Los fundamentalistas cuentan con millones de adeptos, recaudan miles de millones de dólares y tienen una gran cuota de influencia política

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Las sectas evangélicas se apoderan de Latinoamérica

RD, Domingo, 16 de octubre 2005

Cuenta Ramy Wurgaft en El Mundo que en los templos de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), el viejo hábito de pasar el cepillo, fue remplazado por otro mucho más lucrativo. Los fieles son convocados a vaciar sus bolsillos junto al altar y si no llevan efectivo, se les aceptan cheques o tarjetas de crédito.

En la cosmovisión de esta u otras congregaciones evangélicas de América Latina, el reino de los cielos funciona como un banco de ahorro y crédito: los fieles invierten grandes sumas de dinero y Dios se las devuelve con la salvación eterna.

En base a esta sencilla doctrina, la IURD se ha convertido en una potencia financiera que sólo en Brasil recauda casi 1.000 millones de dólares al año.

El fundador y sumo pontífice de la teología de la prosperidad, Edir Macedo, administra un imperio que incluye a la red de televisión Record -que disputa el récord de audiencia a la hasta hoy imbatible cadena carioca Globo-, 30 emisoras de radio y dos periódicos que acreditan una tirada de un millón de ejemplares amén de valiosas propiedades inmobiliarias.

En 1995, un pastor de su propio séquito, Carlos da Miranda, le acusó de lavar el dinero del cartel narcotraficante de Cali.

Esas imputaciones no han impedido a la IURD secuestrar almas a la iglesia católica y al credo afrocristiano del Umbanda: hoy la teología de la prosperidad cuenta con 12 millones de adeptos en Brasil, tres millones en México, cerca de un millón en Argentina y representaciones en 56 países.

Según el investigador David Stroll, a mediados de la década de los 80 la Iglesia de los Santos de los Ultimos Días -más conocidos como los mormones- y los Testigos de Jehová organizaron en Estados Unidos una campaña secreta para evangelizar a los suramericanos.La CIA, viendo los beneficios que podía obtener, se sumó a la cruzada con un aporte de más de 300 millones de dólares.

A la par del crecimiento de su rebaño, la IURD ha acumulado una creciente cuota de influencia política: en las últimas elecciones parlamentarias aumentó de 28 a 34 su número de diputados, constituyéndose en el sector dominante dentro del Partido Liberal, una de las agrupaciones que conforman el Gobierno de Lula. En los próximos comicios, los pentecostales se presentarán bajo una fórmula propia: la del Partido Municipalista Renovador (PMR) que, en menos de una semana. reunió las 400.000 firmas necesarias para oficializarse en el registro electoral.

«La meta es transformar primero a Brasil y luego a toda América del Sur en una teocracia que perseguiría implacablemente a los homosexuales y aislaría a los enfermos de SIDA como antes se recluía a los leprosos», dice el sociólogo brasileño Alexander Marher.

El obispo Macedo era un oscuro periodista, cuando en 1977 alquiló las trastienda de una farmacia en Río de Janeiro difundir la verdad que le había sido revelada. Ahora infunde respeto: la municipalidad carioca le ha nombrado Hijo Ilustre y no hay evento social al que no esté invitado. Según los entendidos la clave del éxito consiste en atender -o pretender que se atiende- las necesidades inmediatas y mundanas de la gente.

En vez de preocuparse del más allá como el catolicismo, la IURD dedica los lunes a los asuntos de pareja, los martes a la curación de enfermedades, los miércoles a los problemas económicos...

Una vez por semana se practican exorcismos colectivos para ahuyentar a Satanás, responsable de todos los males, desde la pobreza hasta la impotencia sexual, pasando por el mal del ojo.

Y por increíble que parezca, entre los feligreses que, al finalizar la misa compran piedras de la tumba de Jesús o agua del río Jordán, se encuentra gente con títulos académicos y grandes empresarios.

«En Guatemala las sectas fundamentalistas se han posesionado del 31% de la población y en Chile del 25%. Estamos frente a la mayor operación de lavado de cerebro que registra la Historia.Y las autoridades no hacen nada por detenerla», sentencia el antes mencionado sociólogo brasileño Alexander Marher.