Roma prepara sus armas ante el estreno de la película

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Mucha catequesis contra "El Código Da Vinci"

RD, Domingo, 7 de mayo 2006

"Los lobos han enviado sus libros por delante", se dijo en Roma cuando la Iglesia católica empezó a luchar contra los primeros best seller de la historia. El primer libro salido de la imprenta de Gutenberg, en 1445, fue la Biblia, pero después vinieron, imparables, el Elogio de la locura de Erasmo, los libros quemados junto a Giordano Bruno y tantos otros, metidos o no en el interminable Índice de libros prohibidos por el Vaticano durante siglos. Desde la primavera de 2003, el desafío se llama El Código Da Vinci, escrito por Dan Brown, del que se han vendido más de 40 millones de ejemplares, según cuenta Juan González Bedoya en El País.

La Iglesia puso el grito en el cielo con alguna frecuencia por la historia contada por Brown, y aceptó el reto como un mal menor, teniendo en cuenta los bajos índices de lectura y el mayor nivel intelectual -y mejor capacidad de discernimiento- de los compradores de libros. Ahora es distinto, mucho peor. Se trata de cine, el más pecador y poderoso de las siete artes capitales. "Las imágenes son más poderosas que las palabras y dejan más huella. Las películas llegan a las masas, también a quienes tienen poca formación y carecen de recursos críticos para distinguir qué es ficción y qué es realidad", ha dicho la Conferencia Episcopal de México, una de las primeras instituciones eclesiásticas en advertir del peligro que les viene encima.

La película, basada en la novela, será presentada en el festival de Cannes el próximo día 17, y estrenada en todo el mundo el viernes 19. Se trata de una superproducción de Hollywood dirigida por Ron Howard, con actores de primera fila (Tom Hanks, Jean Reno, Audrey Tautou, Alfred Molina, Ian McKellen). Los obispos creen que 800 millones de personas acudirán a verla en esta fase de lanzamiento, muchos millones más si finalmente compite para los Oscar.

Varias conferencias episcopales nacionales han alzado ya su voz contra El Código Da Vinci, alarmadas además porque su autor, en la presentación del libro, dice: "Todas las descripciones de obras de arte, arquitectura, documentos y ritos secretos en esta novela son verdaderas". También han hablado cardenales y obispos, ninguno en España, de momento. La voz más autorizada, porque refleja la opinión doctrinal del Vaticano, es la del arzobispo Angelo Amato, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisición).

Roma ha vivido zozobras como ésta con películas que consideraba también blasfemas (La última tentación de Cristo, la novela que le costó la excomunión al filósofo griego Nikos Kazantzakis, llevada al cine por Martin Scorsese; Amen, de Costa-Gavras...), pero nunca con tanta parafernalia mediática. Por eso, la ofensiva contra la avalancha de El Código Da Vinci va a ser mayor, un gran duelo entre Hollywood y el Vaticano.

La estrategia de los prelados, con el arzobispo Amato como guía, será de momento:

Uno. Aprovechar la oportunidad para hablar de Jesucristo: "Muchos católicos bien formados y practicantes se sentirán ofendidos: hay que saber encauzar su reacción de forma constructiva".

Dos. Muchos más católicos tendrán dudas sobre si lo que se dice en la película es verdad: "Habrá que intensificar la catequesis y tocar algunos temas (pregunten o no pregunten)".

Y tres. Muchas otras personas hasta ahora indiferentes sentirán curiosidad de saber más acerca de la fe: "Habrá que estar preparados para satisfacer su interés con una evangelización atractiva".

Roma quiere aprovechar también este "extraño éxito de una novela pertinazmente anticristiana" para trabajar junto a otros creyentes: con ortodoxos y protestantes, "porque la película ofende a todos los cristianos"; con judíos y musulmanes ("porque es una nueva manifestación de intolerancia contra quienes tienen una visión religiosa del mundo"); y con intelectuales no creyentes, "que se sienten ofendidos por los errores históricos, artísticos, etcétera, realizados para ganar dinero".

La trama de El Código Da Vinci es la siguiente: Jesús se casó y tuvo hijos con María Magdalena. Su descendencia es el verdadero Santo Grial. Cristo confió la Iglesia a María Magdalena, pero los apóstoles se confabularon contra ella y tuvo que escapar a Francia. Desde entonces, el clandestino Priorato de Sión protege a la descendencia de Cristo de los ataques de la Iglesia católica, y transmite sus secretos en códigos ocultos. Por ejemplo, en la Última Cena de Leonardo da Vinci, la figura junto a Cristo no es el apóstol Juan, sino María Magdalena. La novela comienza cuando una comisión de cardenales presiona al prelado del Opus Dei para que uno de sus miembros mate a los últimos descendientes vivos de Cristo.

Como idea de fondo, Brown sostiene que Jesús no pensaba ser Dios, ni sus discípulos lo consideraron divino. La creencia en la divinidad de Jesucristo fue impuesta por el emperador Constantino en el Concilio de Nicea, en el año 325. Por tanto, la Iglesia romana se basa sobre una gran mentira, y para ocultar la verdad destruyó documentos, asesinó a millones de herejes, manipuló las Escrituras...

Además de la Iglesia católica como institución, la organización de existencia real que sale peor parada es el Opus Dei. Brown dice: "La prelatura vaticana del Opus Dei es una organización católica de profunda devoción que se ha visto inmersa en la controversia a causa de informes en los que se habla de lavados de cerebro, uso de métodos coercitivos y de una peligrosa práctica conocida como mortificación corporal". Las acusaciones se materializan en el personaje de Silas, el asesino de la novela y numerario de la organización.