Ni siquiera el mismo Papa puede conocer de antemano los caminos misteriosos e imprevisibles del Espíritu
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(Asociación Mulleres Cristiás Galegas Exeria).- Al Sr. Arzobispo de Santiago Julián Barrio: Bienquerido hermano en el Señor.
A raíz de las declaraciones realizadas por Christina Moreira en distintos medios de comunicación, en los que declara con valentía y mucho amor apostólico su condición de presbítera, y del posterior Comunicado emitido por el Arzobispado de Santiago de Compostela el pasado 12 de marzo de 2017, se reabre con fuerza el debate sobre la ordenación sacerdotal de las mujeres.
La Asociación Mulleres Cristiás Galegas Exeria quiere, con este escrito, exponer públicamente algunas reflexiones sobre la situación de las mujeres en la Iglesia, y en este caso concreto, sobre el acceso de las mujeres al Ministerio del Orden Sacerdotal. Además de apoyar el paso de nuestra compañera Christina Moreira, queremos manifestar nuestra solidaridad y agradecimiento para con ella y con las docenas de mujeres de todo el mundo que respondieron con fidelidad y valentía, con apertura obediente, a la llamada de su vocación sacerdotal.
Las mujeres que conformamos Mulleres Cristiás Galegas Exeria, llevamos más de 20 años celebrando nuestra fe como mujeres, como cristianas y como gallegas, y reflexionando comunitariamente desde esta nuestra identidad (recordamos, en este sentido, los documentos que hemos publicado: Nós, as mulleres na Igrexa y Violencia de Xénero, violencia contra as mulleres).
Desde nuestro ser queremos expresar lo siguiente:
1. En las declaraciones realizadas por Christina Moreira, ella se presenta a sí misma como sacerdote, ordenada desde hace dos años, respondiendo a su vocación, de la que tomó conciencia hace tiempo, en un momento crucial de su vida. Reconocemos a Christina Moreira como presbítera. Sabemos que ha recibido la ordenación diaconal y la ordenación sacerdotal y que preside los domingos la celebración de la Eucaristía en la comunidad Home Novo de un modo comunitario y participativo, enamorando e incluso entusiasmando a la comunidad con la Palabra de Dios. Además, acompaña a esta comunidad y a numerosas personas ajenas a ella en su camino de fe cristiana.
2. Sentimos un profundo dolor, acompañado de amargura y rabia, a causa de las formas y los contenidos del comunicado emitido por el Arzobispo de Santiago de Compostela en relación con el presbiterado de Christina Moreira, comunicado que refleja la postura oficial de la jerarquía católica (que no la opinión de teólogos y teólogas ni de muchas cristianas y cristianos de la Iglesia) en relación a este tema. Apoyadas en los estudios teológicos y en la Tradición más próxima a nuestro hermano mayor Jesús, el Cristo, queremos exponer que:
a) Como bien apunta el comunicado emitido por el Arzobispado de Santiago de Compostela, «La Iglesia es un Misterio de comunión por voluntad del Padre, realizado en la misión del Hijo y actualizado por la Acción del Espíritu Santo». Tanto nuestro Dios Padre-Madre, como nuestro Maestro Jesucristo, como el Espíritu Santo que todo lo envuelve en su Amor grande, confirman la inclusión como un elemento esencial. Por lo tanto, la inclusión necesaria también de las mujeres, más de la mitad de la humanidad y la mayoría numérica de nuestra Iglesia. Es necesaria la actualización de la Iglesia en la sociedad contemporánea, igual que en su tiempo se actualizó en la sociedad patriarcal del siglo II en la que vivía Ignacio de Antioquía.
b) «En el Nuevo Testamento aparecen llamadas que llevan consigo la encomienda de una misión por parte de Jesús. Una de ellas es la llamada a los Doce, con la designación para una misión esencial, unas tareas y unas significaciones que aparecen diferenciadas del conjunto de los cristianos.»
El grupo de seguidores de Jesús estaba formado por hombres y mujeres. Jesús acogió siempre a las mujeres, las valoró y las quiso, en una sociedad judía en la que eran sujetos de segunda categoría. La Samaritana, Marta y María, o la Hemorroísa, entre otras muchas, confirman el acercamiento siempre cálido de Jesús a las mujeres, su reconocimiento fraterno. María Magdalena aparece nombrada como la «apóstola de apóstoles», «la primera testigo y evangelista de la resurrección del Señor».
Desde el mes de julio de este año el Papa Francisco elevó su festividad litúrgica al nivel de la de los apóstoles por ser la primera que reconoce a Jesús resucitado y lo va a proclamar al resto de discípulos (¡a los Doce!) que inicialmente dudan e incluso se niegan a creer en su palabra. San Pablo, que asienta su carácter de apóstol en haber visto al resucitado, distingue también a otra mujer, Xunia, como «insigne entre los apóstoles, que creyó en Cristo antes que yo» (Rom 16, 7).
c) «La presidencia de la celebración sacramental no es, pues, un ministerio que Cristo haya entregado a las mujeres.» El mismo Papa Juan Pablo II declara en la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis «que las mujeres no pueden ser sacerdotes porque el mismo Cristo, que instituyó el Sacramento, determinó que fueran varones quienes ejerzan este ministerio».
En efecto, Cristo no entregó la presidencia de la celebración sacramental a las mujeres como tampoco se la entregó a los hombres. Cristo no estableció presidencias celebrativas tal y como las entendemos hoy y, por lo tanto, no determinó que fueran hombres quienes la ejercieran. El conjunto de los siete Sacramentos hoy reconocidos por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y con ellos el de la Ordenación Sacerdotal, son en gran medida fruto del caminar histórico eclesial, resultado de la búsqueda de muchas generaciones de creyentes iluminados por el Espíritu Santo (eso deseamos) en la construcción de una comunidad creyente que quiere ser fiel al Espíritu de Jesús… Se fueron construyendo históricamente con vocación de seguir evolucionando para mayor fidelidad al Espíritu.
d) La afirmación del Papa Juan Pablo II de que «la Iglesia no tiene de ninguna manera la facultad de darle a las mujeres la ordenación sacerdotal, y esta sentencia debe ser considerada de modo definitivo por todos los fieles de la Iglesia» es una afirmación osada, porque ni siquiera el mismo Papa puede conocer de antemano los caminos misteriosos e imprevisibles del Espíritu, capaz de sorprendernos siempre por encima de nuestros criterios humanos, tantas veces cerrados y ciegos.
Esta afirmación no tiene en cuenta que en las primeras comunidades cristianas, a lo largo de casi tres siglos (¡tres siglos nada menos!), las mujeres ejercieron un papel clave en la proclamación de la Palabra del Señor, en el Partir el Pan y el Vino, en la atención a los pobres,… ¡Si el Papa Juan Pablo II «descartó toda posibilidad de debate dentro de la Iglesia sobre la posibilidad de aceptar el sacerdocio femenino», decimos con claridad que se equivocó!
Como bien reconoce este comunicado arzobispal, citando al Papa Juan Pablo II, «Lo cual no significa que la mujer no sea una parte fundamental en una Iglesia, toda ella ministerial en virtud del sacramento del bautismo». Las mujeres no somos solo una parte fundamental de la Iglesia. Sin nosotras, mujeres, sin nuestra inclusión, sin nuestro pleno reconocimiento en igualdad, la Iglesia no tiene futuro.
Lamentamos que, en pleno siglo XXI, los hombres que rigen actualmente la Iglesia nos sigan considerando sujetos de «segunda clase», sin capacidad de colaborar en igualdad de condiciones en las decisiones y servicios de la Iglesia. Las razones que dicen justificar esta prohibición son pobres y muchas veces sin fundamentación teológica actualizada, por lo que no se sostienen ante la menor crítica.
Las mujeres, hoy, reivindicamos una sociedad de iguales donde mujeres y hombres tengamos los mismos derechos y oportunidades. La sociedad está dando pasos en este cambio. Hoy las mujeres participamos a todos los niveles en la representación social, la investigación científica y filosófica, y los trabajos de cualquier nivel de cualificación. ¿Cómo nos vamos a conformar cuando se nos dice que es simplemente por nuestra condición de mujeres -por simple razón de sexo- que no se nos permite acceder a la ordenación sacerdotal? ¡A eso en esta sociedad se le llama «sexismo»!
Necesitamos reabrir con urgencia el debate sobre la igualdad en la Iglesia, y dentro de este debate hablar también sobre la ordenación sacerdotal de las mujeres. Necesitamos ir dando pasos hacia una Iglesia en la que no exista discriminación, una Iglesia democrática, fraterna, en la que mujeres y hombres formen comunidades de iguales, comunidades vivas, comprometidas, en las que seamos capaces de trabajar en comunión, donde todas y todos tengamos palabra, donde cada cual contribuya con lo que realmente es. Una Iglesia abierta, cuidadora, cariñosa, osada, libre al estilo de Jesús. Una Iglesia de iguales en la que las mujeres ocupemos también los espacios de decisión, de responsabilidad y de representación eclesial que nos pertenecen por derecho y por Tradición.
¿Acaso Dios no quiere la igualdad?
Señor arzobispo: ¿cree usted de verdad que Dios quiere una Iglesia desigual?
Como bien expresó el apóstol Pablo, «no hay judío ni griego, ni siervo ni libre, no hay varón o mujer porque todos somos uno en Cristo Jesús» (Gal 3, 28).
Que así sea para Gloria de Dios Padre-Madre, Amén.
– Asociación Mulleres Cristiás Galegas Exeria
25 de marzo de 2017
En el 670 aniversario del nacimiento de Catalina de Siena,
matrona de Europa e doctora de la Iglesia