Pío XII ejerció su papado en una de las épocas más sombrías para la humanidad y el cristianismo
(Diego G. Passadore).- Hace 60 años, un 15 de mayo de 1956, el Papa Pío XII publicaba la encíclica Haurietis Aquas sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús. Comenzaba recordando los frutos que infunde en las almas este culto: «las purifica, las llena de consuelos celestiales y las mueve a alcanzar las virtudes todas». Lo que le hizo a Pío XII recordar las palabras de Isaías: «Beberéis aguas con gozo en las fuentes del Salvador» Is (1 2,3).
Ya en los inicios de la Encíclica se describe la esencia del culto: «Este culto…es una plena y absoluta voluntad de entregarnos y consagrarnos al amor del Divino Redentor, cuya señal y símbolo más viviente es su Corazón traspasado».
Los comienzos de la devoción al Sagrado Corazón se remontan a los siglos XII y XIII, donde innumerables santos escriben de este culto. En particular quiero mencionar que en una fiesta de San Juan Apóstol y Evangelista, Santa Gertrudis la Grande fue llevada en espíritu por San Juan a «‘la apertura del Corazón Divino, desde donde puedes beber todas las dulces consolaciones que fluyen de él con tal impetuosa abundancia, que es capaz de satisfacer a todos los que desean probar de ellas.'» Entonces, al sentir ella los latidos constantes del Corazón Divino, se regocijó infinitamente allí, y dijo a San Juan: ‘Amado de Dios, ¿sentiste esos latidos cuando te recostaste sobre el pecho del Señor en la Última Cena?’ ‘Sí,’ respondió; ‘y esto con tanta plenitud, que el líquido no entra más rápidamente en el pan que la dulzura de esos placeres penetró mi alma, de forma que mi espíritu se volvió más ardiente que el agua bajo la acción de un fuego encendido.’ ‘Y ¿por qué,’ preguntó ella, ‘no dijiste ni escribiste nada de esto para nuestra edificación?’
Él respondió: ‘Porque se me encomendó la instrucción sobre los misterios de la Palabra increada a la recién formada Iglesia, para que esas verdades pudieran ser transmitidas a las épocas venideras, tanto como serían capaces de comprenderlas, ya que nadie puede comprenderlas completamente; y diferí hablar de estos latidos Divinos hasta una época posterior, de forma que el mundo pudiera ser despertado de su letargo, e infundirle vigor, cuando se haya enfriado, al oír de estas cosas.'»
Con la invención de la imprenta en el siglo XV, probablemente se comenzaron a propagar los escritos de estos santos y con ello la devoción. Pero fue en el siglo XVII donde la devoción salió de los límites del culto privado y se generalizó, gracias a san Juan Eudes y a santa Margarita María. San Juan Eudes les exhortaba así a los sacerdotes: «Entregaros a Jesús para entrar en la inmensidad de su gran Corazón, que contiene el Corazón de su santa Madre y de todos los santos, y para perderos en este abismo de amor, de caridad, de misericordia, de humildad, de pureza, de paciencia, de sumisión y de santidad»
Compuso oficios litúrgicos y estableció archicofradías en su honor. Santa Margarita María por su parte recibe de Jesús la petición que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento, sea dedicado a una fiesta particular en honor a su Corazón, por lo que se puso a la obra para cumplir los deseos de Jesús. A su muerte el culto estaba en casi toda Europa, en América, en la India y en China.
Este culto fue una luz en una época especialmente oscura donde surge el protestantismo así como el jansenismo, que tenía la visión de un Dios severo y exaltaba fuera de medida la razón, y atacó con rabia la devoción al Sagrado Corazón, tratando a los que abrazaban la devoción de idólatras, llegándose a condenar a muerte a personas por distribuir libros en donde se trataba la devoción. Sin embargo, terminó triunfando el amor de Dios y el papa Pío VI en el año 1794 aprobó sin reserva el culto del Sagrado Corazón de Jesús. Con lo que se dio un nuevo impulso a la devoción, y el 23 de agosto de 1856 la fiesta del Sagrado Corazón se hizo obligatoria en toda la iglesia. Por último, en el año 1899 el papa León XIII consagró el mundo al Sagrado Corazón de Jesús.
Uno podría pensar que el papa Pío XII escribió la encíclica Haurietis Aquas por el centenario de la universalización de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Y es cierto, pero no sólo fue por eso: Pío XII ejerció su papado en una de las épocas más sombrías para la humanidad y el cristianismo. El comienzo de su pontificado coincidió con el fin de la guerra civil española donde en un período de tres años aproximadamente murieron cientos de miles de personas, 4184 sacerdotes, 2365 religiosos y 283 religiosas fueron asesinados. El gobierno nazi reprimió duramente a la Iglesia Católica arrestando y asesinando a clérigos, cerrando institutos y escuelas católicas, donde más de 300 monasterios y otras instituciones fueron expropiadas. Durante la segunda guerra mundial millones de personas murieron, en la shoá seis millones de judíos fueron asesinados, la iglesia católica fue brutalmente suprimida en Polonia con 3000 clérigos masacrados.
La expansión del Imperio Japonés desde 1941 estuvo acompañada de muchas atrocidades contra misioneros, clérigos, monjas y laicos. En Rusia hubieron arrestos masivos de sacerdotes e instituciones de la Iglesia fueron confiscadas y expropiadas, e iglesias, monasterios y seminarios fueron cerrados. En China la iglesia pasó a la clandestinidad en 1949 luego de la persecución a muchos sacerdotes y a la fe. Y la lista podría continuar. En el año 1942 el papa Pío XII consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María y en el año 1956 nos regala esta iluminada encíclica donde fundamenta el culto en las escrituras, resalta el significado profundo de la devoción, y nos recuerda que Jesús sigue amando intensamente a la Iglesia que nació de su Corazón traspasado: «victorioso ya de la muerte, su Corazón sacratísimo no ha dejado nunca ni dejará de palpitar con imperturbable y plácido latido, ni cesará tampoco de demostrar el triple amor con que el Hijo de Dios se une a su Padre eterno y a la humanidad entera, de la que con pleno derecho es Cabeza Mística»; «Después que nuestro Salvador subió al cielo con su cuerpo glorificado y se sentó a la diestra de Dios Padre, no ha cesado de amar a su esposa, la Iglesia, con aquel inflamado amor que palpita en su Corazón».
Se ha escrito muchísimo sobre esta Encíclica, pero sólo quiero compartir estas profundas reflexiones de Joseph Ratzinger de hace 30 años, incluidas en el capítulo «El Misterio de la Pascua- Sustancia y Fundamento de la Devoción al Sagrado Corazón»:»Todos nosotros somos Tomás, incrédulos; pero, como él, todos nosotros podemos tocar el Corazón expuesto de Jesús y por lo tanto tocar y contemplar el Logos mismo. Así, con nuestras manos y ojos fijos en su Corazón, podemos alcanzar a la confesión de fe: ‘Mi Señor y mi Dios!»
«Porque ‘sólo con el corazón se puede ver bien’, como dice el Principito de SaintExupéry. (Y el Principito se puede tomar como un símbolo de la inocencia infantil que debemos volver a tener si vamos a encontrar el camino de vuelta de la necedad inteligente del mundo de los adultos hasta la verdadera naturaleza del hombre, que está másallá de la mera razón).»
«Era imposible escindir los padecimientos de Cristo, porque no puede haber pasión sin pasiones: el sufrimiento presupone la capacidad de sufrir, se presupone la facultad de las emociones. En el período de los Padres fue, sin duda, Orígenes, quien captó más profundamente la idea del Dios que sufre y se atrevió a decir que no puede limitarse a la humanidad sufriente de Jesús, sino que también afectó a la imagen Cristiana de Dios. El Padre sufre en permitir que el Hijo sufra, y el Espíritu comparte este sufrimiento, porque Pablo dice que él gime dentro de nosotros, anhelando en nosotros y en nuestro nombre para la redención completa (Rom 8:23ss.).
Y fue también Orígenes que dio la definición normativa de la forma en que el tema del sufrimiento a Dios debe ser interpretada: Cuando escuchas a alguien hablar de las pasiones de Dios, siempre se aplica lo que se dice del amor. Así que Dios es una persona que sufre porque él es un amante; todo el tema del Dios sufriente deriva de aquel del Dios amoroso y siempre apunta de nuevo a él. El avance real registrado por la idea Cristiana de Dios sobre la del mundo antiguo radica en su
reconocimiento de que Dios es amor.»
«La espiritualidad de la encarnación debe ser una espiritualidad de las pasiones, una espiritualidad de ‘corazón a corazón’; de esa manera, precisamente, es una espiritualidad Pascual, porque el misterio de la Pascua, el misterio del sufrimiento,
es por su propia naturaleza un misterio del corazón.»
«Y de nuevo fue Orígenes quien aprovechó esta oportunidad con más energía. La señal para que él tome estas ideas fue la palabra del Bautista, que ha llegado hasta nosotros en Juan 1:26: ‘En medio de vosotros está uno a quien no conocen.’ Orígenes continúa: Es el Logos quien está en el centro de todos nosotros -sin que lo sepamos- por el centro del hombre es el corazón, y en el corazón existe la ἡγεμονικόν -la energía rectora del todo, que es el Logos.
Es el Logos que nos permite ser lógicos, para corresponder al Logos; él es la imagen de Dios por la que fuimos creados. Aquí la palabra ‘corazón’ se ha expandido más allá de la razón y denota ‘un nivel más profundo de la existencia espiritual / intelectual donde el contacto directo se lleva a cabo con lo divino’. Es aquí, en el corazón, que el nacimiento del Logos divino en el hombre se lleva a cabo, que el hombre se une con la Palabra de Dios personal, encarnada.»
«La tarea del corazón es la supervivencia, manteniendo junto lo que le es propio. El Corazón traspasado de Jesús también ha verdaderamente ‘dado vuelta’ (cf. Os 11:8) esta definición. Este Corazón no está preocupado con su supervivencia, sino con la entrega de sí mismo. Salva al mundo mediante la apertura de sí mismo. El colapso del Corazón abierto es el contenido del misterio Pascual. El Corazón salva, en efecto, pero salva donándose a sí mismo.
Por lo tanto, en el Corazón de Jesús, se nos presenta el centro de la Cristiandad. Expresa todo, todo lo que es genuinamente nuevo y revolucionario en la Nueva Alianza. Este Corazón llama a nuestro corazón. Nos invita a dar un paso adelante del intento inútil de la propia supervivencia y, al unirnos en la tarea de amar, mediante la entrega de nosotros mismos a él y con él, descubrir la plenitud del amor que por sí sólo es eternidad y que por sí solo sostiene al mundo.»
Las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia que nos ha dejado Santa Faustina Kowalska (prohibidas entre los años 1959 y 1978), las siento como una renovación al culto al Sagrado Corazón, donde se enfatizan los frutos del amor de Jesucristo: aprovechar su perdón con nuestra confianza y arrepentimiento, abrirnos a Su Misericordia, a su Corazón que se da a nuestra miseria para rescatarnos.
La imagen de Jesús Misericordioso, también tiene una espiritualidad de la encarnación, porque estoy convencido que muestra la última bendición de Jesús resucitado descrita brevemente en Lc (24,50-51).
La mano que toca la túnica sobre el pecho nos indica que de Su corazón agonizante, abierto en la cruz por la lanza, brotaron las entrañas más profundas de Su misericordia.
En cuanto a la hora de la Misericordia, a las tres de la tarde, cuando Jesús a través de Santa Faustina nos invita a sumergirnos en su Pasión, especialmente a Su abandono, es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Esto me evoca las palabras del Principito de Saint-Exupéry: «lo esencial es invisible para los ojos». Retomo aquí las palabras de san Buenaventura citadas en la encíclica: «Por esto fue herido [tu Corazón], para que por la herida visible viésemos la herida invisible del amor».
Las palabras de Jesús en la cruz gritadas con fuerte voz: «Eloi, Eloi, ¿lema sabactani?» Lc (15,34) expresan desgarradoramente su pesar, como nos dice en una visión la beata Ana Catalina Emmerick: «Deberíamos, por todos los medios, enseñar a la gente que Jesús, más intensamente de lo que cualquier ser humano pueda concebir, padeció este sufrimiento de abandono total, porque Él estaba unido en esencia con Su Divinidad, porque Él era verdaderamente Dios y hombre. Siendo Su Sagrada Humanidad totalmente abandonada por el Padre, Él sintió de la manera más perfecta ese pesar, Él vació hasta la borra el amargo cáliz de abandono, Él experimentó en ese momento lo que sufre un alma que ha perdido a Dios eternamente.»
Como señala la encíclica: «podemos afirmar -como lo ponen de relieve las revelaciones de Jesucristo mismo a santa Gertrudis y a santa Margarita María– que ninguno comprenderá bien a Jesucristo crucificado, si no penetra en los arcanos de su Corazón».
Por último, vinculado a la oración Coronilla de la Misericordia, una cosa que me llamó la atención al principio y me encanta, es que ofrecemos a Dios Padre los santísimos méritos de la Pasión de su Hijo. Como nos dice Santa Gertrudis la Grande: «Por esto le era dado entender cuánto agrada a Dios Padre el que se le ofrezcan los perfectísimos méritos de su Hijo.»
Una oración con esta espiritualidad que me llega mucho es la Novena de Confianza al Sagrado Corazón de Jesús: Oh Señor Jesucristo, yo confío esta intención a tu Sacratísimo Corazón: (Indicar la petición) Mírame solamente Jesús, y luego haz que Tu Sacratísimo Corazón te inspire. Que tu Sagrado Corazón decida. ¡Yo cuento con Él! ¡Yo confío en él! ¡Yo me entrego a Su Misericordia! Señor Jesús, Tu no me defraudarás. Sagrado Corazón de Jesús, yo confío en Tú. Sagrado Corazón de Jesús, yo creo en Tu Amor por mí. Sagrado Corazón de Jesús, que venga tu reino. ¡Oh! Sagrado Corazón de Jesús, yo te he pedido muchas gracias, pero imploro ardientemente esta. Tómala, ponla en Tu Sagrado Corazón. Cuando El Padre Eterno la vea, cubierta con Tu Preciosa Sangre, no la rechazará. Ya no será mi plegaria, sino la tuya, oh Jesús. Oh Sagrado Corazón de Jesús, yo pongo mi confianza en Ti Que jamás sea confundido. Amén.
En este momento donde el mal surge con gran fuerza, hay muchas muertes por la guerra, persecución y muerte a los cristianos, barbaries explícitas de todo tipo, prohibiciones a tener religión, está legalizado el asesinato a no nacidos, qué mejor que acudir a la encíclica Haurietis Aquas que nos inspirará para abrir nuestro corazón a este inflamado amor que palpita en Su corazón. Nos recuerda la encíclica: «no se puede llegar al Corazón de Dios sino pasando por el Corazón de Cristo, conforme a lo que Él mismo afirmó: » .
El Sagrado Corazón de Jesús nos va a rescatar cuando estemos extraviados, mostrándonos el camino de salvación hacia la verdad y la vida, de forma que también nosotros nos volvamos misericordiosos como el Padre. La encíclica culmina con esta esperanza, que invito a hacerla nuestra: «aumente cada vez más la devoción de los fieles al Sagrado Corazón de Jesús, y así se extienda más por todo el mundo su imperio y reino suavísimo: «.
Amén.