Nuestra Iglesia se parece a la que reclama el obispo de Roma, el jesuita Francisco, porque todo el Pueblo de Dios y particularmente los pastores, mayores y menores, se encuentran en las periferias geográficas y existenciales
(Nicolás Castellanos).- Bolivia vibra, hasta el presidente Evo Morales. Esto parece un tsunami explosivo de alegría y esperanza. No es para menos. Una lectura humana y creyente de la visita del Papa a Bolivia. Nos puede servir de pórtico el film «La Misión».
Nos presenta la importante obra misional de las Reducciones Jesuíticas. En ese contexto aparecen los dos modelos de Iglesia. Un modelo de iglesia, política, mundana, triunfal, habitada por príncipes con capisayos rojos, en medio de esa parafernalia cortesana.
El otro modelo, la iglesia de los jesuitas expulsados, fiel reflejo del Evangelio, de San Ignacio. Y hoy afirmaríamos también del obispo de Roma, Francisco, jesuita, como los de las Reducciones del Siglo XVI y XVII. Una iglesia pobre, con los pobres y para los pobres, accidentada antes que enferma, que sale a las periferias geográficas y existenciales, con pastores que huelen a oveja y no tienen cara de vinagre; una Iglesia abogada de la justicia y defensora de los pobres ante intolerables desigualdades sociales y económicas, que claman al cielo.
En Bolivia la Iglesia, junto con los medios de comunicación, son las dos instituciones de mayor credibilidad en la sociedad. Toda la Iglesia contribuye a ello. Resalto dos actores principales, las religiosas/os, con sus presencias multiplicadas, labor callada, sacrificada y entrega a fondo perdido, en las periferias, donde sufre el pobre y excluido.
Y la presencia liberadora del Cardenal Julio Terrazas.
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