"¿En qué puedo serviros?", repetía

Recuerdo agradecido de Dom Luciano Mendes

"¡Qué belleza de vida y de santidad!"

Recuerdo agradecido de Dom Luciano Mendes
Dom Luciano Mendes

Inspiró y fundó la Pastoral del Menor para acompañar a millares de adolescentes y jóvenes de favelas y periferias

(Vidal Enrique Becerril, Sao Paulo).- ¿En qué puedo serviros? Era una de las preguntas inocentes que repetía con frecuencia nuestro Dom Luciano. Otras veces se dejaba llevar al ritmo del: ¡Cómo Dios es Bueno!

Celebramos el 27 de Agosto los nueve años del martirio blanco de este buen seguidor de Jesús, tan servidor como contemplativo e inteligente. Dom Helder Cámara que murió siete años antes justamente en ese día, fue el que acuñó la expresión de testimonio y martirio blanco refiriéndose a los que entregan su vida día a día sin la violencia de derramar su sangre.

Eso sí, sudores, lágrimas y persecuciones les fueron acrisolando. Ahora son estrellas vivas como nuestra Teresa de Ávila, Teresa de Calcuta o Luis y Celia, padres de Santa Teresita, que serán canonizados el 18 de Octubre.

Refiriéndonos a Dom Luciano Mendes de Almeida, a quien tuvimos la suerte de conocer, ¡qué belleza de vida y de santidad! De verdad, fue un Dom, título que se aplica a los obispos en la lengua portuguesa: un don y un regalo en su caso. No se interesaba por lo llamativo y extraordinario pero su vida ya era un milagro. Está en curso su proceso de beatificación.

Cuando al anochecer llegaba a su casa en un barrio de la región este de la ciudad convidaba al pobre mendigo que estaba a la puerta y le acogía indicándole el cuarto y la cama en que podía pasar la noche. Él se acostaba en el suelo.

Como a otros compañeros de nuestro instituto misionero, IEME, sacerdotes, religiosas y laicos nos dio muchos retiros espirituales. Le encontramos en un Inter-eclesial de Comunidades de Base-CEBs en Trindade no lejos de Brasilia. Los poderes militares ya habían asesinado a Mns. Romero.

Habíamos acogido a catequistas y animadoras de comunidades, mujeres firmes de El Salvador, en esa sufrida cintura de América Central por los años 80. La sensibilidad de este obispo tan humano les prestó la mayor atención en aquel encuentro. Esa actitud misionera y solidaria animó en sus visitas a muchas iglesias por el mundo. Fueron constantes sus intervenciones en el tenso y pequeño Líbano por encargo de la Iglesia de Brasil que cuenta con muchos emigrantes árabes.

Siempre sensible y paciente, había que verle en el Parlamento del país, aplicando la Constitución y defendiendo con toda su energía los derechos de sobrevivencia y tierra demarcada para los pueblos indígenas que son más de 200 en Brasil. El Reinado del Buen Dios y del Bien Vivir se juega con esa población original muy descartada por nuestros sistemas individualistas de desarrollo y consumo.

De modo casi unánime en varias etapas, fue escogido como secretario y presidente nacional de la Conferencia de obispos de Brasil. Por alguna autoridad superior no se permitiría luego que un simple obispo auxiliar ocupase ese cargo. Había comenzado con el cardenal Paulo Evaristo Arns en la región este del gran Sao Paulo, ciudad que cuenta con unos 18 millones de habitantes. Inspiró y fundó la Pastoral del Menor para acompañar a millares de adolescentes y jóvenes de favelas y periferias, tantas veces en situación de delincuencia y riesgo de su vida.

Le enviaron finalmente a una diócesis poco significativa, pero el brillo y la resonancia de su persona transbordaban la pequeña diócesis de Mariana en el estado de Minas Gerais. Pensaron tal vez alejarlo o disminuirlo. Ya lo habían intentado con otros compañeros suyos jesuitas como Teilhard de Chardin en el área científica o Jorge Mario Bergoglio en la pastoral más reciente.

Dom Luciano, esta persona encantadora, acompañaba ya la Alegría del Evangelio y la disposición de estar sirviendo. Las personas a las que se acercaba se sentían valoradas, más importantes y más dueñas de su dignidad aun cargando una vida crucificada. En esto seguía la tradición de la escucha y la empatía tan propias del gran pedagogo Paulo Freire. Muchos recuerdan esas reuniones pesadas hasta altas horas de la noche. Dom Luciano se dormía sin poder aguantar más, pero al final abría sus ojillos. Sus palabras lúcidas y delicadas orientaban con toda precisión sobre los asuntos tratados. ¿Cómo habría conseguido acompañarles?

En un grave accidente de carretera murió el sacerdote a su lado. Pasó por unas ocho cirugías para recuperarse y comenzar a trazar como un niño algunas letras. Sólo retuvo su lengua materna. Conocía otras lenguas y había escrito todos los sábados una columna en un periódico de mucha circulación nacional. Lo que escribía, sin corregir, lo podía enviar a la redacción.

En Roma ayudó mucho a pobres y a presos en sus años de formación y de responsabilidad en su congregación como jesuita. Venía de familia rica. Todavía su hermano Cándido Mendes, famoso cientista e humanista, dirige una prestigiosa Universidad en Río de Janeiro.

Dom Luciano ensancha esa nube de testimonios que va delante, como nos habla la carta a los hebreos. Puede ser, como nos recuerda el papa Francisco, buen poeta de la Palabra de Dios, como esa luna que se sabe luz en las noches oscuras de la vida solo porque recibe la Luz de Jesús, nuestro único Sol.

¡Felices los pobres que siguen los caminos polvorientos de todas las galileas de la vida! ¡Adelante! traduce un judío estudioso de la sabiduría bíblica. Jesús, como hijo del Buen Dios, les acompaña. Muchas veces también les susurra como a Dom Luciano: ¿En qué puedo serviros?

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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