Ante la falta de vocaciones sacerdotales autóctonas

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Curas polacos para repoblar iglesias segovianas

RD, Lunes, 24 de octubre 2005
Cuenta el Diario de Burgos que apenas 170 sacerdotes conforman la plantilla de la Diócesis de Segovia y, ante falta de vocaciones, cuatro vacantes en zonas rurales las han cubierto religiosos polacos. Algunos proceden de Sudamérica y no dudan en afirmar que cambiaron «los bautizos por entierros». Todos reconocen que les ha costado asimilar las tradiciones locales; aseguran que se sorprendieron ante la ausencia de pobreza y muestran una total integración en la comunidad donde ejercen su magisterio cristiano. Éstas son sus historias.

Mañana Slawomir Harasimowicz presidirá todos los actos religiosos de la romería que, en honor de San Frutos, se celebrarán en torno a la ermita situada en pleno corazón de las Hoces del Duratón. Este sacerdote polaco ya se ha acostumbrado a que en estas tierras esteparias las procesiones se prolonguen durante horas, «aquí nunca hay prisa por acabar, en Villar de Sobrepeña, el desfile aún dura más que el de San Frutos, hasta dos horas y media», comenta sin ningún tipo de asombro.

«El primer año no entendía el interés de los romeros por bailar delante de la imagen santo y menos que se produjeran continuas paradas durante el recorrido», detalla el cura, tras dos años como párroco de Sepúlveda y de otros seis pequeños pueblos de esta comarca segoviana. «Allí en Polonia se viven las fiestas religiosas de otra manera, con mucha más espiritualidad, en silencio», asevera ‘don Slawek’, léase, ‘donsuavek’, todo junto, diminutivo con el que le conocen sus feligreses.

Contrastes.
 
El también polaco Casimiro Kazimierz aún se está acostumbrando a este tipo de tradiciones locales. Lleva en España ocho meses y ejerce desde hace tres como párroco en Sacramenia. Aún mantiene fresca en la memoria su primera romería. «Fue en Lastras de Cuéllar. Se celebraba a la virgen del Salserón. La procesión hasta la ermita duró cuatro horas y atrás llevaban un coche con vino y refrescos para reponer fuerzas», comenta sin dar crédito a lo que vivió ese día.

«En Polonia no es así, las ceremonias conllevan recogimiento», remacha sin perder la sonrisa y con un suave acento porteño adquirido en Argentina, donde vivió los últimos 15 años.

«Allí realizaba más bautismos y muchos menos entierros. Aquí solo tengo cinco niños pendientes de hacer la Primera Comunión. Vengo a una zona donde hay mucha gente mayor y sé que voy a enterrar a la mayoría de mis actuales feligreses. Quiero hacerlo. Estos viejitos merecen una atención espiritual, esa es una de las razones por las que he decidido quedarme», reflexiona en voz alta Casimiro arrastrando las eses y sin arrepentirse por este gran cambio.

El padre Casimiro confiesa que la elección por Segovia se debió a la casualidad. «Desde Argentina envíe más de 50 cartas a obispos españoles solicitando venir y el primero que me respondió fue el de esta provincia, don Luis Gutiérrez. El 8 de marzo llegué».

Su primer destino le llevó a Lastras de Cuéllar donde apenas permaneció muy pocos meses y comprobó que las diferencias con Argentina no solo se circunscribían a las romerías. «Allí las iglesias tienen techos de chapa, aquí son monumentos. Allí los coches se mueven atados con alambres, aquí todo es opulencia. Cuando visité el colegio de este jamás había contemplado en Argentina ninguno con tanto material escolar como el de Sacramenia».

Su paisano de Sepúlveda también sintió este tremendo cambio cuando recaló en tierras segoviana, «aquí no se ven pobres», asevera Slawek.

Adam Pirozek permanecerá como párroco en la localidad segoviana de Campo de San Pedro hasta septiembre del próximo año. Entonces, este misionero polaco de la Congregación del Verbo Divino regresará a la misión boliviana donde ha ejercido sus labores pastorales durante los últimos 22 años. «Hace dos años que resido aquí y me he sentido como en casa, además, existen muchas similitudes entre Bolivia y Castilla», señala en un perfecto español, desvelando alguna coincidencia, «el santo más venerado por las tribus aimaras es San Isidro. La religiosidad popular es muy semejante. En Segovia bailan jotas en las procesiones y en el altiplano la morenada o la cueca». «En estos pueblos segovianos he aprendido a amar a los ancianos», asegura.
«Me ven más que al médico».
 
El cuarto sacerdote polaco que ejerce su magisterio en esta provincia es Marcos Duda, responsable de la parroquia de Santo Tomé del Puerto. Como el resto de sus compatriotas padece los mismos problemas, debe atender media docena de localidades con feligreses envejecidos y deseosos de que su párroco celebre misa cuantos más días mejor. «Al menos», observa Slawek con cierta sorna, «estos vecinos ven a su párroco con más frecuencia que al médico, quien solo pasa visita una vez a la semana».

Casimiro, Adam, Slawek y Marcos se reconocen como los curas de la generación de su paisano el Papa Juan Pablo II. No se sienten inmigrantes, porque se reconocen integrados en las localidades donde residen, además, para sentirse más cerca de su país atienden a la comunidad polaca de Segovia, una de las más numerosas.