Su argumentación contra los matrimonios entre personas del mismo sexo es tan pobre que descubre su pulsión homofóbica
(Ramón Baltar).- Menos de medio millón de católicos de todo el orbe han suscrito una petición a Francisco para que reafirme la doctrina que prohíbe recibir la comunión a los divorciados vueltos a casar por lo civil y condene con firmeza los matrimonios igualitarios. Un intento desleal y mal trabado de reconducir el Sínodo sobre la Familia que promete novedades.
Los abajo firmantes se calificaron ellos solitos de desleales siguiendo la estela de la jerarquía inmovilista que profesa obediencia a Pedro pero se la discute a sus sucesores cuando se atreven a emprender reformas que les causan horror. Tal vez persuadidos de que sus opiniones son la verdadera doctrina católica, no reparan en el daño que le hacen a la Iglesia insinuando que Bergoglio estaría dispuesto a orillarla para contentar a los que proponen abrir las puertas a quienes no quieren quedarse fuera.
A poco que piense aun el lego en el asunto no tarda en descubrir el motivo por el cual nunca se debió llegar a prohibir el acceso a la comunión a los divorciados que repiten jugada con nueva pareja sin la bendición eclesiástica. La misa trae su origen del banquete de fraternidad que celebraban los primeros cristianos cumpliendo el mandato de Jesús de repetirlo en memoria suya, lo cual excluye invitar a los hermanos en la fe a sentarse a la mesa del Señor para no catar los manjares que allí se disponen.
Su argumentación contra los matrimonios entre personas del mismo sexo es tan pobre que descubre la pulsión homofóbica que la anima. Si bien se mira, la amenaza a la familia tradicional no viene de dichas uniones, sino de las nuevas formas de vida que va imponiendo el curso de los tiempos. Los católicos tienen que aceptar que su modelo de familia no es el único bien legalmente protegible por la sociedad política.
La oposición interna a las reformas franciscanas olvida que la Iglesia ha sobrevivido hasta hoy porque supo acompasarse a los cambios culturales. De no encarar los presentes, a sus templos le sobrarán cada vez más bancos.
