Chile se convirtió así en un gran laboratorio económico mundial, donde el modelo neoliberal fue aplicado sin ningún contrapeso
(Marco A. Velásquez, RyL).- El premio nobel de economía 1976, Milton Friedman, en su célebre libro «La teoría de los precios» establece un axioma fundamental de su teoría: «Todo tiene precio». Una frase tan desconcertante como la de otro gran economista chileno de la escuela de Chicago, el profesor Ernesto Fontaine, quien para imbuir a sus discípulos en el arte del pensamiento económico repetía: «Dime cuánto tienes y te diré que piensas».
Friedman y Fontaine revelan, sin denominarlo, que el fundamento del pensamiento económico neoliberal radica en la codicia. Paralelamente, para estructurar todo el andamiaje analítico se despoja a la persona humana de toda referencia valórica moral, de manera que, estableciendo principios de racionalidad, la conducta humana termina moviéndose irresistiblemente hacia impulsos elementales como: tener más que menos, pagar menos que más, potenciar el ocio por sobre el trabajo, competir, asignar recursos a quien más paga, sustituir empleo por tecnología, etc.
Y para doblegar la conciencia humana de cualquier arraigo ético, Fontaine sustituía el concepto de trabajador por el de «bestia», con lo que buscaba igualar el trabajo humano con el de cualquier factor productivo, sea tecnología o capital.
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