Xabier Pikaza Ibarrondo

Cuando los Magos se hicieron Reyes: Una historia viva

"Los magos, son signo de un camino de búsqueda y fe universal"

Cuando los Magos se hicieron Reyes: Una historia viva
Pikaza, columnista

No estamos ante unos hechos brutos, sino ante la verdad del sentido de los hechos

(Xabier Pikaza Ibarrondo, teólogo).- Mañana a la noche salen a la calle, en procesión o cabalgata, los magos que fueron antaño a postrarse ante Jesús, según el evangelio. Pero la «escena ha cambiado mucho»; los magos se han hecho Reyes, y en general ya no buscan a Jesús, sino que que representan el gozo de la fiesta de la vida, que se abre con ilusión para los niños.

Para muchos sigue siendo (en España y en otros países del mundo católico) la fiesta más importante del año. Es la fiesta de la fantasía, día de gran gozo de los niños, y así sobrevive con los camellos y la arena del desierto (y sobre todo con los regalos, que son para Jesús, que son para los niños…), a pesar del reno y la nieve que vienen con el Papa Noêl del Norte…

La llegada de los Magos está vinculada con el oriente y el desierto, con estrella en la noche, y la luz de la vida que lleva hacia el niño que nace, para llevarle regalos y enriquecer su vida con la Magia de la Vida más alta que nos envuelve y sobrepasa.

Pero, en los últimos tiempos (y en especial este año) han surgido por doquier voces de crítica y de crisis, con de replanteamiento de la fiesta, no sólo porque ha tomado más fuerza la Navidad del Papa Noêl, sino otras razones:

1. Es fiesta de magos, no de reyes…. La Biblia no habla de Reyes (con el simbolismo de ese nombre), sino de magos, es decir, de sabios que buscan a Jesús (rey bueno), en contra de Herodes (rey malo). Estos magos no sabios que se ocupan de Dios (del sentido del mundo), leyendo su camino en las estrellas. Quiero insistir en ello: El único que cuenta esta historia (que es verdadera en el sentido más profundo del término) es Mateo 2, y no habla de Reyes, sino de Magos, es decir, de sabios-astrónomos-videntes (¡grandes maestros!) que buscaron a Jesús alumbrados por su estrella.

2. ¿Abandonar el nombre de Reyes? El primero que pensó que estos magos podían ser reyes fue Cesáreo de Arlés (en el siglo VI, en la actual Francia), pero sólo en el siglo XII los magos se volvieron básicamente reyes, personajes poderosos, que mantienen el orden de la tierra (aunque nunca pierden su rasgo de magos). Esa visión de los magos como reyes triunfó en tiempo de las cruzadas, cuando Barbarroja, el gran cruzado alemán, llevó los pretendidos «restos» de los magos (que habían sido traídos de Oriente) desde Milán a Colonia. Pienso que ha llegado el tiempo de retornar al evangelio, recreando el sentido de la fiesta, con magos, no con reyes, pues de lo contrario la fiesta cristiana se nos pierde.

3. He visto estos días en la prensa varios estudios de astronomía-astrología, queriendo demostrar que en tiempo de Jesús hubo una supernova, un planeta errante que se hacer a la tierra… o una conjunción de Marte con Jupiter… Todo el tema de la fiesta y de la estrella de los magos debería resolverse pues astronómicamente. Algo he debido estudiar sobre el tema, evocando los trabajos de Kepler y Newton (¡sabios grandes, si los hay!). Pero el sentido de esta fiesta no está en los astros exteriores, sino en la estrella interior que guía nuestra vida hacia la Verdad de Dios (hacia el Dios de Jesús).

4. El tema acaba siendo de política social. En mi niñez no había entre nosotros más cultura (permitida) que la cristiana, ni más fiestas que las de la Iglesia…Pero con el paso de los años las «procesiones/cabalgatas» de Reyes se han independizado del evangelio y de la iglesia, y es normal que pongan una o tres «magas» en vez de reyes… O que llamen a las magas con los nombres de la Rev. Francesa: Igualdad, Libertad, Fraternidad… La procesión de la víspera de Reyes no es ya pues una procesión cristiana, sino civil… laica (y a veces anticlerical). No se trata de ir en contra de la cabalgata de los magos/magas ni en Madrid ni en Valencia, ni en otros lugares, pues se trata ya de una fiesta civil. El tema está en si nosotros, los cristianos, que hemos dado esta fiesta de los «reyes» al mundo, podemos volver al sentido fuerte de los magos del evangelio.

Ante estos y otros temas semejantes puedo ofrecer una «pequeña» (es decir, larga) iluminación bíblica. Llevo más de 20 años preparando un Comentario de Mateo (donde está en pasaje de los Magos), y así he podido leer muchas cosas que se han escrito sobre el tema, y pensar sobre ellas. En esa línea me parece esencial el estudio de U. Luz, Comentario de Mateo 1, Salamanca 2010, y así ofrezco después de las mías, unas reflexiones suyas. Siga leyendo quien quiera saber lo que es la fiesta de los Magos, quá sentido tuvo al principio, cómo ha cambiado después. Buen día a todos.

 

1. Evangelio del día de los Magos (Mt 2, 1-12)

1 Nacido Jesús en Belén de Judá, en tiempo del rey Herodes, llegaron unos magos de oriente a Jerusalén 2 y dijeron: «¿Dónde está el recién nacido rey de los judíos? Porque hemos visto salir su estrella y hemos venido a adorarle». 3 Cuando el rey Herodes oyó esto, se sobresaltó, y con él toda Jerusalén. 4 Y convocó a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo y se informó por ellos del lugar donde había de nacer el Mesías. 5 Ellos le dijeron: «En Belén de Judá; porque así está escrito por los profetas:
6 ‘Y tú, Belén, tierra de Judá,
en modo alguno eres el menor
entre los principales clanes de Judá,
porque de ti saldrá un jefe
que será pastor de mi pueblo, Israel’».
7 Entonces Herodes llamó aparte a los magos y se informó cuidadosamente acerca del tiempo de la aparición de la estrella, 8 los envió a Belén y dijo: «Id y averiguad exactamente qué hay de ese niño. Si lo encontráis, notificádmelo para que yo también vaya a adorarlo». 9 Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino. Y he aquí que la estrella que habían visto en oriente iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella sintieron mucha alegría. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre. Y postrándose, le adoraron y abrieron sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. 12 Y avisados en sueños de que no volvieran donde Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Sentido básico (Xabier Picaza)

Vienen los magos a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos…

Ese tema nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica (-nómica) que vincula al ser humano (y especialmente al salvador) con un (=el) Astro del cielo: es como luz en el firmamento y futuro de la historia. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse una luz, se expande una esperanza de salvación sobre la tierra. Esa luz atrae a los «magos», que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad, como indicará al final del evangelio Mt 28, 16-20.

Mateo afirma que «Jesús nació en Belén de Judea, en los días del rey Herodes» y añade que «unos magos vinieron a Jerusalén… preguntando por el lugar del nacimiento del rey de los judíos». Lógicamente, los sacerdotes responden que en Belén, según la profecía de Miqueas (cf. Mt 2, 1-6). Mateo destaca así, en sentido simbólico de Belén (que físicamente debió nacer en Nazaret), como lugar del rey verdadero, de la línea de David, en oposición a Herodes, rey ilegítimo. La historia de su nacimiento de Jesús está contada desde las profecías, como muestran las citas de cumplimiento que jalonan el evangelio de la infancia: «esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho…» (cf. Mt 1, 22-23; 2, 5-6.15.18.23).

Tenemos aquí una «lucha de reyes»: Herodes rey malo quiere matar a Jesús, rey niño bueno…

Y tenemos unos magos que descubren la verdad de Jesús, no la de Herodes…

A Mateo no le importan los sucesos externos sin más, sino la verdad de lo sucedido, como cumplimiento de la Escritura, pues ella define el sentido de Jesús…. Por eso sitúa en el nacimiento de Jesús la «estrella de Dios», que ilumina el camino de los hombres. Por eso carece de sentido preguntar a los astrónomos, pidiéndoles que estudien cuándo pudo haber aparecido por aquellos días una «estrella nueva» o algún tipo de asteroide, como el que se evoca en la historia de los magos (cf. Mt 2, 9-10).

El autor de estos capítulos (Mt 1-2) no está interesado por datos astronómicos, ni por la exactitud externa de los hechos. No vino a Belén o a Nazaret, para investigar lo que pasó físicamente, sino que fue a la Biblia, para descubrir lo que estaba prometido y lo que debió pasar. De esa forma dijo su verdad, la verdad del evangelio, para anunciar con ella el sentido de Jesús según las esperanzas de Israel. Quien diga que Mateo mintió no entiende la historia. No estamos ante unos hechos brutos, sino ante la verdad del sentido de los hechos.

Los magos preguntan por el mesías en Jerusalén, pero no lo encuentran allí (en la ciudad del templo, donde habita un rey de este mundo), sino en Belén, capital donde se centran y cumplen las promesas. De esa forma, este segundo capítulo de Mt, con su procesión de pueblos buscando al mesías, puede entenderse ya como anuncio de la culminación pascual del evangelio:

– La «evangelio» de los magos brota de la tradición israelita: los pueblos paganos de Oriente vienen hacia Jerusalén, para adorar al Rey de los judíos, que ha nacido ya, pues ha surgido su Estrella. Ellos, los magos, son signo de un camino de búsqueda y fe universal, que desborda el nivel israelita, tanto por su origen como por su meta.

Por su origen: la fuerza que les lleva hacia Jesús no es la ley de Israel, sino la luz o estrella de su propia religión (de su paganismo). Por su meta: tras adorar a Jesús no quedan allí, para formar parte del pueblo judío, sino que vuelven a sus tierras, como indicando que el camino y luz del Rey israelita ha de interpretarse desde sus propias tradiciones religiosas y culturales.

– Este pasaje evoca y anticipa el tema del envío final de Jesús a todos los pueblos (Mt 28, 16-20), pero ese envío invierte y completa el sentido del pasaje anterior: no son ellos (magos gentiles) los que deben buscar en Jerusalén al Rey israelita, para encontrar al Niño de Belén y marchar por otro camino hacia su tierra; son los mismos cristianos quienes deben expandir la experiencia mesiánica a todos los pueblos de la tierra, como enviados del Cristo pascual, desde la montaña de su resurrección (en Galilea, no en Jerusalén). Los cristianos ya no esperan la venida de los pueblos, como parece haber hecho la iglesia primera de Jerusalén y la tradición de las comunidades judeo-cristianas, cuya dotrina ha recogido (y superado) Mt en su evangelio, sino que deben ir a las naciones (y no sólo a las de oriente), llevando la buena nueva del discipulado, de la comunicación fraterna, poniéndose así en manos de la cultura y vida de los pueblos.

De esa forma se distinguen y completan los dos tipos de misión que han definido el comienzo de la iglesia: una centrípeta (los gentiles vienen a adorar al Dios israelita, revelado en su mesías) y otra centrifuga (los enviados del Cristo pascual salen a ofrecer en todas las direcciones su visión del discipulado). La primera tradición (Mt 2) es más judía y puede entenderse como principio del evangelio. La segunda (Mt 28, 16-20) es más pascual, expresando mejor la novedad cristiana. Entre ambas se extiende el evangelio, que ahora interpretamos como relato de transformación cristológica y misionera. Ambos modelos resultan paradójicos:

Los magos (gentiles) buscan en Jerusalén al Rey de los judíos, como suponiendo que deben aceptar sus leyes nacionales (la forma de vida israelita). Vienen pero no encuentran al Rey en Sión, sino en Belén; no lo descubren honrado y victorioso, sino escondido y perseguido; por eso tienen que volver a su país, no pueden quedarse en Judea, ni cultivar de una forma nacional el mesianismo. Ese retorno de los magos es un signo del carácter todavía incompleto de la vida y obra de Jesús .

Los discípulos de Jesús llevan su mensaje y vida (su discipulado), pero no desde Jerusalén sino desde la montaña de la pascua. No van para retornar a Jerusalén (donde estaría el centro de la iglesia establecida), sino para ofrecer su fermento de vida (su discipulado) en todos los pueblos de la tierra. Son portadores del mensaje-vida de Jesús, pero no una forma nacional judía (o cristiana) de existencia, de manera que deben aceptar el esquema de vida (cultura, religión fundante) de los pueblos hacia donde se dirigen.

El relato de los magos

U. Luz, El evangelio de Mateo I, Sígueme 2010, 192-216

1 Temas y analogías en la historia de la religión.

De los relatos afines sobre el niño rey, la haggadá de Moisés es la más próxima a nuestro relato y al texto de 2, 13-23: los magos (TgJ a Ex 1, 15; ExR 1, 18 a Ex 1, 22) o los letrados (F. Josefo, Ant., 2, 205) anuncian al Faraón el nacimiento de Moisés; el Faraón se sobresalta (F. Josefo, Ant., 2, 206) y planea la matanza de niños. Las tradiciones mosaicas fecundaron probablemente nuestro relato. Pero éste manifiesta a la vez, frente a aquéllas, tal autonomía -sobre todo en el empleo del tema de los magos- que en modo alguno se puede entender como mera copia de la haggadá de Moisés.

No se explica de ese modo el tema de la estrella. En fuentes helenísticas se habla de un cometa en el nacimiento de Mitrídates y en el episodio de Nerón que cuenta Suetonio. También se habla de cometas u otros fenómenos luminosos en el nacimiento de dioses. En monedas de Alejandro, de los diadocos, de César, de Augusto, pero también de Alejandro Janeo y de Herodes, se encuentra una estrella como símbolo del rey.

Aparte de eso, está difundida la idea de que cada persona tiene su estrella, la gente rica una estrella brillante y los demás deslucida, que aparece con el nacimiento y se extingue con la muerte . En esta idea se basa la astrología popular de aquella época. En la tradición judía aparece una estrella en la historia del niño Abrahán que es perseguido por Nemrod . Pero los documentos son tardíos. Ap 12, 1 menciona una «gran señal en el cielo».

2. Historicidad.

Nuestro relato es una leyenda escueta y sobria que no sigue las leyes de la verosimilitud histórica. Esto lo muestran las preguntas desesperadas de los exegetas: ¿Por qué Herodes no agregó al menos un espía a los magos? ¿Cómo pudo todo el pueblo de Jerusalén y los letrados sobresaltarse junto con el odiado rey Herodes por la llegada del Mesías? Tampoco se describe la estrella de un modo realista, es decir, plausible a nivel astronómico.En la abundante literatura astronómica sobre nuestro texto aparecen en primer plano tres posibilidades de explicación:

1) Una supernova, de la que no existen documentos de aquella época.

2) Un cometa. Pero el cometa Halley, el más mencionado, del año 12/11 a.C. llegó demasiado pronto para el nacimiento de Jesús. Más en serio hay que tomar un cometa (¿o una nova?) atestiguada por astrónomos chinos para el año 5-4 a.C. .

3) La conjunción de Júpiter y Saturno, que se produjo tres veces el año 7-6 a.C. Llamó la atención y fue predicha por astrónomos babilónicos . No encajaba mal en nuestro relato, porque Júpiter es el astro de los reyes, y Saturno, como astro del sábado, fue considerado a veces como estrella de los judíos .

Hay que decir que todos esos intentos aportan muy poco a la explicación de nuestro relato. Mateo quiso describir una estrella milagrosa que apareció en oriente, precedió a los magos camino de Jerusalén y de Belén (de norte a sur) y se detuvo encima de la casa donde se encontraba el niño. Ástêr significa filológicamente una estrella concreta, no un grupo de estrellas (= ästron) .

En las conjunciones de Júpiter y Saturno de los años 7-6 a.C., los dos planetas nunca se aproximaron lo bastante para verlos como un solo astro. Todo esto no excluye, obviamente, que el recuerdo de alguna aparición astral llamativa en la época del nacimiento de Jesús pudiera perdurar en la memoria de la comunidad.

La historicidad de la estrella queda descartada, en fin, por el hecho de que Lucas nada sabe al respecto; además, el episodio de los magos no podría encajar en el relato lucano del nacimiento.

Parece que tampoco los padres de Jesús saben nada de los acontecimientos prodigiosos de su nacimiento (Mc 3, 31-35). No se detecta, en suma, un núcleo histórico; en cambio, las numerosas tradiciones paralelas en la historia de las religiones hacen más comprensible la elaboración del relato. Resumiendo: este relato no posee, a mi juicio, un núcleo histórico.

Sin embargo, la narración ofrece ciertos datos sobre la comunidad cristiana en la que se compuso: es una comunidad que está familiarizada con las tradiciones judías, pero también con algunas tradiciones helenísticas. Como la mayoría de las personas de la época, y también como muchos judíos, muestra cierta apertura hacia la astrología . En su situación sólo puede considerar al judaísmo como enemigo. A diferencia de Lucas, hace que se le tributen oro y aromas, ya en la cuna, al niño rey, Jesús. En su perspectiva los magos aparecen como paganos. La comunidad posee una cierta formación histórica, como indica especialmente 2, 22. ¿Quizá era una comunidad urbana situada en una zona no del todo judía?

3. El sentido del texto. Cinco interpretaciones

La historia de la exégesis muestra que cabe distinguir entre cinco tipos de exposición de nuestro texto: a) exposiciones cristológicas y soteriológicas en diversos estilos, b) interpretación de cara a la futura Iglesia a partir de las naciones paganas, c) aplicaciones a la religiosidad del individuo o de la comunidad, en las que los lectores se identifican con los magos, d) interpretaciones políticas y e) expresión de la providencia de Dios que no permitió la liquidación del niño Jesús. Estos diferentes tipos de exposición se complementan generalmente entre sí. Menciono algunos ejemplos, no en orden cronológico sino sistemático.

a) La interpretación cristológica. Hay una interpretación muy antigua que entiende la venida de Cristo como la disolución de toda magia . Los magos, según Justino, Dial., 78, 9, se apartaron del demonio de la magia y se convirtieron a Cristo. Para Clemente de Alejandría, con Cristo apareció una «nueva estrella» que trastocó la antigua posición de las estrellas, abrió con una luz universal nuevos caminos de salvación y condujo a los hombres desde el desamparo a la providencia de Dios .

Según Tertuliano, Idol., 9, la venida de Cristo significa el fin de la astrología, «porque después del nacimiento de Cristo nadie puede ya derivar del firmamento el nacimiento de un hombre». Interpreta los dones de los magos como una autodonación, y su retorno por otro camino como conversión . La venida de Cristo significa, pues, una nueva «luz de conocimiento». Con el homenaje de los magos la sabiduría del mundo cobra una nueva orientación.

Esto lleva consigo una nueva perspectiva cristológica. La proskynesis, que es adoración, se realiza ante el Hijo de Dios. Esto es patente sobre todo en la interpretación de los dones: desde Ireneo, Haer., 3, 9, 2, y Orígenes, Cels., 1, 60, la mirra se entiende como referencia a la muerte de Jesús (cf. Mc 15, 23; Jn 19, 39). Jesús recibe el oro como rey, el incienso como Dios, la mirra como hombre . A veces el incienso es referido también a la dignidad de Jesús como sumo sacerdote . Estas exégesis de la historia indican cómo la Iglesia antigua lee distintos pasajes bíblicos a la luz de la fe de la Iglesia. La exégesis alegórica es de la máxima importancia hermenéutica. Posibilita lo que hoy llamamos una «comprensión propia» de los textos bíblicos, a saber, su conexión con la fe propia o la enseñanza eclesial.

También es clara la perspectiva cristológica en muchas representaciones de los magos en el arte . Elijo como ejemplo el mosaico en el arco de triunfo de la iglesia de Santa Maria Maggiore en Roma, realizado poco después del Concilio de Éfeso (431). Cristo se sienta como un pequeño adulto en un trono espléndido, adornado con una almohada azul, que simboliza su soberanía universal. En su aureola porta una pequeña cruz, sobre él brilla la estrella de ocho rayos de Jacob. Al fondo están de pie cuatro ángeles vigilando el trono. A su derecha la madre de Dios, María; a la izquierda una figura femenina alegórica, que es interpretada como sibila y, por eso, como Iglesia procedente de los paganos. Los magos llevan vestidos persas (con pantalones, túnica ceñida y gorro frigio). El ademán oratorio de Cristo «es señal de auto-revelación y gesto imperial»: el niño Cristo es el «pequeño Logos entronizado» . Todo el estilo de representación está tomado de la iconografía imperial de la antigüedad tardía.

b) La aplicación a la misión pagana a partir de la historia de la salvación ve en los magos las primicias de los paganos («primitiae gentium») y hace que nuestro texto recupere el desiderátum de la genealogía. Desde Beda, los tres Magos representan los tres continentes de la tierra: Asia, África y Europa, y además a los tres hijos de Noé . Por eso, desde el siglo XII uno de los magos es representado en ocasiones de color negro . La interpretación de los magos de cara a los paganos va unida con frecuencia a un énfasis antijudío: ya para Orígenes, Herodes es «un símbolo del pueblo rebelde» . Juan Crisóstomo contrapone los Magos a los judíos rebeldes, que «ni siquiera creen a sus profetas», y exige a sus oyentes «abandonar al pueblo judío, la ciudad llena de desorden» . Para Hilario, la prohibición divina a los magos de pasar por Jerusalén en el viaje de retorno significa que «no nos está permitido buscar ciencia y conocimiento en Judea» .

c) Los magos sirven en diversos aspectos como figuras de identificación para los lectores cristianos. Juan Crisóstomo entiende que son ejemplo de personas que han experimentado una «iluminación interior»; su regreso por otro camino indica una fe «que no pregunta por las razones para aquello que se le encarga a uno» . Sobre todo los v. 11s mueven a los creyentes a identificarse con los magos: éstos, que traen dones para Cristo y después del encuentro con el niño Jesús vuelven a su patria por otro camino, son ejemplo para las personas que se convierten a la fe, se imponen así un compromiso y no vuelven ya a su «secta anterior» . Si se interpreta el v. 11 en línea parenética, viene a exigir a los creyentes la donación generosa .

En la espiritualidad de la Edad Media tardía, los magos son modelo de amor profundo a Jesús. Se inclinaron, según Pseudo-Buenaventura, «con reverencia y entrega, y besaron sus pies». Son ejemplo para los reyes y los grandes de este mundo, para hacerse humildes. La interpretación parenética aflora luego en otro pasaje: María, que amaba la pobreza, supo desprenderse de los regalos de los tres reyes y se los dio a los pobres . En la exégesis de la Reforma los magos se rigen por el «solum verbum» reformista: el resumen de la homilía de Lutero dice: «En suma: Deja de lado Jerusalén, Iglesia, ius principis, sed soli verbo adhere» .

Según el «Opus Imperfectum» (Juan Crisóstomo), sus dones, oro, incienso y mirra, son «fides rationalis, munda ratio, bona opera»; para Eutimio Zigabeno, obras puras, oración y mortificación de las pasiones; para Gregorio Magno, sabiduría, oración y «mortificatio carnis»; para Lutero, el reconocimiento o la fe, el amor y la esperanza («todo cristiano puede ofrecer estos dones, el pobre no menos que el rico); para Grocio, «misericordia, preces, puritas»; par Bengel, un corazón fiel, oración y meditación, y mortificación de la carne .

La identificación con los magos se expresa con especial belleza en las representaciones artísticas. En el mosaico de San Apollinare Nuovo in Ravenna, del tiempo de Justiniano, los magos, de nuevo en ropaje persa, encabezan una larga procesión celestial de vírgenes que caminan sobre una pradera del paraíso y ofrecen sus coronas. Llevan sus dones ante el trono fastuoso de María, guarnecido de estrellas. Cristo aparece sentado -a diferencia del mosaico de Santa Maria Maggiore- en el seno de la madre de Dios, María. Ella es la figura verdaderamente central, flanqueada a derecha e izquierda por ángeles. Un modo muy diferente de identificación de los fieles con los tres reyes muestra por ejemplo, unos mil años después, el altar de la iglesia de Santa Columba en Colonia de Rogier van der Weyden (alrededor de 1500).

La adoración no acontece ahora en el cielo, sino en el mundo; tampoco en una casa, como en Mt 2, 11 sino, en coincidencia con Lc, en el establo de Belén, con pobreza y humildad. Los tres reyes llevan vestidos de la época, propios de ciudadanos prominentes de la Baja Edad Media. No son ya los dones lo que aparece en primer plano, sino la entrega de los mismos al recién nacido niño-Cristo, que está en el seno de María. María no es ya la reina del cielo, sino madre. De nuevo los tres sabios encabezan una procesión, pero no de vírgenes, sino de las personas de aquella época, que les siguen en dirección al niño del establo. A través de los muros del establo derruido no se ve el paraíso, sino una ciudad de la Baja Edad Media. De la columna central del establo cuelga un crucifijo: el niño nacido en extrema pobreza y humildad morirá en la cruz. La estrella celestial, símbolo de la gloria divina, solo es visible a medias.

d) Dimensiones políticas de Mt 2, 1-12. El contraste entre Herodes, el rey malo, y el niño rey Jesús, cuya realeza es de orden muy distinto, llevó también a lecturas políticas del relato. En el siglo IV era frecuente contraponer entre sí la adoración de los magos y los tres jóvenes en el horno de fuego, Dn 3 . Se trata en este caso de la resistencia al soberano perverso, Nabucodonosor o el rey pagano; en el otro, del homenaje a Cristo, el verdadero soberano del mundo, totalmente distinto.

La perspectiva difiere en la época de los emperadores cristianos. Éstos forman parte de los que adoran al rey recién nacido y reciben de él la soberanía. A ello se ajustan las representaciones artísticas que escenifican una ceremonia de homenaje que rinden unos reyes vasallos: el obsequio del primer mago es el «aurum coronarium», la corona de oro, símbolo de soberanía, que un rey vasallo pone a los pies del nuevo rey . Muchas fuentes atestiguan que algo semejante se practicaba en ritos cristianos: el soberano cristiano pone su realeza a los pies de Cristo rey universal, y la vuelve a recibir de él . La creencia en la realeza de los magos, que Cesáreo de Arles fue el primero en defender , pertenece quizá a este contexto histórico .

Desde la Edad Media hay usos populares en los cuales gente ordinaria: vecinos, pobres, niños, desempeñan el papel de «reyes» . También aquí aparece clara una dimensión política: la de la protesta «escenificada» y ritualizada.

Los reformadores polemizaron contra la identificación de los magos con reyes ; también la exégesis católica adoptó relativamente pronto el escepticismo de la Reforma . Lo cierto es que se vio aquí la escasa influencia que tuvo la exégesis en la religiosidad del pueblo: la Epifanía sigue siendo hasta hoy la fiesta de los tres reyes. Igualmente, el hecho de que en la época moderna los reyes «cristianos» se identificasen cada vez menos con el papel «regio» de los magos , tuvo poco que ver con la Reforma y mucho, en cambio, con la idea de la monarquía absolutista moderna.

e) En todas las épocas se ha entendido nuestro relato como testimonio de la providencia de Dios. Lo es en su sentido literal. No tanto el niño Cristo, sino más bien los magos fueron guiados por Dios. Dios estuvo actuando en sus corazones. En especial las leyendas y las representaciones escénicas de los tres reyes, que vuelven a narrar y revivir el episodio bíblico, se inspiran en esa idea.

4. Conclusión

Sobre la procedencia de los magos hubo desde muy pronto dos concepciones contrapuestas.

Justino supone que los magos llegan de Arabia, basándose sin duda en Sal 73, 10 y en Is 60, 6 . Pero más tarde se impone, sobre todo en las representaciones artísticas, la procedencia de Persia y, en consecuencia, la indumentaria persa. Menos frecuente es la mención de Mesopotamia y de Etiopía como patria de los magos.

El número de los magos fue un tema abierto durante mucho tiempo: mientras que en la Iglesia occidental se impuso pronto el número ternario , en la Iglesia de Siria fue frecuente hablar de 12 magos, llegados a Jerusalén con un numeroso séquito.

También se establece el punto temporal de su llegada a Jerusalén: el texto de Mt 2, 16 dio pie en un principio a postular los dos años después del nacimiento de Jesús ; pero más tarde, por influencia sobre todo de Agustín , se impuso la idea del día decimotercero después del nacimiento. Esto hizo que la fiesta de Epifanía, que había perdido en occidente su carácter de fiesta de Navidad en favor del 25 de diciembre, pasara a ser la fiesta de Reyes.

Pasó mucho tiempo, no sólo en Siria, sino también en occidente, hasta que se impusieron los nombres a los magos. Gaspar, Melchor y Baltasar aparecen por primera vez en el siglo VI. La figura externa de los magos se describe así: Gaspar es el joven barbilampiño, Melchor un anciano barbudo y Baltasar de tez morena , posteriormente de color negro. Se narra el viaje de vuelta de los magos por barco , su conversión por el apóstol Tomás y su muerte.

Desde la Baja Edad Media, más exactamente desde 1164, cobró auge en el área alemana el culto a las reliquias de los magos: Federico Barbarroja hizo trasladar las reliquias de los magos a Colonia después de la conquista de Milán . Esta acción simbólica, motivada quizá políticamente en un principio , ejerció gran influencia en la historia de la religiosidad de Alemania y explica también la dura polémica de los reformadores contra la devoción a los tres reyes.

Desde la Edad Media se atribuyeron a los magos las más diversas funciones de protección: como reyes, preservaban de la desgracia, protegían el establo, la casa y la cosecha contra el peligro de incendio y de las tormentas. Como magos ayudaban a domesticar el ganado recalcitrante y alejaban las enfermedades, especialmente la epilepsia . A partir de las escenificaciones medievales se desarrollaron las representaciones familiares de los tres reyes y, en una «democratización» de los reyes, se combinaban con usos de recaudación benéfica: jóvenes que hacían el papel de los tres reyes en cuartos rústicos. De las escenificaciones de los tres reyes derivó igualmente, con elementos del cancionero de Adviento, el uso de la postulación infantil entonando el canto de la estrella . Pero, a diferencia de la fiesta de Navidad en los siglos XIX y XX, la fiesta de los tres reyes nunca llegó a ser en la Europa del norte una fiesta familiar relevante (en contra de lo que sucede en España y en otros países del mundo católico).

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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