La conferencia de Aparecida –30 años después de la de Puebla y 15 de la de Santo Domingo, recupera las Comunidades de base
(Alver Metalli).- No se han extinguido nunca, para ser sinceros, pero en los años de Juan Pablo II y de Benedicto XVI la comunidades de base entraron en un período de sombra. Ahora vuelven a hablar de sí mismas, a reflexionar sobre su misión y su papel dentro de la Iglesia del Papa latinoamericano. Lo harán en Brasil en enero, es decir, en el país que ha visto el nacimiento y mayor desarrollo de estas comunidades eclesiales.
En Puebla, México, en 1978, las CEBs -como se las conocía-recibieron su consagración después de sus inicios, en 1968. «Se convirtieron en comunidades maduras y se multiplicaron sobre todo en algunos países, tanto que ahora constituyen un motivo de alegría y esperanza para la Iglesia», escribían los obispos en el documento final de la tercera Conferencia general del episcopado latinoamericano. «En comunión con el obispo, como se había pedido a Medellín, son transformadas en centros de evangelización y operadoras de liberación y desarrollo». Entre las recomendaciones de la Conferencia al resto de las iglesias de América Latina, figuraba también la de reconocer la «validez de la experiencia de las comunidades eclesiales de base» y estimular «su desarrollo» (Puebla n.156).
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