En este mundo injusto y criminal, nadie lucha a favor de las víctimas y denuncia a sus opresores sin que acabe desatando una reacción en contra, tan desesperada como disfrazada de honorabilidad
(José I. González Faus).- Lo que le ocurrió a Jerusalén es que abusó tanto de su situación privilegiada que acabó perdiéndola («tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe»). Y lo que ocurrió a Jesús es lo que expresa otro refrán posterior («quien se mete a redentor sale crucificado»): en este mundo injusto y criminal, nadie lucha a favor de las víctimas y denuncia a sus opresores sin que acabe desatando una reacción en contra, tan desesperada como disfrazada de honorabilidad.
Lo que algunos biblistas califican como «el principio de Caifás» (aludiendo a Jn, 11,50: «vale más que muera ese hombre para que nos salvemos nosotros») rige casi toda la política humana. Ambos son principios de sabiduría histórica con los que tropezamos cada día en la práctica.
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