La federación alemana hizo una donación de diez mil euros para que los indios pudiesen comprar una ambulancia para la aldea y después de ganar el título, bailaron juntos la danza de la fortaleza
(L. M. Modino).- Una de las críticas más comunes que reciben los futbolistas de élite es que viven en un mundo aparte, sin ningún deseo de relacionarse con los mortales, pues al fin y al cabo la sociedad les ha hecho creer que son dioses y que no necesitan bajar al mundo real para no desvirtuar su «imagen divina».
Está siendo noticia en estas horas posteriores a la final del Mundial la actitud de la selección alemana en los 33 días que pasaron hospedados en Santa Cruz Cabrália, en el sur del estado de Bahia, donde construyeron su propio centro de entrenamiento. Y todo comenzó por ahí, pues desde la construcción de este complejo se empañaron en que los trabajadores fuesen de la región.
La interacción con la población local fue constante, y dentro de esto quiero destacar la identificación que tuvieron con los indígenas, en concreto con los Pataxós, que habitan esta región. Todo esto contrasta con la actitud que los gobernantes brasileños tienen con las poblaciones indígenas. Muy cerca de Santa Cruz Cabrália se encuentra la Serra do Padeiro, donde los tupinambá continúan siendo perseguidos. Los xucurus, tribu del interior del estado de Pernambuco, de la que es descendiente el jugador de la selección brasileña Paulinho (sus abuelos vivieron en esa aldea indígena) escuchaban los partidos por la radio, pues no tienen luz, ni agua corriente, ni cobertura en los móviles.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: