Gregorio Delgado del Río

Teocracia y política

"No es fácil armonizar el sistema teocrático y el sistema secularizado liberal"

Teocracia y política
Gregorio Delgado

No es fácil armonizar el sistema teocrático y el sistema secularizado liberal

(Gregorio Delgado del Río).- Ya, en 1982, el teólogo suizo Hans Küng -en el marco de unas lecciones en la Universidad de Tubinga sobre cristianismo e islam- formuló una importante conclusión: «No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones. No habrá diálogo entre las religiones si no se investigan los fundamentos de las religiones».

Esta visión, hasta un cierto punto profética, hubo de enfrentarse a otra visión completamente diferente. En 1993, Samuel Huntington formuló su teoría sobre el ‘choque de civilizaciones’ como ineludible escenario de futuro. Los hechos, por desgracia, parece que le vienen dando la razón.

Aunque nuestro pasado histórico matiza bastante la visión en España de todo cuanto se refiere al mundo islámico, no podemos eludir la presencia de la actual imagen hostil del islam (Cfr. Hans Küng, El Islam, Madrid 2006, págs. 20 y ss.).

Imagen hostil que dice mucho de una cierta incapacidad del mundo musulmán para armonizar -en lenguaje occidental- fe y razón, para organizarse, en el orden civil y político, a partir del respeto a ciertos valores y principios similares, al menos, a los que en Occidente denominamos democráticos, para compatibilizar religión y derechos humanos, para separar religión y política (laicidad).

Imagen hostil que es cada día más difícil de borrar o difuminar ante el sostenido sectarismo y radicalismo de amplios sectores de la sociedad islámica, ante la amenaza terrorista (Gustavo de Arístegui, Terrorismo islamista radical, ABC , 18.05.2003, pág. 3; Negro horizonte terrorista, ABC, 11.11.2005, pág. 3; Tariq Alí, El choque de los fundamentalismos, Madrid 2002), ante la negación de la libertad religiosa, ante la resistencia a eliminar tantas y tantas diferencias de trato como impregnan sus sociedades.

Imagen hostil que también ha sido ensanchada y agrandada para utilizarla como instrumento útil de muchas políticas occidentales más que discutibles al estar al servicio de inconfesables intereses. Imagen hostil, por último, que el mundo musulmán se encarga de reforzar a diario con prácticas de verdadera cristianofobia.

Resulta difícil -por los motivos aducidos y por otros muchos más que podríamos enumerar- acercarse al islam con la necesaria independencia de criterio, con la serenidad y paz de espíritu indispensables, con la limpieza de los prejuicios que todo lo oscurecen. Todo está interconectado y, en alguna medida, sacado de quicio.

No es la racionabilidad lo que impera en la reflexión de unos y de otros. Tampoco se otorga el protagonismo necesario al diálogo, excepción hecha de unos cuantos intelectuales y de las Iglesias cristianas. Es más, creo sinceramente que Occidente funciona con un colosal desconocimiento del islam (Cfr., por todos, Miguel A. Ayuso, en Declaraciones a ABC, 30.08.2010, pág. 80).

No puede negarse que el clima al que hemos hecho referencia en el párrafo anterior -de cuya creación todos somos cómplices y responsables- ha propiciado en los occidentales la creación de una idea acerca del islam un tanto oscura, aunque no necesariamente falsa.

En efecto, se tiende a generalizar y a caracterizar, sin más matizaciones, el islam (Hans Küng, El islam … cit., pág. 22) en base a estas notas:

a). De puertas a dentro, se ve como un religión un tanto totalitaria, con dosis altas de fanatismo e irracionalidad, que persigue a los infieles y ve con malos ojos a los disidentes. Al respecto, es ilustrativa la controversia sobre el juicio islamista a Ayaan Hirsi Ali y el trato dispensado en la prensa escrita europea (Paul Berman, La huída de los intelectuales, Barcelona 2012, págs. 223-274)

b). De puertas a fuera, se ve como una religión violenta empeñada en ‘guerras santas’, en conquistar el mundo

c). Se percibe, por último, como una religión petrificada e inmóvil, anclada en la Edad Media, cerrada a la más mínima evolución, contraria al respeto de los derechos humanos y con dosis bastante altas de menosprecio hacia la mujer (Cfr., a título de ejemplo, Paul Berman, La huída … cit.).

Alguna de las notas que caracterizan al mundo islámico se manifiestan en todo su esplendor cuando se analiza la problemática de la inmigración musulmana a los diferentes países europeos. Así, por ejemplo, se aprecia la resistencia, bastante generalizada, a aceptar la ley igual para todos los ciudadanos del país de acogida (Cfr., por ejemplo, la entrevista a Giovanni Sartori, autor del libro La sociedad multiétnica, aparecida en «Los Domingos de ABC», 10.03.2002, págs- 20-21 y la entrevista con motivo de la entrega del premio ‘Príncipe de Asturias de Ciencias sociales’, aparecida en «La Razón», 9.06.2005, págs. 29-30; Gustavo de Arístegui, Los tres modelos de convivencia, en La Razón, 24.10.2010, pág. 18)

Se observa una cierta tendencia a utilizar los derechos y libertades, vigentes en cada país, para islamizar Occidente (Cfr. Declaraciones de Samir Khalil a la ‘Razón’, 19.11.2003, pág. 53); se aprecia que la doctrina de los derechos humanos es una verdadera piedra de toque que retrata al mundo musulmán (Cfr. Hans Küng, El Islam … cit., págs. 620-623); se ve que la consideración de la mujer (la lapidación, los derechos hereditarios, la sumisión al varón, la violencia contra la mujer por motivos religiosos, el matrimonio, el velo, etc.) se presenta como muy problemática (Ibidem, págs. 623-633. Sobre la posición del mundo islamista respecto de las anteriores cuestiones y la crítica desde las posiciones occidentales, cfr. Paul Berman, La huída … cit., págs. 189-222).

En Europa hace mucho tiempo que aprendimos que valores como la tolerancia y todos aquellos que están en el fondo de los derechos humanos, sólo son posibles en una sociedad muy secularizada y donde es realidad la separación efectiva entre política y religión. Como ha recordado, entre otros, Rüdiger Safranski (Declaraciones en «El Cultural», 23.09.2004, págs. 9-10), el Islam o, al menos, ciertas corrientes especialmente activas y radicales viven y escenifican a diario la unión de la religión y la política. He ahí el nudo gordiano que debe desatar -a su manera- el islam. Mientras ello no sea realidad, es inútil esperar primaveras ni revoluciones democráticas.

Más allá de la anterior perspectiva, no deberíamos olvidar la vigencia (con las convicciones que conllevan) de dos sistemas constitucionales muy diferentes y, a veces, contradictorios: el sistema teocrático y el sistema secularizado liberal. No es fácil armonizarlos. Mucho menos aún, Occidente está legitimado para imponer el suyo al mundo islámico. Circunstancia que se pasa por alto con demasiada frecuencia. Se olvida que Occidente -en todo caso- necesitó casi veinte siglos para superar la teocracia cristiana, que purificó con el helenismo, el mundo romano y la ilustración.

En el sistema teocrático, la religión se encuentra en el centro mismo de la esfera pública. La comunidad política es confesional hasta el punto de que la religión es incluso fuente de legalidad. No es pensable el reconocimiento de la libertad religiosa ni de un verdadero pluralismo religioso. Nada tiene de extraño, en consecuencia, el fenómeno de la cristianofobia en diferentes países, el abuso de la ley de la blasfemia, el no respeto de los derechos humanos, la no tutela de la dignidad de la mujer, etc. etc.

Mientras no culminen, como recordó, en su día, Benedicto XVI, la armonización entre fe y razón no cambiará su imagen. Su reflexión teológica no está cubriendo las expectativas esperadas. Sigue, por otra parte, sin responder la cuestión que en su día planteó Gabriel Albiac: «¿hay lugar en el Islam para un discurso autónomo de la razón, para un fundamento no teocrático de la política?».

Hoy por hoy, la respuesta es negativa. Las llamadas revoluciones de la primavera árabe han ido en sentido contrario o han fracasado estrepitosamente, excepción hecha, quizás, de Túnez. El futuro, por tanto, se presenta con dosis altas de pesimismo. (Cfr., por todos, Declaraciones de Ali Ahmed Said Esbe -Adonis-, en ABC, 4.03.2012, pág. 36 y en El Cultural, 4-10.05.2012, págs. 9-11).

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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