Junto con Rovirosa y Tomás Malagón puso en macha en nuestro país la llamada teología política
(José Sánchez Luque).- Nos ha dejado el cura Alfonso, un hombre entregado al servicio de la Iglesia y, durante los mejores años de su vida, al servicio de la evangelización de la clase obrera como consiliario diocesano y nacional de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), desde donde elaboró múltiples materiales e impartió cursillos de formación por todo el territorio nacional en pro de la liberación del mundo obrero.
Su pasión fue durante muchos años la formación de militantes obreros cristianos, unidos íntimamente a Cristo dentro de la Iglesia y enmarcados en las diversas plataformas sociales, culturales y políticas en favor de la liberación del mundo del trabajo. Junto con Rovirosa y Tomás Malagón puso en macha en nuestro país la llamada teología política.
El arzobispo Elías Yanes señalaba «la importancia de la HOAC para que pueda haber unos militantes seglares, que, además de estar exquisitamente formados y de ser verdaderamente sensibles a su responsabilidad en la Iglesia y en la Sociedad, sean los verdaderos animadores de grupos y comunidades cristianas de base, hoy tan necesarias como medios de iniciación y cultivo de la fe».
Alfonso criticó la postura de ciertos sectores de la Iglesia que para afrontar la fe, rechazan la modernidad. Frente a esta visión nuestro deán defendía que la fe cristiana no implica necesariamente el rechazo indiscriminado de la modernidad. Más bien estaba convencido de que la fe cristiana impulsa al creyente a buscar el desarrollo humano y la promoción integral de las personas, puesto que la salvación-liberación, aunque no se reduce a las dimensiones materiales y sociales, afecta a las personas en todas sus dimensiones. Es por ello que el cristiano no puede desentenderse de lo político, lo social y lo cultural, afirmaba Alfonso.
Trabajar por la humanización es una exigencia de la fe cristiana, aunque no sea su única tarea, dando al progreso de las personas un contenido más hondo, puesto que las sitúa en el horizonte de Cristo. Por lo que nada hay más humano que evangelizar. Al mismo tiempo, podemos afirmar que sin humanización no puede haber evangelización.
Descanse en la paz de Jesús, el obrero de Nazaret, nuestro hermano Alfonso. En estos últimos años de su vida vivía entusiasmado con las enseñanzas y el testimonio del papa Francisco. La primavera de Francisco le impactó profundamente. Yo diría que hasta le hizo cambiar de rumbo. Incluso se atrevía a decir, con cierta pena, que nuestros obispos citan poco a Francisco y cuando lo hacen, lo desgracian. Al comentario y a la divulgación de los escritos de Francisco dedicó muchas horas de estudio y reflexión, a pesar de su enfermedad.
Que el Señor le premie tanto trabajo en favor de la difusión de una teología realista y comprometida con la liberación de los más empobrecidos, donde Jesús sigue estado presente. Dios y el pueblo que sufre son realidades últimas. Porque Dios está unido siempre con la victimas. Y desde ellas Dios nos sigue descubriendo nuevos aspectos de su misterio y de nuestra tarea en este mundo. Desde la otra orilla, Alfonso nos estimula en nuestra lucha diaria a favor de una iglesia renovada.