Raúl Vera López, obispo de la diócesis mexicana de Saltillo

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«Hasta la Iglesia relega a las mujeres»

RD, Jueves, 6 de marzo 2008

Cuenta Lourdes de Koster en Vanguardia que el obispo Raúl Vera López admitió que la discriminación a la mujer prevalece en la sociedad y lamentablemente —dijo— en la Iglesia, donde tampoco se permite que las mujeres tomen decisiones que podrían ser más atinadas si se debaten con ellas. El prelado se refirió a las condiciones de desigualdad que imperan en la sociedad y que difícilmente podrán superarse si la mujer desconoce sus derechos y las garantías que le otorgan la Constitución y otros tratados que fomentan el bienestar de este grupo considerado como vulnerable.

“Creo también que todavía, en la sociedad y en la Iglesia, nos falta camino por recorrer para apreciar la aportación que puede tener la mujer”, agregó.

Lo anterior fue expuesto en la ponencia “500 Años de Colonización y Pueblos Indígenas en México”, que Vera López dio a alumnos de la carrera de Metal Mecánica del Instituto Tecnológico de Saltillo.

Previo a la ponencia, Vera López habló de la posición de la mujer en la Iglesia. Los lugares donde se toman las decisiones, se siguen tomando por los sacerdotes. “Es importante tomar conciencia del valor de la mujer y de lo que puede dejar al sugerir y opinar sobre temas que interesan a la Iglesia”.

Lo mismo ocurre en el sector público, en las grandes cúpulas de la política, en donde desgraciadamente cuando una dama alcanza una posición importante es porque sacrificó muchas cosas, como la maternidad y la familia, entre otros, dijo.

“Tienen que llegar a acumular un exceso de poder, que puede desequilibrar las cosas, y es excepcional cuando una mujer decide y se respeta lo que dice, principalmente si tiene hombres a su cargo”.

Ante esto, el prelado reconoció que en el aspecto eclesiástico y político no hay una verdadera participación de la mujer.

El Obispo aseguró además que existen formas de esclavitud moderna, en la que amas de casa o madres solteras en las comunidades rurales son trasladadas en autobuses hasta maquiladoras, en donde les pagan cantidades ínfimas por largas jornadas de trabajo.

“Es muy triste. A mí me lo han comentado y la realidad es que la necesidad que tienen no justifica lo que hacen patrones que no piensan en los derechos y las garantías que tiene este sector de la sociedad”.