El obispo Julio Parrilla quitó la pintura que retrataba a la iglesia indoamericana
(José Agustín Cabré).- El gran mural que Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, donara a la catedral de Riobamba, Ecuador, ha desaparecido. El cuadro con el Cristo vestido de poncho y rodeado de indígenas como también de animadores pastorales de Latinoamérica, había sido obsequiado por el autor al obispo Leonidas Proaño, pastor del pueblo y voz de lo más sano de nuestra iglesia en el continente.
El sucesor en la sede de Riobamba, el español Julio Parrilla, perteneciente al Movimiento Adsis, llegó a esa diócesis hablando un lenguaje esperanzador.
Dijo: «En nuestro continente americano, a las viejas pobrezas se unen pobrezas nuevas, nuevos desafíos, especialmente en lo que afecta a la equidad, al desarrollo integral, a la ecología, a la defensa de las culturas ancestrales… Afrontar todo eso se hace más posible con una Iglesia más descalza y disponible. Dios quiera que el espíritu de Francisco vaya calando en toda la Iglesia».
Acto seguido quitó la pintura que retrataba a la iglesia indoamericana, y Pérez Esquivel le ha enviado una carta preguntándole dónde dejó su obra de arte, para conocer siquiera la bodega donde ha quedado oculta.
La gente se pregunta si el obispo Parrilla sabe o no sabe de arte, conoce o no conoce el corazón de Amerindia, miente o no miente en sus declaraciones.
Más que una lástima, una vergüenza.