Estos testimonios de la fe e iglesia son representantes de la Iglesia que, como quiso Jesús, está al servicio del Reino de Dios y su justicia
(Agustín Ortega).- En estos días atrás, hemos estado celebrando el aniversario del martirio de Mons. Romero en muchos lugares del mundo, por ejemplo, en Ibarra, Norte de Ecuador, en la tumba de otro testimonio como es Mons. L. Proaño, nacido en Ibarra.
En esta celebración, estuvieron conocidos autores y pensadores como F. Houtart o F. Betto al que el gobierno de Ecuador, con su presidente R. Correa, acaba de condecorar por la obra y testimonio de vida del fraile dominico brasileño.
Estos testimonios de la fe e iglesia son representantes de la Iglesia que, como quiso Jesús, está al servicio del Reino de Dios y su justicia, iglesia pobre con los pobres en su promoción y liberación integral. Toda esta Espiritualidad y Teología de la Liberación (TL), que se fecunda con dichos testimonios o con las comunidades eclesiales de base (CEB), es «una bocanada de aire fresco para la Iglesia. Es una manera de hacer teología desde la experiencia de fe compartida con la gente», como ha dicho muy bien, en una reciente entrevista, el P. Arturo Sosa, General de la Compañía de Jesús».
Efectivamente, en la línea de lo que sigue comentando el P. Sosa en dicha entrevista, la Iglesia latinoamericana con sus testimonios proféticos-martiriales como Mons. Romero, sus CEB y la TL recepcionan, actualizan y aplican el Vaticano II en Latinoamérica.
Frente a lo que algunas veces se dice y todavía se escribe, no es cierto que la TL fuera condenada por la Iglesia y por los Papas. En todos estos testimonios, autores, pensadores y teólogos, unidos a la TL, ha podido surgir alguna carencia, error o límite propio de la actividad humana. Pero junto a lo anterior, como ha sido estudiado y lo ha reconocido la Iglesia con su Doctrina Social, las CEB y TL también nos han mostrado verdad, bien y belleza, claves fundamentales e imprescindibles de la fe. Así lo transmitieron los Obispos latinoamericanos en Medellín, Puebla…hasta llegar a Aparecida. Lo han reconocido los Papas como Pablo VI (EN 29-31, 58), S. Juan Pablo II (RM 51, CA 26), los Obispos Españoles (IP 143) y el propio Cardenal G. L. Müller, actual Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe.
El Card. Müller recientemente publicó dos obras conjuntas sobre la TL, la última con prólogo del Papa Francisco, con el teólogo peruano, sacerdote y religioso dominico Gustavo Gutiérrez, que es considerado como el «padre de la TL». En donde valora todo lo bueno y verdadero de la TL.
Como enseña Juan Pablo II, «estamos convencidos nosotros y ustedes de que la Teología de la Liberación es no sólo oportuna sino útil y necesaria» (Carta a la Conferencia Episcopal de Brasil).
Y, en otra reciente entrevista, junto estos límites y carencias ya señaladas, el Papa Francisco afirma también que la TL es «una cosa positiva…La teología de la liberación tuvo aspectos positivos». Como se está estudiando, el Papa Francisco ha bebido de una de estas corrientes de la TL como es la argentina, denominada teología del pueblo o de la cultura con autores relevantes como L. Gera, R. Tello y el jesuita J. C. Scannone que, además, fue formador del Papa.
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