Para algunos, no llegará nunca la primavera de Francisco
(José M. Vidal).- Querido Jorge: Acabamos de dar la noticia de tu «despido». Aquí lo definiriámos como improcedente. Tanto en el fondo como en la forma cínica de hacerlo. Mi apoyo total y mi solidaridad plena. Me duele. Por ti, por la Iglesia chilena, que está perdiendo a pasos agigantados su aura de otrora, de la época de la Vicaría de Solidaridad, de Silva Henríquez o del cura Llidó, entre otros muchos. Y por la Iglesia universal, cuya imagen se mancha una vez más con este tipo de decisiones inquisitoriales.
Me duele primer por ti, que pierdes tus clases. Espero que en Chile o en otras partes, la Compañía pueda buscarte acomodo docente. Nadie puede enterrar, aunque quiera, las ideas de los teólogos que piensan la fe en las periferias existenciales e intelectuales.
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