Nada cambiará en la Iglesia mientras no se invierta el esquema, y no deje de haber ovejas y pastores
(José Arregi).- En la liturgia de este domingo, el evangelio de Juan pone en boca de Jesús: «Yo soy la puerta del redil. Y soy el buen pastor, no un mercenario. Mis ovejas me conocen, escuchan mi voz y me siguen». Jesús nunca habló exactamente así, pero era un hombre de campo y residía en Cafarnaún, junto al lago de Galilea, y hablaba de lo que veía: labradores y semilla, pescadores y peces, pastores y ovejas. Hablaba de lo que veía para decir lo que esperaba: un mundo justo y bueno, sin hambre ni enfermedad.
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