Antonio Aradillas

Carta-entrevista al Nuncio

El dorado lenguaje de la disimulación y diplomacia

Carta-entrevista al Nuncio
Antonio Aradillas, columnista

No descarto la posibilidad de que algún día, el Nuncio de S.S. en España convoque una rueda de prensa

(Antonio Aradillas).- Tanto en entrevista personal, como en ruedas de prensa y otras fórmulas al uso, la historia del periodismo español apenas si registra «declaraciones» de los Nuncios de S.S. Estos se limitan a pronunciar palabras protocolarias, o notas frías e indecisas, todas coincidentes rigurosamente con el dorado lenguaje de la disimulación y diplomacia, otro de cuyos sinónimos académicos es el del «jesuítico», o «conducta cautelosa». En este habitual marco de interpretaciones, procedimientos, vestes, reglas y modos, no es posible que sus elocuciones sean «palabras de Dios», carentes todas ellas de evangelio y con la insípida intención de molestar lo menos posible, infieles al sagrado lenguaje y contenido ministerial de la proclamación cristiana de la «Verdad, del Camino y de la Vida». Dialogar con los periodistas y, a través de ellos, interpretarles a los fieles el sentir de la Iglesia en circunstancias y ocasiones concretas, es tarea eminentemente pastoral que el Papa Francisco interpreta a la perfección y con incuestionable provecho.

En cualquier hipotético encuentro informativo con el Nuncio, que ni los políticos y líderes » de alta gama» en parecidas circunstancias , y con capacidad de servicio, no habrían de rehuir, el esquema de la conversación que satisficiera la necesidad de saber, coincidirían en términos generales, con estas:

¿A quién representa el Nuncio y en nombre de quién habla y actúa? ¿Al Papa, jefe, monarca absoluto, o presidente de los Estados Pontificios, teniendo, por tanto, que prevalecer siempre el estilo y porte diplomáticos, o al Papa- pastor de la Iglesia, y más del actual, revestido de tan nobles connotaciones «franciscanas»?

¿Son las Nunciaturas otras tantas e Infalibles referencias a sedes y a palacios idénticos, y aún más suntuosos, que las residencias de los representantes de otros países, o son en cierto sentido «casas de la Iglesia», en las que el mismo Jesucristo habría de sentirse con comodidad religiosa? ¿Qué explicación se le da al hecho de la grandiosidad de las Nunciaturas, algunas de ellas, mayores en extensión que los mismos Estados Pontificios, segregando el palacio de verano de Castelgandolfo y alguna basílica romana?

¿Cuál es el papel eclesial del Nuncio, que no lo sea del Presidente de las Conferencias Episcopales respectivas, democráticamente elegido por el resto de los obispos, extranjero, poco o nada conocedor de la Iglesia del país en el que ejerce su función?¿Quienes son sus asesores, sobre todo para el nombramiento y traslado de los miembros de su episcopologio? ¿Se hereda tal asesoría como un privilegio que detentan y ejercen preferentemente los miembros de algún movimiento concreto intitulado «religioso»? ¿Intervienen en tal asesoramiento los seglares/as y los sacerdotes que, en su día, habrán de ser pastoreados por los «episcopables»?

¿Cómo se explica, por poner un ejemplo, que los módulos de los 63 obispos españoles nombrados por el Nuncio Mons. Mario Tagliarerri fueran conservadores , o ultra, que ni respondieron ni responden al proyecto de Iglesia ideado y aprobado por el Concilio Vaticano II, con marginación expresa y efectiva de quienes hubieran podido ser y ejercer de obispo sin el aditamento habitual hispánico del «áurea mediocritas» que los distingue, con olvido «religioso» de que en el primer milenio de la Iglesia los Papas practicaron la democracia en estos nombramientos, siguiendo la consigna de San León Magno quien en el siglo V adoctrinaba en su Epístola X, 6, que «el que está a la cabeza de todos, debe ser elegido por todos»?

Cuando el Sr. Nuncio de S.S. en España oiga hablar de que los obispos son nombrados por el Papa, con intervención expresa del Espíritu Santo, ¿cómo reaccionará desde su fe y desde el convencimiento y conocimiento de actividades, influencias, imposiciones, negativas y asentimientos de parte de elementos, ajenos y hasta en contra, de los evangelios y del bien de la Iglesia y al servicio de los más necesitados?

¿Acaso en tales nombramiento, carrerismos y promociones, no ha lugar a la política, que si de alguna manera es, y se presenta, como «religiosa», no resulta ser más nefasta y enmarañada que cualquier otra, con inclusión de la «de partidos»?.

Reformar, redundar, restaurar, regenerar , reponer, democratizar , rejuvenecer… son sagrados sinónimos del lema «Ecclessia samper reformanda» que afectará de modo penitencial y cristiano a los episcopologios y a los Nuncios, que son sus patrocinadores y principales agentes.

No obstante y pese a las dificultades relatadas, y a ejemplo del Papa Francisco, no descarto la posibilidad de que algún día, pronto, el Nuncio de S.S. en España, en directo, a cuerpo limpio y sin mediadores «oficiales» se preste a convocar una rueda de prensa para la que aquí le han sido insinuadas algunas preguntas. ¡Que no se diga que los políticos con más decididos, audaces y valientes que puedan serlo los Nuncios, como diplomáticos, pero equipados además por la gracia de Dios, con categorías y títulos señeros -«con facultad de levantar pendón»-, de monseñores, obispos y arzobispos…

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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