El Papa une la cuestión del medio ambiente con la preocupación de los más pobres y la responsabilidad de las grandes potencias
(Juan Pablo Somiedo).- El pensamiento político del actual papa pivotaban sobre dos principios: la crítica al capitalismo financiero incontrolado y la preocupación por el medio ambiente.
Lejos de ser compartimentos estancos, ambos principios forman un todo correlacionado, pues el capitalismo sin control termina por afectar al medio ambiente en su ansia por explotar la mayor cantidad de los recursos minerales y energéticos disponibles para mantener el bienestar adquirido por los países más desarrollados y ampliar la asimetría entre los países ricos y los países pobres, fomentando así el surgimiento de conflictos que minan la posibilidad de una paz estable y duradera. La visión del Papa, aunque desde otros ángulos y presupuestos menos teológicos, es compartida también por otros autores como es el caso del español Jose María Naredo.
a) La crítica al capitalismo salvaje
El Papa ha denunciado claramente en varias ocasiones el capitalismo financiero sin reglas que prevarica sobre la política y altera la estructura económica real y que considera a los trabajadores como bienes menores. Pero esas declaraciones tan claras y expresas son recientes en el tiempo. Años atrás lo hacía de forma más cautelosa y difuminada. Una muestra de esta cautela la tenemos en el libro que escribió sobre el Jesús histórico «Jesús de Nazaret«. Muy pocos esperarían encontrar en el libro algo más que las reflexiones de un teólogo y un intelectual de gran altura, como es el Papa, sobre el Jesús histórico y su más que probada existencia. Y mucho menos algo que tuviera que ver con la geopolítica mundial. Pero una vez más el Papa nos sorprende en un juego muy particular de velado y desvelado. Así en la meditación del autor sobre la parábola del buen samaritano podemos leer:
«La vigencia de la parábola es obvia. Si la aplicamos a las dimensiones de una sociedad globalizada, vemos cómo la población de África, que se encuentra ella misma robada y saqueada, es de relevancia personal para nosotros. Así vemos qué cerca están de nosotros; también vemos que nuestro estilo de vida, la historia en la que estamos también envueltos, los ha privado y continúa haciéndolo. En esto, por encima de todo, está comprendido el hecho de que los hemos herido espiritualmente. En lugar de darles a Dios, el Dios cerca de nosotros en Cristo, y por eso dando la bienvenida a todos lo que es grande y precioso de sus tradiciones y llevándolo a su logro, los hemos conducido al cinismo de un mundo sin Dios en el que sólo cuentan el dinero y el poder. Hemos destruido los criterios morales de manera que la corrupción y la voluntad de poder, sin escrúpulos, se hacen algo obvio. Y esto no es sólo de África»
Entenderemos mejor las palabras del Papa si mencionamos que África tiene a día de hoy el 80% de las reservas a nivel mundial de recursos estratégicos como petróleo, gas o coltán y que un ciudadano norteamericano consume tres veces más agua que uno europeo y éste tres veces más que un africano, por ejemplo. Solamente se registra el costo de extracción de esos recursos, pero no el de reposición-
Las grandes corporaciones y los países más ricos tienen posibilidades de financiación que van mucho más allá que lo que les permitiría el comercio a través de sus reglas de valoración. El desplazamiento sordo y paulatino en el control de las finanzas mundiales refleja el desplazamiento de poder que se está operando desde los Estados hacia esas otras organizaciones igualmente jerárquicas y centralizadas que son las empresas capitalistas transnacionales
El Papa era consciente que, al igual que lo que ocurrió con los recursos naturales durante el reparto colonial del mundo, el proceso de globalización al que asistimos nos empuja hacia un juego económico de suma cero, en el que las ganancias de unos han de ser necesariamente sufragadas por otros.
b) La preocupación por el medio ambiente
En el año 2009 la prestigiosa revista norteamericana de geopolítica «Foreign Policy» clasificó a Benedicto XVI en el lugar 17 entre los «100 mayores pensadores globales» del año. Entre los meritos que FP reconoce al pontífice está el hecho de haber colocado a la Iglesia de manera inesperada a la cabeza de la defensa del medio ambiente y en la denuncia del cambio climático (www.foreignpolicy.com, del 30.XI.2009). Y ello a pesar del sonado fracaso de la Cumbre de Copenhague sobre el medio ambiente, organizada por las Naciones Unidas, en ese mismo año. Los países ahí reunidos no fueron capaces de aportar una solución viable a los problemas ecológicos mundiales.
El Papa Benedicto XVI ha sido llamado el «papa verde» por su preocupación por el medio ambiente. Una muestra de esta inquietud permanente es que ha hecho instalar paneles solares para la producción de electricidad en los techos del Vaticano y en su casa de Alemania. Además, el Vaticano es el primer estado neutral en emisiones de CO2 a través de la reforestación de bosques que compensan sus emisiones.
La encíclica «Cáritas in veritate» es también un reflejo de esa preocupación, en la que el Papa toca temas candentes donde convergen la política y la económica como la explotación de los recursos no renovables y la justicia hacia los pueblos más pobres. En dicha encíclica el Papa escribe: «El medio ambiente es un regalo que Dios nos hace a todos, y en el uso que le demos tenemos una responsabilidad hacia los pobres, hacia las generaciones futuras y hacia la humanidad en su conjunto».
La preocupación por el cambio climático de los países desarrollados es sólo la punta del iceberg de un problema mucho mayor que consiste en el permanente y sistemático de los recursos del planeta sin posibilidad de reposición. El cambio climático no sería más que una de las consecuencias de este hecho
De esta forma el Papa une la cuestión del medio ambiente con la preocupación de los más pobres y la responsabilidad de las grandes potencias. La crítica, aunque suave en las formas, no deja de ser un posicionamiento geopolítico claro y un llamamiento a una redistribución global de los recursos energéticos, de manera que los países que no los tienen puedan acceder a ellos, expresando así su preocupación por lo que Joseph Stroupe ha acuñado como «new cold war» por el control de los recursos estratégicos del planeta.