¡Y allí estaba, de pie, con sus heridas limpias y frescas, junto a la roca movida que era la puerta de un muerto!
(Jairo del Agua).- Aquel domingo la aurora cayó como relámpago sobre la cueva donde le dejamos. Salieron Pedro y Juan corriendo. Y, tras ellos, todos nosotros hacia el lugar del entierro.
¡Y allí estaba, de pie, con sus heridas limpias y frescas, junto a la roca movida que era la puerta de un muerto!
Oculto entre todos llegué a escuchar este diálogo:
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Pedro:
Yo también te ofrezco
mi sangre que, en tu servicio,
gastar gota a gota quiero.¡Piedra soy, Tú eres el agua,
moldéame con tu beso!
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