En la archidiócesis de Mérida-Badajoz

Asamblea sacerdotal

De modo ejemplar, lógico y eminente, me sorprendió la iniciativa de reflexionar y decidir en la convocada Asamblea

Asamblea sacerdotal
Mons. Celso Morga

¿En qué cabeza cabe, por ejemplo, que Guadalupe, su patrona canónica y "oficial", pertenezca todavía "manu militari", al ex todopoderoso, y usurpador, arzobispo de Toledo?

(Antonio Aradillas).- «Asamblea» es comunicación. Iglesia y comunión, es decir, «unión común». Es programa y proyecto de vida. Compromiso ineludible. Es teología, diálogo, participación y convencimiento. Es Cuerpo y Sangre de Cristo. Unión y reunión. Sínodo y concilio. Cónclave y ayuntamiento. Discusión y debate. Rectificación, interpelación y ratificación. Es mayoría y es minoría, con todas sus consecuencias y derechos y deberes. Es banco azul -rojo en este caso-, tribuna y hemiciclo.. Es viviente monumento a la democracia…

En la diócesis de Mérida-Badajoz se trabaja ya a marchas forzadas, sin fecha todavía, en la organización y puesta a punto de una Asamblea Diocesana, de la que se esperan importantes logros para el enraizamiento y actualización de la Iglesia. Gracias sean dadas a Dios «por los siglos de los siglos», pasaron ya los inclemente tiempos «aracilitanos» de su anterior obispo, quedando del mismo apenas la petición piadosa de clérigos y laicos de que el Nuncio de SS. y sus ínclitos asesores se gradúen la vista y elijan, por fin, a los obispos en presencia del Espíritu Santo y con la imprescindible participación del pueblo de Dios.

El nuevo obispo, Mons. Celso Morga, parece haberse percatado de las realidades diocesanas con precisión pastoral, altura de miras y realismo sagrado, y afronta la difícil y no exenta de riesgos, tarea de la convocatoria de la Asamblea, con rigor, participación de clérigos y laicos, honestidad divina y humana y sin formulismos espurios.

Como no podía ser de otra manera, los temas tienen en cuenta, y parten, de la realidad soberana y preocupante de la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas, que padece la diócesis en mayor proporción que otras de España. Por supuesto, que la preocupación se extiende a las esferas tradicionalmente «religiosas» y sacramentarias de los diocesanos, cuya índices de bodas civiles, por citar un ejemplo, es superior al de las canónicas, aunque este dato no sea tan elocuente, dado que, una cosa es casarse «por» la Iglesia y otra distinta es casarse «en» la Iglesia y sin conciencia de recibir un sacramento.

El avejentamiento en edad y, en ocasiones, en mentalidad, del clero, es serio objeto y tema permanente de reflexión y de asamblea. Lo es, así mismo, la redistribución de sus miembros en la capital -Badajoz- y en los pueblos, con lo que parece no haber sintonía entre unos y otros.

De modo ejemplar, lógico y eminente, me sorprendió la iniciativa de reflexionar y decidir en la convocada Asamblea, que precisamente a los sacerdotes más jóvenes les fuera encomendada la responsabilidad pastoral de las parroquias de pueblos y ciudades más importantes. Seguir «premiando» con el nombramiento para ellas a sacerdotes eméritos, o ya casi en vísperas de serlo, no parece medida efectiva en cualquier planteamiento mínimamente pastoral y sagrado. Por jóvenes, se les supone más preparados y dispuestos a asumir, y a dar testimonios de vida y adoctrinamientos más conciliares, con las respuestas que se demandan en la actualidad. Las parroquias y los puestos de responsabilidad en la Iglesia, con inclusión de los jerárquicos, jamás tendrán condición y carácter de premio, de recompensa o remuneración, como acontece con desdichada frecuencia en la «Casa del Señor».

Con los recuerdos «informativos» de tantas Asambleas vividas, con mención especial para la celebérrima y decisiva «Asamblea Conjunta» -sacerdotes y obispos- en los tiempos moribundos del «Nacional catolicismo, le deseo al arzobispo de Mérida-Badajoz, a los sacerdotes y al pueblo de Dios, los mejores logros pastorales y evangelizadores. Alerto que, como es natural y sobrenatural, esta clase de «líos» en el nombre de Dios, resultan ser siempre muy provechosos, sin descartas, a título de ejemplo, que en su transcurso, habrán de formularse además preguntas como estas:

¿Qué es eso de la vocación sacerdotal? ¿Es una carrera? ¿Por qué y hasta cuando a la mujer se les cierran herméticamente las puertas del sacerdocio,? No siendo esta negativa dogma de fe, ¿por qué tan impertérrito empeño seudo-doctrinal y bíblico en privar a la Iglesia de su presencia, actividad y responsabilidad, comprobándose que en tantas otras esferas «profesionales» su irrupción es tan beneficiosa y sagrada?. ¿Qué pasa con los «ex» o «secularizados», y sus frustradas posibilidades ministeriales?. ¿Para cuando el celibato opcional, y por qué no ya y ahora? ¿Cuándo y como han de intervenir los clérigos y el pueblo de Dios en el nombramiento de sus respectivos obispos?¿Cuando y como la teología del laicado les facilitará el acceso de sus miembros a la participación más activa en el ministerio pastoral y aún sacramental?

¿Qué fórmula hay para que «funcionariado» y «sacerdocio» dejen de matrimoniarse de una «santa» vez, y se deje de dar la impresión de ser una misma cosa? ¿Cuántas témporas les quedan a los canónigos para desaparecer, tal y como aconteció con los «pobres» beneficiados? ¿Les aportan ellos -los canónigos- algo específico a los diocesanos, además de ser y ejercer de acólitos episcopales, y «muy ilustres», con sus colorines talares? ¿Está próxima la fecha en la que los recortes irrumpan de lleno en la liturgia y, por ejemplo, las «capas magnas» de los cardenales, reducidas por Pablo VI sus colas de doce a cinco metros, dejen de ser «colas», «capas» y «magnas»?

Por lo que respecta más concretamente a Extremadura, ¿ qué parte de responsabilidad tienen sus obispos y clérigos, en que la Comunidad Autónoma se encuentre entre las regiones menos desarrolladas de Europa, «cenicienta» por definición y destino? ¿En qué cabeza cabe, por ejemplo, que Guadalupe, su patrona canónica y «oficial», pertenezca todavía «manu militari», al ex todopoderoso, y usurpador, arzobispo de Toledo, pidiendo y exigiendo sus obispos su integración administrativa en cualquiera de las extremeñas?¿Cómo se justifica el «reservado» palaciego pacense del anterior arzobispo? ¿Cuánto tiempo, dinero y «milagros» faltan para que se aceleren los procesos de beatificación- canonización de algunos sacerdotes extremeños, «honor de los altares» que hubieran ya alcanzado en otras diócesis, fundaciones o Congregaciones Religiosas? ¿Cuándo tachará su nombre del complejo «trinitario» de las «fuerzas vivas de la localidad» compuesto por el alcalde, el comandante de puesto -Guardia Civil-, el párroco y, en ocasiones, el terrateniente o el más pudiente empresario?

Con la confianza de que pronto, y felizmente, la Asamblea diocesana de Mérida-Badajoz les abra de par en par las puertas a estas y a otras preguntas, con sus correspondientes respuestas, le coloco el punto y aparte a estas sugerencias, que enriquecerán otros con gallardía, audacia y prudencia y con la bendición pastoral del obispo don Celso.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

Lo más leído