Transformar el pan eucaristizado (olvidandose del vino) en objeto de culto, olvidandose de la lección fundamental, me parece un error grave de nuestra pastoral
(Padre Pancho).- Desde algún tiempo aparecen en los medios de comunicación diferentes opiniones sobre la Eucaristía. Muchas, a mi parecer, son discusiones inútiles. Otras se olvidan de lo esencial insistiendo sobre aspectos secundarios.
Me recuerdo que cuando yo era niño, el catecismo oficial definía la Eucaristía como el sacramento que bajo las especies
del pan y del vino contenía el cuerpo y la sangre de Jesús. No pretendo negar esta afirmación…¿pero es esto el significado que le ha dado Jesús? Evidentemente esta definición marca un aspecto secundarío urgida por las discusiones con los hermanos separados.
Según mi forma de pensar la Eucaristía es ante todo la accion liturgica (la Cena del Señor), que nos recuerda el amor de Jesús que lo llevó a dar su vida por nosotros. El pan y el vino eucaristizados (San Justino) son signo de la persona de Jesús que el Padre celestial nos da como alimento, como comida y bebida, para que la memoria activa y constante de su entrega en la cruz alimente e impulse nuestra vida de amor.
Jesús ha querido decir que Él és nuestro alimento, no ya la ley (como para los judios), sino él mismo. La memoria de Él centrada en su entrega, es lo que va a regir y debe ser punto de referencia para toda nuestra vida.
A Jesús no le interesó darnos un signo de su presencia (aunque la Eucaristia lo sea), sino quiso darnos todos los dias la alegría de su amor y darnos un empujoncito para que nos amaramos un poco más…como Él.
Transformar el pan eucaristizado (olvidandose del vino) en objeto de culto, olvidandose de la lección fundamental, me parece un error grave de nuestra pastoral y se acerca a la idolatría. La gente no piensa ya en el Calvario, ni en el amor de Jesús que debe imitar; se queda en la hostia olvidandose también del signo del vino que es signo de la Nueva y eterna Alianza.
La gente se queda mirando la hostia como mirando a Jesús, la gente prefiere la adoración a la celebración eucarística. ¿Esto es lo que ha querido Jesús?
Estar discutiendo al infinito la forma de la presencia de Jesús es una discusión fuera de lugar. Jesús como hijo de Dios, con su corporeidad trasformada, cestial está presente en todas partes. La Eucaristía nos lo recuerda, nos pone en comunión con él, es una memoria activa que nos hace experimentar la alegría de tenerlo cerca. El acto de comulgar traspasa el encuentro fisico con «los accidentes»; expresa la propia voluntad de identificarse con el, de vivir con el, de compartir sus preocupaciones y su proyecto de vida.