¿Es que son tan torpes, indocumentados o "atrevidos", sus gestores financieros?
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(Antonio Aradillas, sacerdote y escritor).- Nos dejamos de monsergas, de chapurreos y de pías y resignadas eubolias, y en un intento penitencial de llamar a las cosas por sus nombres, volvemos a hacernos eco de una de las noticias que recientemente han merecido «el honor de los altares» en los informativos y comentarios de carácter religioso o para-religioso.
En conformidad con las mismas, y sin más análisis, reivindicaciones y compensaciones imposibles, el hecho es que según cálculos veraces, unos 4.500 millones de euros con denominación de origen eclesial, se han esfumado y pasaron ya a forman parte del «sueño de justos o injustos», con rarísimos indicios de que habrán de ser reintegrados algún día a su antiguo redil. Reflexionar sobre el tema, resultará provechoso para cuantos, cautos e incautos, hicieron posible protagonizar estos hechos «en el nombre de Dios».
El término «asunción» -de «asumere» («asumir o tomar para sí»)-, y para evitar confusiones piadosas, con referencias al cielo o a la otra vida, la palabra exacta en el lenguaje bancario es la de «absorción» -«captar o cautivar»-, si bien ambos términos fonéticamente se avecindan en el diccionario con el de «absolver», o «remitir a un penitente sus pecados», en el caso en el que la malicia «que rompe el saco», la impericia o la improvisación hubieran sido los elementos inspiradores del desfalco, de la malversación o de cualquier otra figura incorrecta y hasta delictiva.
El paso del tiempo, los estudios y los análisis de los datos objetivos y documentados, llegarán a poner aproximadamente en su día las cosas en su sitio y se les podrán adscribir las cantidades perdidas a instituciones como el Opus Dei -«obra de Dios»-, a asociaciones próximas a la Conferencia Episcopal, diócesis como Valladolid, órdenes y congregaciones religiosas como Hospitalarios de san Juan de Dios, Agustinos Recoletos, Escolapios, Maristas, Salesianas y otros nombres que aparecen ya con sus cifras en los balances del cierre de cuentas del año 2016.
Por cierto, y como dato curioso y significativo, al responsable último de la sección bancaria «religiosa» de la entidad «popular» se le conocía y trataba como «monseñor», aún siendo seglar y no haber recibido orden religiosa sacramental alguna. «Monseñoreando» por los departamentos del banco «expoliado» -«no indulgenciado»-, era frecuente encontrarse con otro Monseñor, este de verdad, y por más señas, «Vicario Regional del Opus Dei en España».
Merece consideración aparte el hecho de que en el relato de víctimas del fracaso y capitulación registrados en el Banco Popular, la diócesis de Valladolid ocupe «prestigiosos» lugares. Algo similar les aconteció a sus finanzas con lo del «Forum Filatélico» de infeliz recordación, y con operaciones anteriores, como la malhadada Gescartera… ¿Acaso es tan rica, generosa y piadosa esta diócesis, hoy pastoreada por el Presidente de la CEE? ¿Es que son tan torpes, indocumentados o «atrevidos», sus gestores financieros? Un misterio más que desvelarán los expertos y del que, a su tiempo, dará cuenta la prensa.
Personalmente siento profunda desazón que el apellido «Popular», y el antiguo «Pastor», que definía al banco no «indulgenciado», resulte ser referencia obligada de ruina para tantos, con posibilidades nulas, irrelevantes o carísimas, de redención en esta vida y en la otra. Aliento, no obstante, la esperanza de que las operaciones bancarias previstas, además de perfectamente técnicas y legales, sean también justas y ejemplares. La sola y remota posibilidad de que a la Iglesia, o a quienes actuaron y actúan en su nombre, les sea achacadas las graves e irremediables pérdidas que han de padecer personas e instituciones, suscita fuertes y copiosas dosis de dolor, de rabia y de ira.
No será fácil discernir y evaluar los grados de veracidad que tenga, o haya tenido, la definición del Banco Popular como «El banco del Opus». Pero es así como lo cree y lo profesa el pueblo, también el de Dios, a la espera de los definitivos balances.
Identificándose el Opus -«obra de Dios»- con la Iglesia, tal relación no será beneficiosa y evangelizadora, sino todo lo contrario, aunque el buen sentido y la formación catequística, contribuyan a desvelarles, que si bien el Opus es y forma parte de la Iglesia, ni es «la» Iglesia, ni la única ni la mejor Iglesia de Cristo. Clarificar verdades y comportamientos elementalmente cristianos como este, es tarea y ministerio irrenunciables, al dictado de la Teología, de la Pastoral y del Código de Derecho Canónico, y aún de no pocas sugerencias y gestos de los que es portador el Papa Francisco.
Sin entrar en más detalles, el Banco Popular es -era- del Opus y de tal denominación y expolio nos irán llegando informaciones, con las sorpresas propias de todas las obras -con letras mayúsculas o minúsculas-, en las que el misterio -los misterios- y la escasez de procedimientos y sistemas democráticos, sean sus vectores.
Todas las obras, y tanto o más las religiosas, sobrenaturales o divinales, habrán de ser ordenadas y coordinadas por conductas y técnicas democráticas, con limpia y transparente participación del pueblo, incrédulo y alérgico ya, por la gracia de Dios, a terminologías escatológicas o apocalípticas.
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