuel López su confianza a la hora de creer en la viabilidad de unas jornadas sobre medios y confesiones minoritarias, y por supuesto a Lourdes, Patricia y Puerto su impagable labor, sin la cual hoy no estaríamos aquí. También a vosotros, periodistas y miembros de las confesiones, por “invertir” esta mañana en el Ateneo.

Estoy convencido de que el éxito de estas jornadas está precisamente en el hecho de que se hayan producido. Esto es: nos hemos podido conocer, y en muchos casos reconocer. Eso, sin duda, nos dará pistas para construir el futuro. Si puede ser de modo coordinado.

Vivimos una sociedad menos creyente, pero más plural, nos ha recordado José Manuel López en la presentación de estas jornadas, aludiendo al cambio sociológico que se ha producido en nuestro país desde 1980 y la al parecer moribunda Ley de Libertad Religiosa. Una sociedad en la que la pluralidad debe hacernos más sencillo construir, y sin embargo los estereotipos y prejuicios siguen, hoy, al cabo de la calle. Y no sólo en la sociedad, sino también en los órganos decisores, en los medios y en las propias confesiones.

No sólo es un problema de la Iglesia católica, sino que también nosotros, confesiones minoritarias y medios de comunicación, debemos mirarnos al ombligo y pensar qué estamos haciendo mal y, sobre todo, qué podemos hacer para remediarlo. Aunque, en toda la jornada, la Iglesia católica haya estado muy presente (tal vez demasiado) en el debate.

José Manuel López ha traído a la mesa algunas cuestiones que considero fundamentales: en primer lugar, que en España ya no vivimos en una sociedad dividida entre clericales y anticlericales, sino en un mundo en el que conviven, o deben convivir, en plano de igualdad, todos los creyentes, y también los indiferentes, que cada vez –no sé que dirá el CIS- son más. Los apartados, los que no niegan tener fe, pero abortan su participación en el debate público desde esta perspectiva.


El hecho religioso, ¿debe ser público o privado? Eso es algo que se han preguntado tanto José Manuel como Miguel Hernando de Larramendi, y creo que todos hemos coincidido en que es necesaria una mayor visibilización en el ámbito de los medios de comunicación y de las políticas públicas. ¿Cómo se adquiere esa visibilidad, esa “integración”? ¿Cómo lograr que no se asocie inmigración a una confesión distinta a la católica? Son debates abiertos que no podemos permitirnos cerrar. En aras a la futura Ley de Libertad Religiosa, pero sobre todo a la hora de implantar, en la realidad general, una ciudadanía plena en la que el aspecto religioso sea un elemento más. A proteger, a resaltar, pero también a considerar dentro de un todo llamado ciudadanía.

La libertad religiosa es una de las esencias de la democracia”, afirmó José Manuel López, quien añadió que “hay que ir adecuando la realidad religiosa sin crispación, porque la laicidad y la libertad religiosa no se oponen”, o no deberían.

Una tarea en la que todos los actores tienen que participar: administraciones públicas, confesiones minoritarias, confesión mayoritaria y opinión pública. En eso estamos. Que existe un problema de lenguaje, es evidente. Que hay que mejorar las políticas de comunicación de las religiones, para “actualizar” un lenguaje anquilosado por la historia y por el dogma, sea el que sea, también.

En su ponencia, Juan Bedoya ha apuntado algunas claves sobre la libertad religiosa. Un terreno en el que se ha avanzado mucho, pero donde nos queda mucho por hacer. Decía Bedoya que “hemos completado, pese a muchas lagunas, la transición política y social, la militar, la sindical, pero esa etapa no se puede dar por concluida mientras quede pendiente la transición religiosa”.

Se ha tocado la ley de libertad religiosa, y tal vez, como afirmaba Juan, no se ha hablado tanto de cumplir lo ya firmado cuanto de reformar la ley. Y es que, en opinión de Bedoya, en esta cuestión España camina con la marcha del cangrejo en laicidad; existe una confesionalidad católica encubierta. En definitiva, se exige del Estado lo que el Estado prometió en la Constitución: “ninguna religión tiene carácter estatal”. “Nadie puede ser discriminado por razones de raza o religión”. Está muy bien, pero lo cierto es que estas confesiones, la mayoría, se sienten “muy discriminadas en la práctica y en el Derecho” en relación con la Iglesia católica.

En la réplica a Bedoya han participado Álex Bauer y Miguel Hernando de Larramendi, quienes han incidido en la existencia de una suerte de estereotipos, tópicos y prejuicios sobre las minorías religiosas en España, y que tienen mucho que ver con el hecho de trasladar conflictos culturales y políticos a conflictos religiosos. El caso de Oriente Medio es especialmente significativo.

Larramendi, además, ha realizado un llamamiento a sensibilizar a la sociedad sobre la importancia del pluralismo. Es una realidad absolutamente ignorada, y un punto de arranque absolutamente fundamental. Como también lo es advertir cuáles son las fronteras en el debate entre lo privado y lo público. Porque en la religión existe una clara dimensión pública.

El debate posterior ha traído consigo una suerte de propuestas, que asumimos para el diálogo futuro. Entre ellas, mejorar el acceso a lo que está ocurriendo, generando canales de comunicación entre los medios y las confesiones. Generar “libros de estilo” dentro de las confesiones, o proponer una asignatura optativa, o un seminario permanente sobre este particular en las Facultades de Comunicación.

En definitiva, apostar por la creatividad y la originalidad por parte de las confesiones minoritarias, porque es una realidad que a los medios nos resulta muy difícil provocar el hecho informativo (“vender” la información relativa a estas confesiones). Y eso que el hecho religioso sí que interesa. Tal vez haya que salir del hecho institucional.

Hacen falta, además, una mayor identificación y “traducción” de los problemas, lejos de la visión de la religión mayoritaria. Nos cuesta mucho aceptar que la pluralidad es positiva, y construye. El reto es de los medios, pero también de las confesiones religiosas. La pluralidad nos enriquece.

La segunda ponencia ha corrido a cargo de Pedro Tarquis, quien nos ha hablado de las minorías religiosas en los medios de comunicación. Desde su perspectiva personal, como un evangélico español –que hasta hace muy poco era algo extraño, y que todavía lo es, sobre todo en el caso del Islam-, y también como un profesional de los medios. Pedro ha abundado en la misma tesis que Juan Bedoya: no ha existido una transición en cuanto al pluralismo religioso. Todavía ser español está vinculado con el catolicismo, bien sea a favor o en contra.

Pedro ha avanzado un trabajo, que sería bueno que desde aquí recogiéramos, y ampliáramos, sobre un “Libro de Estilo” de las religiones, con situaciones, frases y conceptos que se dan en los medios. Os pediría a los representantes de las confesiones minoritarias que, como “tareas” de mañana mismo, nos hiciérais llegar aquellos clichés que vosotros percibís. Nos ayudaría mucho para el trabajo que tenemos que sacar de estas jornadas.

En sus conclusiones, Pedro Tarquis ofrece precisamente esto: llevar nuestra realidad más allá de los tópicos. Y pone una serie de puntos que creo nos pueden servir a todos, como herramienta de trabajo concreta:

Evitar los conceptos, prejuicios y términos desafortunados que se usan habitualmente sobre las minorías religiosas.

Incorporar a los reportajes, crónicas, coloquios, series de televisión, a personajes de las minorías religiosas alejados de los tópicos.

Potenciar en los medios la figura del Defensor del espectador, lector u oyentes, con una formación específica en el tema de las minorías religiosas.

Que los futuros licenciados en Ciencias de la Información recibiesen una formación específica sobre la realidad de las minorías religiosas. E, incluso, de cara al cambio en instituciones lingüísticas, como la RAE o el Instituto Cervantes.

Normalizando la visión que otras confesiones tienen de la sociedad incluyendo columnistas, blogs, etc...

En la réplica, José Martínez de Velasco y Francisco Paniagua nos han ofrecido la percepción que tienen los medios acerca de las realidades de las confesiones religiosas, y sus tentaciones para confinar el fenómeno religioso hacia la esfera más íntima. Y, por su parte, las confesiones, por ejercer un trato crítico hacia el uso de los medios de comunicación. Y todos, ejercer la profesionalidad y la autocrítica. También, por qué no, de la crítica hacia nuestros jefes, los medios.

En el diálogo posterior a esta mesa, José Manuel Vidal ha planteado una pregunta interesante. El silencio informativo ante las minorías, ¿es premeditado o fruto de la propia dinámica de los medios? Y hemos asistido a un enriquecedor debate en este sentido. Que daría mucho que hablar y que, seguramente, tendremos ocasión de proseguir en otros momentos. Me quedo con una frase de Manuel Garrido: “verse, conocerse y desde un punto profesional abordar la realidad”.

Vamos a las propuestas. ¿Cómo nos ven los medios, cómo nos acercamos a ellos?, desde las confesiones minoritarias. ¿Cómo conocemos las claves, el lenguaje preciso, cómo lo traducimos?, desde los medios. Urge, y creo que es una de las razones de este encuentro, y una de las conclusiones propositivas que habría que arbitrar, la creación de instrumentos de trabajo, si queréis, utilizando el lenguaje político-eclesiástico, “comisiones mixtas” para llevar a cabo un trabajo de mejora en el lenguaje.

También, cómo no, encontrar, entre todos, el modo de hacer “entrar en la agenda” de los medios, y de la sociedad, esos distintos aspectos del hecho religioso como componente social, necesario para la vida pública. Una de las propuestas que podemos lanzar desde aquí, precisamente, es la de pedir vuestra ayuda, y vuestra colaboración, personal, para participar en un grupo de trabajo, operativo, que desarrolle todas estas ideas que han salido en los debates. Creo que no me meto en ningún jardín si digo que tanto RD como Pluralismo y Convivencia quieren que esta jornada sea un primer paso de cara a buscar, y encontrar, soluciones a los problemas que aquí se han planteado.

Debemos, desde los medios, y también desde los profesionales de la comunicación que trabajan dentro de las confesiones; evitar el uso de conceptos incorrectos (secta, iglesia o mezquita ilegal, evangelista, islamista…); avanzar en la definición de un corpus terminológico consensuado; avanzar en la búsqueda de consenso en cuanto a normas ortográficas; evitar el recurso a ciertos temas y a la información sensacionalista en el tratamiento de las minorías religiosas (sectas, fundamentalismos, terrorismo…)…

En definitiva, de trabajar en “comunión” con las distintas realidades que conviven en nuestro país, formadas por ciudadanos con los mismos derechos, sin que su pertenencia o no a una determinada confesión religiosa suponga un menoscabo, o un privilegio. Desde los medios de comunicación, es preciso un diálogo continuado, un acercamiento a estas realidades, que por su parte deben integrarse en el proceso de la comunicación social, y converger con los medios

Sería conveniente, incluso necesario, que creásemos, desde aquí, un pequeño grupo de trabajo para elaborar propuestas, que puedan ir desde la creación de un “manual de buenas prácticas” acerca del hecho religioso, desde la óptica de las minorías religiosas, pero también desde la de los medios de comunicación, hasta la convocatoria de un congreso, más abierto que este primer comienzo, en el que también participen las “élites” de cada confesión. Porque, insisto, lo habéis dicho alguno de vosotros hoy, en buena medida el trabajo que queda por hacer pasa necesariamente por el conocimiento mutuo.

Sólo por la posibilidad de conocernos, y de reconocernos, y de debatir en libertad, ha merecido la pena la celebración de estas jornadas. Pero debemos ir más allá, y que de este debate, y de estas propuestas, salgan realidades de futuro. Que ya es presente. Y que está aquí, en los medios, en la confesiones… y en la calle.