Examiné y leí mi corazón y encontré un sí por amor a vivir como vivió Cristo. Por Él, con Él y como Él. Pero a la gente le preocupa nuestro celibato...
(Juan José Arnáiz).- ¡Dos veces! En dos ocasiones, dos familiares distintos me lo hicieron saber durante los recientes días de vacaciones: «El Papa os quita el celibato».
Yo agradecí el interés por mi «salud» y por las condiciones de mi libertad, a la par que intenté expresar que nunca el papa ha dicho eso y que el argumento, parece que descubierto por los medios de comunicación y desarrollado ciertamente en base a palabras del papa, es muy viejo.
Pero esta alegría por la «liberación» promovida presuntamente por el papa no deja de ser curiosa. No quise entrar a explicar que, en el hipotético caso de que el papa suprimiese la obligatoriedad de la promesa de celibato (hecha a la Iglesia) para que un varón pueda acceder al sacerdocio, a mí no me afecta para nada, puesto que mi celibato sacerdotal está precedido por un voto (a Dios) de castidad por mi cualidad y estado de religioso. Entrar en estas disquisiciones podría haber sido demasiado.
Tampoco me permití soltar la lengua y quedarme a gusto expresando, no sé de qué modo ya, que jamás me he sentido obligado a someterme a ningún yugo opresor de mis «jefes», oscuras jerarquías eclesiásticas; ni que la Iglesia ni Dios me haya castrado nada.
Cierto, carezco en mi vida de una dimensión a la que los demás tienen acceso y que es, digamos, la normal; pero no carezco materialmente de ello no porque me lo hayan quitado u obligado, sino porque yo lo entregué libremente.
Y más que libremente, amorosamente. Yo no me veo (quizás mi imagen diga otra cosa a quienes me conocen, no lo sé) ni más infeliz ni más feliz que cualquier casado (cristiano o no) con plena vida sexual y familiar con el que me cruce por la vida o por la calle. He tenido, tengo y tendré mis altos y bajos en mi opción de vida celibataria. Creo que como los casados en su opción.
Incluso he tenido que elegir ser lo que soy cuando tuve al alcance (perdonad la inmodestia) no respetar mi compromiso. Y no me leí el derecho canónico u otras leyes de la Iglesia para elegir en libertad vivir como creo en mi interior que Dios me llamó a hacer y ser. Examiné y leí mi corazón y encontré un sí por amor a vivir como vivió Cristo. Por Él, con Él y como Él. Pero a la gente le preocupa nuestro celibato…
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