Hoy, por vez primera, tras veinte siglos visión sacral impositiva (los jerarcas religiosos dirigen desde arriba, desde su Vaticano la vida de los hombres), es posible exponer y abrir el cristianismo (la Iglesia) como proyecto y camino de humanidad
(Xabier Pikaza).- Hace dos años el cónclave secreto de cardenales eligió como Papa al Cardenal Jorge Bergoglio, que tomó el nombre de Francisco, el cristiano de Asís, como recordando que la Iglesia debía volver a la pobreza hecha fraternidad, al evangelio sin glosa.
Dos años son muchísimo tiempo para los que esperan impacientes unos cambios que parecen necesarios, aunque resulte difícil concretarlos. Pero son muy poco para el ritmo de tiempo de una Iglesia hecha de siglos, parada en el XVI (Trento y Vaticano), atrancada en el XI (reforma gregoriana), arraigada en el IV (sistema sacral helenista y romano).
Con esta ocasión, siguiendo el esquema de las discusiones escolásticas (¡que no eran bizantinas en el mal sentido de la palabra!), quiero evocar siete cosas en contra del Papa, para presentar después siete a favor. En el fondo está la imagen de la estación del tren del Vaticano. Quien lea hasta el final verá que mi juicio es positivo, que pienso que Francisco se ha puesto en buen, pero que espero aún mucho más.
— Dicen algunos que los trenes llevan parados hace siglos en una vía muerta de esa estación (imagen 2).
— Otros responden que el Papa recibe y anima a los jóvenes desde esa estación, que es un signo del verdadero Vaticano (imagen 1).
— ¿Qué pasa con el tren del Vaticano y con el Papa Francisco que más que «Pontífice (guardián de puentes) tendría que ser Maquinista del tren del Evangelio?
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