Benedicto XVI, el Papa progresista, que conecta con los anhelos de la inmensa mayoría de los creyentes, que siguen viviendo y soñando una Iglesia pueblo de Dios, circular e inclusiva, samaritana y pobre, sin privilegios ni impposiciones
(José Manuel Vidal).-Quieren volver a la epoca de la cristiandad y, para eso, luchan por una Iglesia poderosa, con una estructura jerarquizada (cuasi militar) y capacidad para imponer a la sociedad su leyes y normas. Una Iglesia piramidal y «sociedad perfecta». Los conservadores se emplaeron a fondo, durante los 25 años que duró el pontificado del Papa Wojtyla, para conseguirlo. Y en gran parte la consiguieron. Pero sólo ad intra. Ad extra, fracasaron estrepitosamente: la sociedad no sólo no les sigue, sino que les da la espalda y les desdeña. Por eso, pensaron que con la llegada del sucesor, del Papa Ratzinger, al solio pontificio pondrían la guinda a su diseño. Benedicto XVI, sería el encargado de ganar la batalla cultural y, por lo tanto, consagrar el modelo de Iglesia que preconizan también en el mundo. Pero el Papa anciano y sabio les salió rana.
Como buen intelectual, Benedicto XVI sabe que la fe no se impone. Y sabe también que el poder es lo más opuesto al Evangelio de Jesús. Y lo dice abiertamente. No hay nada que más les guste a los conservadores que la influencia social y el poder. Además, para jutificar el fiasco al que condujeron la Iglesia, llevan años repitiendo que la raíz de todos los males y la causa de la descristinización de Occidente es la secularización y el Vaticano II. Pues bien, el Papa, en su reciente viaje a Alemania les ha chafado sus argumentos esenciales. Ratzinger no quiere una Iglesia con poder y, además, ve en la secularización una oportunidad para la purificación.
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