El episcopado venezolano logra darse buena consciencia al proclamar que esta luchando contra el comunismo, la dictadura de Maduro y que asegura así la liberación del pueblo venezolano del diablo
(Oscar Fortin).- Sabemos desde tiempo que la Iglesia, en su cúpula eclesiástica, ha sido una aliada de los conquistadores de América latina y una cómplice de muchos crímenes cometidos en contra de las poblaciones indígenas. Uno puede decir que eso era verdad por los tiempos de las conquistas, pero que hoy todo se ha vuelto distinto.
Yo lo creí un tiempo, el tiempo de las encíclicas del papa Juan XXIII, Pacem in terris y Mater et Magistra, así que la del papa Pablo VI, Populorum progessio, sin olvidar la Exhortación apostolica Evangelii gaudium del papa Francisco.
En el sendero de esos pensamientos se desarrollaron formas de participación mas cercana de lo vivido por los pueblos y conocimos movimientos que nacieron de las comunidades de base y de una mejor comprensión de las raíces de la pobreza de los pueblos. Se entendía la teología de liberación como una lectura aplicada de los conceptos fundamentales del Evangelio en combinación con una lectura mas articulada de las fuerzas sociales, políticas, económicas y religiosas como partes de los problemas como de las soluciones.
Hace unas semanas, perdimos dos de esos leaders en las personas del sacerdote Miguel Descoto y François Houtart. El padre Gustavo Gutiérrez, siempre en medio de nosotros, considerado como el padre de la teología de liberación. Muchos sacerdotes y laicos se juntaron a los pobres y humildes para acompañarlos en su lucha contra las fuerzas opresivas, siempre hambrienta de capital y poderes, haciendo de ellos , sus esclavos y servidores, El lenguaje de esa nueva Iglesia de base se convirtió en un lenguaje de hechos concretos.
La justicia y la verdad pasaron de la noción mental a la de los hechos. Muchos de los sacerdotes y unos de los obispos de aquellos anos dejaron el confort de sus casas de barrio alto para una casa en medio de los pobres y humildes. Este contacto directo con la vida de su gente les enseno mucho sobre lo que es el evangelio compartido entre hermanos y hermanas de los barrios.
Lo que era inevitable se produjo: las jerarquías episcopales, en su conjunto, se vieron cuestionadas por esa nueva Iglesia de los pobres y humildes, acompañados con sacerdotes compartiendo lo mismo de ellos. En lugar de aprovechar la oportunidad de convertirse a esa nueva forma de vivir el Evangelio y de compartir la vida de pobres y humildes, se endurecieron , en su mayoría, para defender el orden establecido lo que correspondía perfectamente bien a las oligarquías locales y nacionales.
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