Supo acompañar otros tiempos que se alejaban de su sensibilidad humana y eclesial sin provocar incidencia ninguna
(Fernando Fuentes, director del secretariado de la comisión de Pastoral Social de la CEE).- No podía dejar pasar de largo este momento de tristeza por la muerte de D. Ramón y su recuerdo. Mi vinculación con él se remonta al año 1985, en cuyo mes de septiembre me propuso formar parte de su equipo para acompañarle como Vicedirector del (Director), también ya en la Casa del Padre, quien se ocupaba especialmente del acompañamiento de Cáritas Española como Delegado episcopal.
Por entonces, tenía 28 años y recién acabados los estudios de Ciencias Sociales en el Instituto Social León XIII, y con permiso de mi obispo Mons. Guerra Campos, me llamó D. Ramón, sobre todo para apoyar el imprescindible conocimiento técnico para los trabajos y ocupaciones de la Comisión Episcopal de Pastoral social, preocupación que D. Ramón aplicó en los estudios de Cáritas, en el plan CCB.
En el trienio de 1984 al 1987, D. Ramón mostraba su relevante faceta de compromiso en hacer presente, desde las instancias oficiales y jerárquicas, una Iglesia muy pegada a la realidad social, a sus problemas, sin formalismos, una Iglesia pobre, con nula ostentación y siendo acogedora de todos (eran conocidas sus relaciones con personajes de todas las ideologías, que admiraban su entrega y coraje, su trasparencia y nula condescendencia en los casos de corrupción, maltrato a los pobres y de hipocresía clerical (era conocido su lenguaje directo y crítico con actitudes condescendientes en la propia estructura eclesiástica).
D. Ramón nos enseñó y nos animó a trabajar en equipo y con aprovechamiento de los conocimientos sociales. Hay que decir también en justicia, que ese equipo de la Comisión de Pastoral social tenía entonces como miembros, entre otros, a D. José María Setién, D. Javier Osés y D. Antonio Algora. D. Ramón ya no abandonó en su larga vida episcopal esta Comisión Episcopal y estas preocupaciones. Es más, aún cuando regía una diócesis en lejanía geográfica y con el cambio en la dirección de las Comisiones Episcopales, normal en las instituciones de representación, supo acompañar otros tiempos que se alejaban de su sensibilidad humana y eclesial sin provocar incidencia ninguna.
Con D. Ramón compartíamos el trabajo de expertos como Alfonso Álvarez Bolado, Jesús Espeja, Victorino Ortega, la ayuda de Mons. Alberto Iniesta. Y de esta forma se pudieron elaborar, posteriormente, documentos que han sido, y siguen siendo, la base de la acción pastoral de la caridad en las instituciones de acción caritativa y social de la Iglesia que peregrina en España: al inicio de su presidencia fue paradigmático el documento de la CEPS «Crisis económica y responsabilidad moral» (1984).
Después de su periodo de presidencia de la CEPS se presentaron «La caridad en la vida de la Iglesia» (1993) y «La Iglesia y los pobres» (1994). Y se cubrió este tiempo de fecundidad magisterial con verdaderos documentos de referencia: » Católicos en la vida pública», «Testigos del Dios Vivo» y «Constructores de la Paz», que fue un documento episcopal preparado por la Comisión Episcopal de Pastoral social y que requirió muchas consultas de tipo técnico y político pues no en vano era un momento de impacto político y social muy importante (por cuestiones como la participación en la OTAN, el papel del ejército, la presión de los movimientos sociales y económicos).
Finalmente, subrayar que con D. Ramón la Iglesia española asentó las bases pastorales e institucionales de lo que hoy es una pastoral de la caridad bien organizada, sobre todo por su atención y dedicación a Cáritas Española y también es obra suya el impulsar el nacimiento de otro departamento, menos llamativo pero muy relevante para la acción social de la Iglesia, como es la pastoral penitenciaria, que en aquellos años 80 hizo el cambio de una atención de capellanes-funcionarios hacia una pastoral viva, integrada por capellanías en la cual se implicaban agentes de voluntariados, religiosos y religiosas, organismos técnicos de las prisiones…
Mi oración por un obispo que no dejaba indiferente y que era tremendamente ameno y un gran organizador de las instituciones. Mil gracias D. Ramón.