La "bofetada" que el núcleo duro del Episcopado quiso dar al Papa en las mejillas de Osoro y Omella el pasado mes de marzo ha sido, pues, respondido, de manera rotunda, por Bergoglio
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(J. Bastante).- Por si alguno tuviera la más mínima duda, el Papa Francisco se acaba de encargar de disiparla, con un anuncio sorpresivo pero que muestra a las claras qué estilo de Iglesia quiere para España. En noviembre, Carlos Osoro; ahora, Juan José Omella, cardenales.
Toda una enmienda a los resultados de las elecciones de marzo en la Conferencia Episcopal. Y un anuncio que, curiosamente, se dio dos días después de recibir a la nueva cúpula episcopal. ¿Aviso a navegantes? Quien tenga oídos, que oiga.
Con esta designación, Francisco deja claro que, lejos de lo acaecido en las elecciones en la Conferencia Episcopal del pasado mes de marzo, que arrojó una mayoría conservadora, sus «hombres» en España son los dos cardenales que él ha decidido nombrar, y las personas que él colocó al frente de las diócesis más importantes de España: Carlos Osoro en Madrid (nombrado cardenal en noviembre) y Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, nombrado hoy. La «bofetada» que el núcleo duro del Episcopado quiso dar al Papa en las mejillas de Osoro y Omella el pasado mes de marzo ha sido, pues, respondido, de manera rotunda, por Bergoglio.
Osoro es el hombre en el que Francisco confía para mantener relaciones cordiales con los distintos partidos políticos y sensibilidades eclesiásticas tras la dura etapa del cardenal Rouco. Y, también, su apoyo para dos de los temas que más preocupan en el corazón del Papa: el drama de los refugiados (si en las próximas semanas, el Gobierno anuncia la apertura de corredores humanitarios, se lo deberemos, en buena medida, a la tarea callada del arzobispo de Madrid) y la crisis en Venezuela.
Juan José Omella, por su parte, es el obispo «social», responsable durante años de Manos Unidas y de los documentos de pastoral socio-caritativa de la Iglesia, especialmente del último «Iglesia, servidora de los pobres», convenientemente ocultado por la errática política mediática de Añastro. Además, como miembro de la Congregación de Obispos, el arzobispo de Barcelona es la persona en quien el Papa más confía para ir cambiando el mapa episcopal de nuestro país, con nuevos nombramientos que se alejen del conservadurismo rancio que ha caracterizado a la Iglesia española desde la jubilación del cardenal Tarancón.
A sus 71 años recién cumplidos, Juan José Omella es, además, la persona que ayuda a gestionar con el Papa Francisco las denuncias por abusos sexuales a menores en el interior de la Iglesia española. Gracias a su mediación, son muchas las víctimas que han podido encontrar justicia o, al menos, ser escuchadas, pese a las reticencias de una mayoría episcopal, que provocó que en las anteriores elecciones ni Osoro ni Omella fueran elegidos para la presidencia o vicepresidencia, como parecía ser el deseo desde el Vaticano.
Con este nombramiento, Francisco manda un «aviso a navegantes» al resto de obispos españoles, y traza, mucho más claramente si cabe, cuál es el rumbo que desea para la Iglesia española. Una Iglesia dialogante, con un fuerte componente social, abierta a los retos de futuro y atenta a los debates presentes en la sociedad. En el caso de monseñor Omella, además, supone un respaldo a una Iglesia catalana que, sin inmiscuirse políticamente en el «procés», sí ha dejado claro que acompañará al pueblo, sea cual sea su decisión.
Porque, como ha subrayado en más de una ocasión el nuevo cardenal, Cataluña será independiente, o no, pero los católicos catalanes seguirán siendo católicos. Y sus pastores deben seguir siéndolo, independientemente de las decisiones políticas.
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