Masiva misa de Pascua de Resurrección

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La parroquia roja desafía a Rouco

RD, Lunes, 9 de abril 2007

Pascua roja contra la jerarquía eclesiástica. Y el pueblo, por la rebelión: cientos de personas acudieron ayer a la misa del Domingo de Resurrección que se celebró en la parroquia de San Carlos Borromeo, que el Arzobispado de Madrid, siguiendo órdenes de El Vaticano, ha decidido suprimir para convertirla en centro social de Cáritas. El templo, que aplica los preceptos de la Teología de la Liberación, se encuentra en el populoso barrio madrileño de Entrevías, en Vallecas.

En un comunicado emitido la semana pasada, el Arzobispado que dirige monseñor Antonio María Rouco Varela anunció que aplicaría la decisión tomada en 1985 que eximía a la parroquia «de las responsabilidades pastorales», y que destinará las instalaciones a «un centro dirigido por Cáritas Madrid, con el fin de mantener y potenciar del modo debido el servicio a los pobres».

Más de un centenar de personas, entre los feligreses habituales y otros que acudieron en solidaridad con la iglesia de San Carlos Borromeo, abarrotaron el templo para la misa oficiada por el párroco Javier Baeza acompañado por Enrique de Castro y Pepe Díaz, los otros sacerdotes de la parroquia, según informa Efe.

Un número similar de personas, entre ellas los actores Guillermo Toledo, Melanie Olivares y El Gran Wyoming, siguieron la ceremonia desde fuera del templo, que tuvo las puertas abiertas durante la misa, y aplaudieron y animaron a los tres sacerdotes cuando salieron de la parroquia.

Varios de los congregados colgaron, en la fachada principal de la iglesia, pancartas con lemas como De aquí no se va nadie, Solidaridad con la parroquia de San Carlos Borromeo y La jerarquía puede cerrar un local, pero no la iglesia, entre otras que hacían alusión al cardenal arzobispo de Madrid.

Al termino de la ceremonia, además, se profirieron cánticos de «No nos moverán». Asimismo, algunos conductores que pasaron en sus coches hicieron sonar el claxon en señal de apoyo.

La misa comenzó con una llamada del oficiante, Javier Baeza, vestido con ropa de calle -como es habitual en San Carlos Borromeo-, a celebrar la Resurrección «con júbilo, con alegría y con rebeldía», y continuó con una petición a los asistentes para que reflexionaran sobre sus «miedos y meteduras de pata».

Tras la lectura de un fragmento del Evangelio de San Juan, Baeza animó a librarse de esos «miedos» que llevan a «acallar a los que acogen a los sectores que dan repelús a todos lo poderes».

La canción que siguió a esta lectura aludía a la decisión de cerrar San Carlos Borromeo con versos como «si calla el cantor, se quedan solos los humildes gorriones de los diarios», o «que no calle el cantor, porque el silencio cobarde apaña la maldad que oprime».

A continuación, el sacerdote dio la palabra a algunos asistentes que, en tono personal y con aire de despedida, agradecieron a los párrocos tanto su labor social con presos, prostitutas, drogadictos o inmigrantes, como su ayuda en la comprensión del Evangelio.

Una de las personas que tomó la palabra hizo un llamamiento «a no tragar las ruedas de molino que llegan desde arriba».

Emocionado, al igual que muchos fieles, que no pudieron contener las lágrimas, el sacerdote Enrique de Castro afirmó que fueron los marginados con los que convivió tantos años quienes le hicieron entender que «la resurrección es compartir».

El padre Díaz, en su intervención, dijo que no saben «cuándo llegará el golpe», en referencia al cierre definitivo de la parroquia, pero vaticinó que la «Iglesia oficial», que tiene «el arma de la paciencia», esperará «a que las aguas estén tranquilas».

Una vez que habían comulgado los fieles, los que estaban dentro y los que esperaban fuera, el cantor de San Carlos Borromeo introdujo una canción que pide «un corazón fuerte para luchar», como una invocación a «resistir las asechanzas y las tremendas invectivas de los de arriba».

A la salida, Enrique de Castro declaró que el apoyo recibido «no es a una parroquia o a unos curas, sino a una manera de pensar distinta dentro de la Iglesia», y agradeció que las parroquias estén llenas «en momentos importantes».

Además, opinó que al Arzobispado no le preocupa la ortodoxia de la liturgia, sino que «Jesús no acepta el poder, y ellos lo tienen».

Desde hace casi 30 años, San Carlos Borromeo ha sido un techo para los sin techo, insumisos, cristianos, ateos, agnósticos, musulmanes, toxicómanos, presos o sin papeles. En su seno se han engendrado varios grupos de lucha contra la exclusión.

El pasado lunes, el delegado episcopal para la Vida Religiosa del Arzobispado, Joaquín Martín Abad, explicó a EL MUNDO que, aunque la parroquia de San Carlos Borromeo podría celebrar misas «mientras el decreto [que ordena su cierre] no sea firme, lo prudente es que respondan cuanto antes al obispo». Y precisó que «no están en comunión doctrinal con el magisterio de la Iglesia, ni celebran la Eucaristía y los demás sacramentos como manda la Iglesia».

Si los tres sacerdotes de Entrevías decidiesen no hacer caso al cardenal, Martín Abad advirtió de que «se les tendrá que amonestar, intentar reconducirlos, enviarles a intermediarios para que les ayuden a mantenerles fieles a la Iglesia y, si persisten, pensar en las medidas adecuadas». Esas sanciones podrían ir desde la simple amonestación hasta la suspensión a divinis: la prohibición de ejercer el sacerdocio, que de hecho ya fue solicitada por algunos sectores conservadores.

En el otro lado de la Iglesia, grupos como Madres contra la Droga califican el cierre como una «agresión a nuestra fe», y otros como Redes Cristianas proclaman su voluntad de defender la parroquia «hasta el final y sin violencia», llegando, si acaso, a encerrarse en el templo.