Gregorio Delgado

Abrir sitio a la verdad (III)

"El corporativismo del que han hecho gala me parece incompatible con el servicio a la verdad"

Abrir sitio a la verdad (III)
Gregorio Delgado

Olvidan que, hasta en la Iglesia, existe un derecho de opinión y expresión, que Ustedes deben respetar, por muy Obispos que sean

(Gregorio Delgado, catedrático).- El otro día, los Obispos del Sur de España, reunidos en la CXXX Asamblea Ordinaria, emitieron un lacónico y poco meditado comunicado en apoyo al Arzobispo de Granada. Este es el tenor literal del mismo: «Los Obispos, que han venido siguiendo también la campaña mediática de acoso al Arzobispo de Granada que ha tenido lugar en los últimos meses, campaña que no ha temido recurrir a la mentira y a la calumnia, expresan su comunión plena y su apoyo al Arzobispo de Granada, Mons. Javier Martínez, y lamentan esas informaciones falsas e injustas que tanto daño hacen al Pueblo de Dios».

Uno -¡qué le vamos a hacer, anacrónicos señores Obispos- siente vergüenza ajena. Son muy libres de matar al mensajero. Son muy libres de tirar la piedra (condena indiscriminada de todos los medios de comunicación, a quienes atribuyen haber mentido y calumniado e informado falsa e injustamente) y esconder la mano (no aportan las pruebas). Pero, ¡allá ustedes! Me temo que han comprado mercancía averiada. ¡Ojalá me equivoque! Me alegraría que no tuviesen que lamentar lo que, en mi opinión, es un muy grave patinazo.

No sé si Ustedes compartirán, con el Papa Francisco, que «la verdad es la verdad, y no debemos esconderla». Siguiendo a Mons Scicluna (nombrado hace unos días Presidente del Organismo que entenderá de las apelaciones de sacerdotes y obispos implicados en abusos a menores), expuse este principio esencial en la respuesta al fenómeno del abuso sexual del clero en mi reciente monografía sobre La investigación previa. La respuesta de la Iglesia al delito de abuso sexual, Ed. Civitas-Thomson Reuters, Pamplona 2014, págs. 54-58.

El antídoto, pues, se llama trasparencia informativa. ¿Están seguros, señores Obispos del Sur, que su compañero granadino se sirvió de este fármaco? La sociedad actual les demanda una actitud que supere el viejo criterio según el cual los trapos sucios se lavan en casa. ¿Tan difícil les resulta atenerse a tan elemental principio?

No creo faltar a la verdad ni tampoco calumniarles si subrayo que, como les ha recordado RD, todavía -y ya han transcurrido tres meses- no se ha escuchado por boca de Ustedes palabra alguna de condena a los presuntos abusos y de apoyo a las víctimas. ¿No piensan que este hecho -que Ustedes han protagonizado- es susceptible de sorprender y escandalizar gravemente al Pueblo de Dios?

Ni siquiera, en el Comunicado de marras, han tenido la decencia de hacerlo. Con semejante actuación, Señores Obispos del Sur, dan pié -aunque no quieran entenderlo- a toda clase de interpretaciones y valoraciones críticas. No se quejen después por ello. Han sido Ustedes -no los medios- lo que se han puesto en evidencia.

Acostumbrados a un modo periclitado de ejercer el gobierno eclesiástico, les salen a borbotones exhibiciones poco evangélicas de fuerza, de dominio y de prepotencia, de psicología principesca, de condena de casi todo cuanto se mueve y no controlan, de un nefasto clericalismo. Hacen causa común con un compañero sin atenerse a matiz ni distinción alguna.

Olvidan que, hasta en la Iglesia, existe un derecho de opinión y expresión, que Ustedes deben respetar, por muy Obispos que sean. Lo siento pero el corporativismo del que han hecho gala me parece incompatible con el servicio a la verdad y a la libertad cristiana. Es más, ese corporativismo sólo es propio de una Iglesia monolítica y cerrada, que siempre ha actuado a la defensiva, que todavía anida en ciertos palacios episcopales y que el Papa Francisco trata de superar.

Aunque Ustedes no hayan podido valorarlo así, tampoco debería extrañarles que algún ‘malicioso’ interpretase su Comunicado como intento de influir, en las estancias vaticanas, a favor de Mons Martínez. El momento escogido se presta también a ello. Me cuesta creer que Ustedes, varones prudentísimos, se hayan metido en tal galimatías. Podría ser mal visto y considerado una indebida intromisión. No han sabido optar ni siquiera por el discreto disimulo.

A la vista de cómo están las cosas, sólo se me ocurre recordarles el adagio latino «quod cuique obtigit, id quisque teneat». O, en términos más accesibles a todos, «a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga». Nunca mejor dicho. Confianza en la voluntad divina y resignación a lo que el Papa Francisco decida.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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