No necesitaba ni necesito su canonización, pues para mí ha sido y sigue siendo un signo, un don de Dios par la iglesia
(Xabier Pikaza).- El próximo domingo (27.04.14) será canonizado Ángelo Roncalli, que fue Papa con el nombre de Juan XXIII. Sobre su vida y obra de papa cristiano que supo «desatar» el nudo que la Iglesia había corrido, cerrándose a sí misma, y pudo lograr así que actuara el Espíritu Santo en el Concilio Vaticano II hablaré en este post, al que seguirán otros dos (uno sobre Pablo VI y el Vaticano y, otro sobre Juan Pablo II, que también será canonizado).
No necesitaba ni necesito su canonización, pues para mí ha sido y sigue siendo un signo, un don de Dios par la iglesia. Me alegra saber que el Papa Francisco no haya querido aprobar un «milagro externo» (siempre dudoso) para canonizarle, sino que ha escuchado la voz de millones de católicos y cristianos (y hombres de buena voluntad, fuera y dentro de las iglesias) que le han amado y le siguen amando.
Ha sido el Papa de mi juventud y de mi primera madurez, un Papa con el que he seguido vinculado siempre, de un modo cordial e intelectual.
— No fue un teólogo (¡no hace falta ser teólogo para ser ministro de la iglesia!), sino un hombre de fe, un campesino de familia pobre, como Jesús, pero abierto, con la fe de Jesús, a los problemas de la nueva humanidad del siglo XX, para ponerlos a la luz del evangelio.
— Es, sin duda, el hombre más importante de la Iglesia Católica (y quizá de todas las iglesias) del siglo XX. Jesús le dio las llaves de la Iglesia, como se las había dado a Pedro, para «desatar y abrir» (cf. Mt 16, 18), dejando así al camino abierto al Espíritu Santo, en el concilio Vaticano II. Del trasfondo de su vida quiero hablar en este post, situando su camino y obra a la luz de los papas de la primera mitad del siglo XX.
Hablando de él hablaré en el fondo de mi propia vida y de la vida de millones y millones de cristianos que somos lo que somos por lo que él fue (y por lo que sigue haciendo).
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