¿Qué pasa con la asignatura de religión? ¿tan inútiles son los profesores que la enseñan? ¿tan rematadamente malos son los libros de texto que se usan para enseñarla?
(José María Castillo).- Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre este asunto. No pretendo aquí prolongar un debate que, según creo, va para largo. En todo caso, y sea cual sea la opinión que cada uno tenga sobre el tema, lo que a todos nos vendría bien sería pensar – al menos pensar – en los resultados que está dando la enseñanza oficial de la religión en la escuela y, en general, en los planes de estudio.
Digo esto porque, según creo, somos muchos los ciudadanos que palpamos dos hechos que están a la vista de todo el mundo. El primer hecho es que la gran mayoría de los jóvenes de nuestro país pasan por varios años de clase de religión. Una asignatura en la que los obispos son los responsables de poner y quitar a los profesores, de aprobar o rechazar los libros de texto, de vigilar lo que se enseña y cómo se enseña en cada centro, de controlar hasta el comportamiento público y privado de los docentes. El segundo hecho es que, según los estudios sociológicos más fiables que se han hecho hasta el día de hoy, una notable mayoría de jóvenes españoles se muestra distante de la religión, alejado de ella, ausente de la práctica religiosa y – lo que es más significativo – estas generaciones juveniles (al menos, hasta los que cuenta unos cuarenta años) muestran un desinterés casi total por cuanto se refiere a los temas de la religión, la Iglesia, la teología y todo cuanto se relaciona con esas cosas y esos conceptos.
Es verdad que hay grupos muy concretos y minoritarios que frecuentan las reuniones de colectivos, de marcada orientación integrista y conservadora (Opus Dei, Quicos, Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo...), pero incluso en estos grupos se empiezan a advertir signos de cansancio. En cualquier caso, estos grupos son minoritarios en el conjunto de la población. Cosa que no contradicen las masivas concentraciones de la JMJ, como la del pasado agosto en Madrid. Porque es bien sabido que a esa magna concentración acudieron jóvenes de medio mundo.
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