Boff desea que la jerarquía salga de su palacio y esté cerca de los pobres

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«Si uno no une Padrenuestro con pan nuestro, no puede decir amén»

RD, Miércoles, 30 de julio 2008

El ex sacerdote Leonardo Boff , de 69 años, casado y reducido al estado laical, considera que la jerarquía debe abandonar los palacios, la cercanía de los poderosos y acompañar a los pobres. El teólogo, que vino al país para una conferencia ambiental, abogó por una Iglesia pluralista y no centralista. Pidió, además, el reconocimiento del trabajo que realizan las mujeres, así como el levantamiento del celibato. Lo entrevista Aníbal Modesto Velázquez en Abcdigital de Paraguay.

-En uno de los artículos que publicó el año pasado, afirmó que la Iglesia Católica era una “gran secta”, por el comportamiento peligroso del actual papa Benedicto XVI. ¿Por qué esa afirmación?

-Hay 50 años de diálogo ecuménico entre las iglesias en las que se intenta reconocer católicos, luteranos, bautistas y ortodoxos. Pero desde el 2001, el cardenal Ratzinger publicó un documento muy duro llamado Dominus Iesus, en el que reivindica la exclusividad de la Iglesia Católica y todas la demás solo tienen elementos eclesiásticos y no son iglesias. Subraya que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación. Creo que esta visión no se adecua a la Teología ni al Vaticano II, que hablan de una Iglesia en diálogo con las religiones y, que estas, son momentos de presencia de Dios. El ideal del ecumenismo es buscar la paz, la unidad, que las Iglesias dialoguen y lleguen a una mutua aceptación y mantener la dimensión espiritual para que no se apague la llama sagrada. Todo esto está en jaque.

-¿Por qué hubo tanto temor a la Teología de la Liberación? Se había cuestionado su metodología de utilizar la violencia para liberar a los pobres de la opresión.

-Tenemos dos aspectos: Uno viene de la Guerra Fría, del enfrentamiento del comunismo y el mundo occidental. El temor era que la movilización de cristianos que buscaban su liberación podría crear la infiltración marxista que va en contra del principio del catolicismo. Entonces hay que tener cuidado. El segundo aspecto es que la Teología de la Liberación implica un desplazamiento del lugar social de la Iglesia. Durante la colonia, la Iglesia se dirigía al centro de la ciudad, andaba bien con los poderes para garantizar la paz social. No evangelizaba directamente a los pobres, y si lo hacía, era indirectamente por medio de la caridad, mediante el apoyo de los ricos a los pobres. Entonces, la Teología de la Liberación dice: Los pobres tienen centralidad, el pobre no es un pobre, sino un oprimido, que tiene fuerza, piensa, puede organizarse. La Iglesia debe acompañarlos porque en América Latina hay algo singular: los pobres son simultáneamente pobres, religiosos y cristianos.
La pregunta era cómo hacer que esa fe cristiana les ayude a denunciar los pecados sociales, evitando la violencia. Estos discursos no fueron entendidos por Roma. Entonces empieza a sospechar de la Teología de la Liberación. Yo lamento lo que pasó porque la Iglesia pudo haber entendido y fortalecer los movimientos sociales, las democracias participativas, incluso una presencia nueva del cristianismo. Pero fue una oportunidad perdida.

-Es decir que prefirió la complicidad con las dictaduras y los poderes de turno.

-Sí. La Iglesia mantuvo su lugar social, de ambigüedad. En todos los países de Latinoamérica hubo sectores importantes que apoyaron la nueva visión. Está la parte que se quedaba en la sociedad tradicional y otra Iglesia que fue a los barrios, con los indígenas, con los negros. Estaban divididas las visiones. Yo diría que la Teología de la Liberación está presente primero en las bases populares a nivel ecuménico, en aquellas donde se hace la lectura popular de la Biblia, se confrontan los mensajes con la realidad, se incluyen conclusiones, celebraciones y prácticas, que son sus partes más activas. Son centenares de grupos. La Teología de la Liberación ayuda a comprender todo esto porque crea una nueva visión de la Iglesia.

-En su artículo sobre la situación actual de la Iglesia, también había manifestado que pululan los movimientos mediocres dentro de la misma.

-Hay muchos grupos conservadores. Cultivan solo la dimensión espiritual. Alaban, cantan, danzan y rezan el Padre nuestro, al Hijo y al Espíritu Santo y no hablan del pan nuestro: las injusticias, los pobres ni de los cambios necesarios. Si uno no une Padrenuestro con pan nuestro, no puede decir amén. Entre ellos están los movimientos carismáticos populares. Tienen una dimensión positiva muy fuerte porque han quebrado el monopolio de la palabra del sacerdote. Ellos hablan, rezan e inventan formulaciones de celebraciones que son muy importantes. Son de clase media, pero no son muy sensibles a las contradicciones de la sociedad, a las injusticias, a las barriadas pobres. Estos movimientos deberían tener una visión más crítica y profética de la realidad.

-Usted también es un crítico de la pomposidad del Vaticano y hasta de su crecimiento patrimonial. En más de una ocasión dijo que era para privilegiar a la jerarquía y se olvida de la opción por los pobres.

-La Iglesia -su jerarquía obispos y cardenales- es heredera de todo un estilo palaciego y curial, está más cerca de los grandes del mundo, pero debe salir de esos palacios para estar cerca del pueblo, de los más pobres. El rito que se vio cuando murió un Papa: los cardenales desfilando como príncipes en potentes coches, escandalizan al pueblo que está acostumbrado a leer la Biblia y dice que Jesús no quiere nada de esto. Ese estilo es pasado, es más folclórico. La humanidad quiere más simplicidad, más transparencia. Las Iglesias de Latinoamérica, del tercer mundo, están dando el ejemplo porque hay muchos obispos sencillos, pobres en medio del pueblo y no pierden su autoridad.

-De Benedicto XVI también dijo que se enfrenta a la modernidad.

-El tiene como postura intelectual, crítica muy directa a la modernidad racionalista y laica, que ha marginado la dimensión espiritual religiosa. Yo mismo hago una crítica a la modernidad como concentración de poder contra la naturaleza, pero hay que preservar conquistas fantásticas que la Iglesia no ha asimilado. Por ejemplo, la dimensión de la democracia, de los derechos humanos que también deben valer dentro de la Iglesia. La participación de las mujeres, más igualdad y participación entre los laicos. La Iglesia debe dialogar y no juzgar. Debe vivir con la diversidad y la pluralidad. La jerarquía tiene una gran dificultad con el pluralismo. Reconoce como hecho, pero no reconoce como derecho. Todos los seres conviven, hay equilibrio y tienen derecho a existir y así también debería ser la Iglesia.

-¿Cómo ve el entorno del Vaticano porque da a entender que hay vacío teológico?

-El Vaticano es muy centralista porque debe administrar 1.000 millones de personas. Es una inteligencia política exigente, hábil. Roma tiene una enorme tradición de habilidad política, pero últimamente la centralización es tan dura que controla toda la liturgia, la Teología, los movimientos. Durante el pontificado de Juan Pablo II fueron condenados más de 150 teólogos. Con Benedicto XVI otra partida. Significa que la Iglesia se hace más dura y menos flexible. Eso transmite miedo. Cuando tiene que utilizar la violencia simbólica como callar la boca de un teólogo, demuestra que tiene miedo. Debe dejar que las ideas circulen, que los teólogos se corrigen porque todos se entienden dentro de la Iglesia.

-¿Qué opina del celibato? ¿No llegó la hora de levantarlo?

-Todas las iglesias han cambiado. El judaísmo se ha abierto a la participación de las mujeres en los servicios. En la humanidad creció la conciencia de la dignidad de la mujer y su igualdad con el hombre. En la Iglesia hay conciencia, pero hay temor. Por ejemplo, ve la colaboración fantástica de la mujer, pero no reconoce su servicio. En cuanto al celibato no hay ninguna razón dogmática para mantenerlo. Lo ideal sería, como otras iglesias, levantar el celibato, que sea algo optativo y permitir que casados accedan al sacerdocio.


-Hay temas como los anticonceptivos que la Iglesia no acepta, sin embargo todos usan, ¿cómo ve esa situación?

-Los papas son rehenes de un tipo de matrimonio, que en el fondo debe ser para la procreación. En el Vaticano II se dijo que el matrimonio es expresión de amor, comunidad familiar en donde viene la vida nueva, pero en el fondo rige la vieja idea medieval que viene de San Agustín, de que el matrimonio es para la generación de vida y en la generación se introduce el pecado original. Entonces generar personas es algo complicado porque se introduce más pecado en el mundo. Esa visión hay que eliminar porque la Iglesia misma ha superado, entonces crea un doble discurso: reafirma e impone la no utilización de los anticonceptivos, pero se da cuenta de que todos los cristianos los utilizan, incluso para preservarse de enfermedades como el sida. No es buena esa dualidad. Antes que nada se debe crear conciencia para su utilización. Si hay amor, puede utilizar esos medios, sin destruir el amor.

-¿Cuál es su opinión de los abusos sexuales que cometieron algunos sacerdotes? ¿Es por la imposición del celibato?

-Es una consecuencia directa de la sociedad erotizada y ha afectado a la Iglesia. Yo asumo la posición del actual Papa; es un crimen y debe ser juzgado por las leyes civiles porque hay inocentes víctimas y cristianamente son condenables.

-Finalmente, ¿qué tipo de Iglesia propone para Latinoamérica?

-Gran parte de los latinoamericanos son doctrinarios y tiene poca incidencia la ética en ellos. Hay individualismo, acumulación irregular del capital, corrupción y hay que superar ese cristianismo puramente confesional con un cristianismo ético, de convicción y coherencia.